Entrando en la burbuja de cristal.

Juan Camilo Ruiz Lugo

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Entrando en la burbuja de cristal.

Como un virus, el hombre mutó, basado en un proceso de personalización en el que pasa de un estado político a uno psicológico, encerrado en una sociedad de consumo la cual marca esta transformación. Es gracias a ella, que el ser humano cambia su forma de pensar y se encierra en su ser, para descubrir quién es. Ahora, es ésta también la que lo llena a partir de vacíos, lo hace olvidarse de que tiene un futuro y lo enmarca en un narcisismo que cada ser humano empieza a sufrir. La preocupación por el cuerpo, el querer permanecer joven, es lo que caracteriza la independencia entre el cuerpo y el ser. Mientras el cuerpo tiene una máscara todo el tiempo, el ser se tapa con su discreción para no dar la cara al mundo. Éste es el cambio del hombre según el francés Gilles Lipovetsky, un filósofo y sociólogo perteneciente al post-estructuralismo, que en su libro La era del vacío hace esta descripción, argumentada en cada conducta que evidencia el hombre de finales del siglo XX.

El viaje del hombre hacia el cambio empieza con el descubrimiento de los beneficios que le trae el centrarse en sí mismo. El desencanto de cualquier aspecto social o político marca el inicio. Esto hace que se olvide de los valores y que así cada humano se vaya transformando para tener un conjunto de individuos aislados. Tal como le pasó a Narciso, el hombre no ve más allá de su cuerpo, es su nuevo centro de atención, por lo que vive con el constante miedo a envejecer, se preocupa por ser joven, esbelto y dinámico; así lograría ser feliz, amándose tanto para no necesitar de nadie para lograrlo. Detrás de ese cuerpo reciclado que busca no cambiar es donde se encuentra cada individuo enmascarado, quien basado en la autenticidad, logra dejar a un lado las conductas preestablecidas.

De este mismo modo es como Yaan Arthus-Bertrand, un reconocido fotógrafo francés, logra, a través de tres años de trabajo, recuperar historias de 2000 personas dispuestas a hablar sobre sus vidas, sobre qué los hace humanos. En el volumen uno de su trabajo habla de amor, mujeres, trabajo y pobreza. A través de estos cuatro primeros temas tratados es que se logra hacer una aproximación a las grandes diferencias que han marcado al hombre culturalmente y que se han respetado por el simple hecho de ser culturales. Este hecho deja de lado la ética y la moral para anteponer el hecho de que está bien porque así siempre ha sido.

Como consecuencia al cambio, la guerra de clases pasa a ser guerra de individuos, los unos con los otros en la búsqueda de la riqueza. Pero así cada uno tenga ese motivo común, cada quien por su lado busca excitar la admiración y la envidia. Es esa capacidad de individualización la que hace que se de un encerramiento que no deja ver más allá de lo que se tiene en frente y es cuando se escuchan esas historias de violencia intrafamiliar, de explotación laboral y de condiciones precarias de vida.

Tras un análisis de la descripción del hombre posmoderno descrito por Lipovetsky, se puede entender que es una idealización. El punto en el que falla la teoría de este autor es en la diversidad humana, sólo habla de consumistas extremos o de seres que realmente pueden o no existir. La psicología y sociología han demostrado que cada ser humano se comporta diferente y, por ende, es imposible hacer una caracterización como la descrita anteriormente. Así pues, ¿quién cumple con todas estas características? ¿quién es el hombre posmoderno? o más allá, ¿existe algún hombre posmoderno entre nosotros? Esto se puede evidenciar claramente en la cantidad de historias recolectadas por Arthus-Bertrand como contraejemplo y ejemplo de la teoría de Lipovetsky.

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