Ensayo acerca del Régimen político para Chile

¿Cuál es el mejor régimen político para Chile?

En mi opinión, es muy difícil responder esta pregunta causando una satisfacción general de los chilenos, o al menos, su mera conformación. Creo firmemente que una de las mayores aristas de este conflicto radica en la falta de participación ciudadana. ¿Cómo podemos siquiera tratar de proponer un nuevo sistema de gobierno para nuestro país, si su propio pueblo ha perdido interés en la raíz del problema? Creo que la falta de participación ciudadana se debe a una profunda decepción del pueblo hacia sus dirigentes. Dicha decepción no tiene cimientos recientes, se arraigó hace ya mucho tiempo, e incluso en periodos prontos luego del retorno a la democracia. La situación política que estamos viviendo hoy en día es sólo el clímax de un problema que con el tiempo se ha sabido desarrollar. Es el quiebre en la transparencia política y la falta de un deber político de acuerdo con el pueblo lo que viene a traer la molestia y el desinterés del mismo, quien duda si las acciones de los representantes que ellos mismos han elegido los lleven verdaderamente al “bien común”.

Muchos han pensado que la solución para tanto desinterés ciudadano y tanto conflicto de poderes podría ser solucionado mediante la implementación de un nuevo sistema electoral, uno que sepa traer a la mayoría política a dirigir.

La culpabilidad puesta en el sistema binominal frente a estos conflictos creo no tiene necesariamente mucha incidencia directa. Si bien es cierto que el sistema binominal solamente colaboraba y fomentaba el multipartidismo, el problema de raíz no es si sólo la mayoría política debiera salir electa, sino la falta de definiciones claras de facultades y limitaciones hacia estas agrupaciones políticas. Si la minoría política resulta representada o no, es un problema secundario que podría solucionarse como efecto rebote mediante la resolución del conflicto base.

Por otro lado, es el mismo régimen presidencial el que tiene efecto de auto-deterioro. Se ha mostrado, y sobre todo en los últimos años, como un régimen no abierto y muy autoritario. Resulta tan estricto así que, para la gente, la legitimidad del Congreso Nacional es prácticamente nula, y sus facultades son ínfimas comparadas con el Ejecutivo. Creo que esto se debe a la híper inflación de promesas en campaña electoral por parte de los candidatos, dando a entender a la gente que las promesas serán fácilmente dispuestas, y que el parlamento no tendrá reparos en aprobarlas rápidamente. La situación anterior sería el por qué la ciudadanía repele la participación política, comprobada en el voto voluntario cuando sólo se presentó a votar el 40% del universo de votantes.

Dejando un poco de lado lo que viene a ser el conflicto raíz, es necesario establecer la necesidad que tiene nuestro país en, al menos, intentar entrar en otro régimen político, como medio de solución al quiebre que estamos viviendo hoy. La sociedad evoluciona, la economía cambia, surgen necesidades de actualizar y reformar varios temas en la jurisdicción de hoy, pero el único cambio que vemos es sólo el aumento del agotamiento de recursos anteriores a un verdadero medio de solución frente al problema político, en otras palabras, demasiados “parches antes de la herida”.

La cabeza política debe mirar hacia el futuro, tomar medidas en el ahora para resguardarlo, y dirigirnos hacia el desarrollo común. Es menester el cuidado de una ética de responsabilidades que garantice terminar con la brecha situada entre las instituciones políticas y la ciudadanía, y por sobretodo, detener el deterioro que se está sufriendo la democracia. Desgraciadamente, los conflictos y problemas que han rodeado a nuestra sociedad en la historia, no pueden ser atacados por un régimen presidencial, que sólo ayuda a fomentar la división social mediante un sistema de partidos políticos sumamente polarizado, en donde no domina ni la derecha, ni la izquierda ni el centro, generando un déficit en la búsqueda de una solución política mayoritaria.

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