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Estados, mercados y capitalismo en Oriente y Occidente

caballera789Apuntes25 de Agosto de 2020

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Estados, mercados y capitalismo en Oriente y Occidente (CAP 11) – ARRIGHI

El texto de Arrighi comienza haciendo referencia a una debate entre Mearsheimer y Brzezinski sobre el ascenso chino en la esfera mundial. En este debate se sostiene que China se está incorporando al sistema internacional. Sus dirigentes parecen darse cuenta de que intentar desalojar a Estados Unidos sería fútil y que la difusión de la influencia china es la vía más segura hacia la preeminencia global. Por otro lado, Mearsheimer reitera su opinión acerca de que si el crecimiento económico chino se mantiene durante las próximas décadas, es probable que Estados Unidos y China se lancen a una intensa competencia en asuntos de seguridad con grandes probabilidades de guerra. La mayoría de los vecinos de China, incluidos India, Japón, Singapur, Corea del Sur, Rusia y Vietnam, se unirían probablemente a Estados Unidos para contener el poderío chino.

Se puede observar dentro de estas opiniones, una diferencia de método. Mearsheimer concede prioridad a la teoría por encima de la realidad política. En cambio, una teoría del ascenso de grandes potencias puede decirnos qué cabe esperar «cuando China tenga un producto nacional bruto mucho mayor y un ejército mucho más formidable que hoy día». Su teoría tiene la siguiente respuesta: China «tratará de expulsar a Estados Unidos de Asia, del mismo modo que Estados Unidos echó a las grandes potencias europeas de las Américas»; y Estados Unidos tratará de contener a China y en último término de debilitarla hasta el punto de que no pueda dominar Asia [comportándose] hacia China de forma muy parecida a como se comportó con la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Brzezinski, en cambio, privilegia la realidad política sobre la teoría, porque «la teoría –al menos en las relaciones internacionales– es esencialmente retrospectiva. Cuando sucede algo que no se adecua a la teoría, hay que revisarla». Sospecha que eso es lo que sucederá en el caso de las relaciones entre Estados Unidos y China, sobre todo porque las armas nucleares han alterado sustancialmente la política de las grandes potencias. Los chinos no están tratando de adquirir una capacidad militar que les permita enfrentarse a Estados Unidos». Además, no está predeterminado cómo se comportan las grandes potencias. La dirección china parece mucho más flexible y sofisticada que los anteriores aspirantes al estatus de gran potencia.

Mearsheimer minusvalora el papel que los mercados y el capital han desempeñado históricamente como instrumentos de poder y considera el prolongado crecimiento económico de China como condición para su transformación final en una gran potencia capaz de desafiar militarmente a Estados Unidos. Únicamente la conversión del poder económico en el tipo de poder militar que ahora está concentrado en manos de Estados Unidos puede transformar a China en una auténtica gran potencia. Mearsheimer sostiene entonces:

‘’Si los chinos son inteligentes […] se concentrarán en desarrollar su economía hasta que sea mayor que la economía estadounidense. Entonces, podrán convertir esa fuerza económica en poderío militar y crear una situación en la que estén en condiciones de dictar sus propios términos a los Estados de la región y de crear todo tipo de problemas a Estados Unidos […] La gran ventaja de Estados Unidos en este momento es que ningún Estado occidental puede amenazar su supervivencia ni su seguridad, por lo que se ve libre para recorrer el mundo causando problemas en los patios traseros de otros países. Otros Estados, incluido por supuesto el chino, tienen gran interés en causar problemas en el patio trasero de Estados Unidos para mantenerlo ocupado allí’’

La posibilidad de que para los chinos fuera «más inteligente» seguir utilizando su riqueza nacional y su mercado interno en rápida expansión como instrumentos de poder regional y global es descartada por razones históricas. Al desestimar la afirmación de Brzezinski de que el deseo de China de proseguir su crecimiento económico hace improbable el conflicto con Estados Unidos, Mearsheimer argumenta que «esa lógica tendría que aplicarse también a Alemania antes de la Primera Guerra Mundial y a Alemania y Japón antes de la Segunda»; y sin embargo, pese a su «impresionante crecimiento económico», Alemania inició las dos guerras mundiales y Japón el conflicto en Asia oriental. En realidad, ni Alemania antes de la Primera Guerra Mundial ni Alemania y Japón antes la Segunda alcanzaron un éxito económico tan enorme. Tuvieron un gran éxito industrial, pero en términos de riqueza nacional se estaban aproximando apenas a la renta per cápita de Gran Bretaña, y estaban muy por detrás de Estados Unidos. Su recurso a la guerra puede interpretarse de hecho como un intento de alcanzar por medios militares el poder que no podían alcanzar por medios económicos.

Estados Unidos, en cambio, no tuvo necesidad de desafiar militarmente a Gran Bretaña para consolidar su creciente poder económico. Todo lo que tuvo que hacer fue, en primer lugar, dejar que Gran Bretaña y sus adversarios se agotaran mutuamente en el terreno militar y financiero; en segundo lugar, enriquecerse suministrando productos y crédito al aspirante más rico; y por último intervenir en la guerra en una fase tardía para poder dictar unas condiciones para la paz que favorecieran el ejercicio de su propio poder económico a la mayor escala geográfica posible. Hoy día no hay potencias militares emergentes con la voluntad o la capacidad de desafiar a la potencia dominante, mientras que ésta está inmersa en una guerra sin fin destinada a demostrar lo que no puede demostrar, en concreto, que puede imponer al mundo sus intereses y valores sobre la base del poder destructivo de sus fuerzas armadas. Entonces, la pregunta es, ¿no sería acaso la mejor estrategia de poder por parte de China frente a Estados Unidos una variante de la estrategia anterior de Estados Unidos frente a Gran Bretaña?

El desacierto de Mearsheimer en no poder considerar esta opción forma parte de una tendencia general de análisis en EEUU sobre la imposibilidad de pensar en términos de cooperación entre potencias y solo pensar en términos                competitivos. Así, la relación actual entre Estados Unidos y China se suele comparar con la relación de Alemania con Gran Bretaña a finales del siglo XIX y principios del XX, con la relación de Japón con Estados Unidos durante el período de entreguerras o con las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los observadores estadounidenses excluyen la comparación que parece más pertinente, esto es, entre las relaciones chino-estadounidenses de hoy día y las relaciones de la potencia hegemónica de finales del siglo XIX y principios del XX (Reino Unido) con la potencia emergente más próspera de la época (Estados Unidos). Esta relación evolucionó desde una profunda hostilidad mutua hasta una cooperación cada vez más estrecha, precisamente cuando Estados Unidos comenzó a desafiar la hegemonía británica tanto regional como globalmente. Si esto ha ocurrido antes, ¿por qué no podría suceder de nuevo?

La teoría de Mearsheimer hace caso omiso de la experiencia histórica del sistema interestatal propio de Asia oriental. No sólo China, sino todo el sistema de relaciones interestatales en Asia oriental se ha caracterizado por una dinámica a largo plazo que contrasta con la dinámica occidental en la que se basa la teoría de Mearsheimer. Esta dinámica dio lugar a una primacía china ampliamente reconocida en la construcción del Estado y de la economía nacional durante el siglo XVIII y principios del XIX, pero también creó las condiciones para la subsiguiente incorporación –subordinada– a las estructuras del sistema globalizante europeo de Asia oriental, que transformó pero no destruyó el sistema regional de relaciones internacionales preexistente. Más importante aún es que también contribuyó a la transformación en curso del propio sistema occidental. El resultado fue una formación político-económica híbrida que ha ofrecido un entorno particularmente favorable para el renacimiento económico de Asia oriental y la consiguiente transformación del mundo, que desborda la capacidad de las teorías basadas en la experiencia occidental para comprender lo que está sucediendo.

La Paz de Quinientos Años

Los Estados de Asia oriental más importantes –desde Japón, Corea y China hasta Vietnam, Laos, Tailandia y Kampuchea– eran Estados nacionales mucho antes que cualquiera de sus homólogos europeos. Todos ellos estaban ligados entre sí, directamente o a través del centro chino, por relaciones comerciales y diplomáticas y unidos por una comprensión común de los principios y normas que regulaban sus interacciones mutuas. Ese sistema ofrecía suficientes semejanzas con el sistema interestatal europeo como para hacer una significativa comparación.

Ambos sistemas consistían en una multiplicidad de jurisdicciones políticas que reconocían una herencia cultural común y que comerciaban ampliamente en la región correspondiente. Aunque en Asia oriental el comercio a través de las fronteras estaba más regulado públicamente que en Europa, desde los tiempos de la dinastía Song (960-1276) el comercio exterior privado había prosperado y transformado la naturaleza del comercio tributario, cuyo propósito principal «era la obtención de beneficios mediante el comercio no oficial complementario del sistema oficial».

Los distintos países unidos por el sistema comercial tributario centrado en China estaban «lo bastante próximos como para influirse mutuamente, pero […] demasiado alejados como para asimilar unos a otros o ser asimilados». El sistema comercial tributario les proporcionaba un marco simbólico de mutua interacción político-económica que, sin embargo, era lo bastante laxo como para permitir a sus componentes periféricos una autonomía considerable con respecto al centro chino. Así, Japón y Vietnam eran miembros periféricos del sistema pero también competidores con China. Permite pensar en la existencia de un sistema político multipolar con muchos rasgos análogos a los del sistema interestatal en Europa.

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