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Frontera en Don Segundo Sombra


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2015  •  Ensayos  •  2.179 Palabras (9 Páginas)  •  212 Visitas

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INSTITUTO SUPERIOR DIAMANTE

PROFESORADO  DE EDUCACIÓN SECUNDARIA EN LENGUA Y LITERATURA

SEMINARIO DE LITERATURAS COMPARADAS

TRABAJO PRÁCTICO Nº 1: LITERATURA Y FRONTERA

DOCENTE: SILVANA GÓMEZ

ESTUDIANTE: NORA STRACK

FECHA DE ENTREGA: 17 de noviembre de 2015

INTRODUCCIÓN

Los procesos de territorialización  en Argentina fueron configurados desde interacciones discursivas que dieron forma a un proyecto de país, de Estado y de Nación, a lo largo del siglo XIX, definiendo "el cuerpo de la patria" y sus límites, su territorio y su identidad, lo que debía formar parte de ese cuerpo y lo que no, su política de inclusiones y de exclusiones. Pensar la Nación era diseñar simbólicamente el proyecto que debía constituirla en esa línea e imprimir sobre el territorio y su cultura el imaginario dominante de sus modos de conocer y representar el mundo, sus imágenes, símbolos y sistemas de significación de la realidad.

 Fernández Bravo (1999) sostiene que la serie literaria iniciada con la producción del '37 "traza fronteras”, entre la "civilización" y la “barbarie", el pasado y presente,  reproduciendo la relación entre una descripción literaria, el territorio que provee la materia del texto y la identidad que en él se cuestiona y afirma. En el viaje interior, hacia las profundidades de la Nación en el espacio y el tiempo, los textos asumen la empresa de representar las culturas fronterizas con una mirada desde lo nacional, distinta de la óptica europea con la que debaten constantemente. Sin embargo,  este delineamiento del cuerpo de la patria a través de la escritura  implica aceptar un discurso único, perteneciente a las élites letradas que promueven el exterminio de lo que consideran la “barbarie”.

En este trabajo se pretende analizar de qué manera se configura la identidad nacional en la novela Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, cuál es la idea de “frontera” presente en el texto y cómo opera el lenguaje en la búsqueda  identitaria.

 FRONTERA Y VIAJE POR LA IDENTIDAD

Un puente hecho frontera abre la narración de Don Segundo Sombra, para manifestarse plenamente luego en la figuración de la relación entre el campo y la ciudad “el puente  viejo tiende su arco sobre el río, uniendo las quintas al campo tranquilo” (Güiraldes,2006:21). Desde las páginas iniciales del relato, el sentimiento de no pertenencia al universo urbano y a la civilización que la casa de las tías y su entorno representan para el protagonista, se afirman una y otra vez, estableciendo una oposición simbólica entre el campo abierto (espacio de la libertad), y la casa de las tías, metáfora de las imposiciones cotidianas y del control diario a través de reglas bien definidas:

“En una de esas manzanas, no más lujosa ni pobre que otras, estaba la casa de mis presuntas tías, mi prisión.”(Güiraldes,2006 )

“Durante tres años fui al colegio. No recuerdo qué causa motivó mi libertad. Un día pretendieron mis tías que no valía la pena seguir mi instrucción, y comenzaron a encargarme de mil comisiones que me hacían vivir continuamente en la calle. En el Almacén, la Tienda, el Correo, me trataron con afecto. Conocí gente que toda me sonreía sin nada exigir de mí. Lo que llevaba yo escondido de alegría y de sentimientos cordiales, se libertó de su consuetudinario calabozo y mi verdadera naturaleza se espandió libre, borbotante, vívida. La calle fue mi paraíso, la casa mi tortura; todo cuanto comencé a ganar en simpatías afuera, lo convertí en odio para mis tías. Me hice ladino. Ya no tenía vergüenza de entrar en el hotel a conversar con los copetudos, que se reunían a la mañana y a la tarde para una partida de tute o de truco. Me hice familiar de la peluquería, donde se oyen las noticias de más actualidad, y llegué pronto a conocer a las personas como a las cosas.(…)”(Güiraldes,2006:

Es así que, el casual encuentro con Don Segundo significa para el niño  una especie de revelación, la promesa de algo nuevo que lo seduce y con lo que se siente identificado: “Me parecía que mi existencia estaba ligada a la de don Segundo y, aunque me decía los mil y mil inconvenientes para seguirlo, tenía la escondida esperanza de que todo se arreglaría” (Güiraldes,2006: ) Luego, durante el viaje que  emprende junto al gaucho,  el campo se transforma en el lugar propicio para una experiencia forjadora de carácter , es decir que aprenderá los códigos de la frontera a través del cuerpo, en su relación con el espacio y el tiempo de la pampa: es en la  pujanza con los animales, en el recibir las horas del sol sobre el cuerpo, en el aguantar la lluvia sobre la piel, como si fuera parte suya, que el narrador se convierte en resero:

“Todos me parecían más grandes, más robustos y en sus ojos se adivinaban los caminos del mañana. De peones de estancia habían pasado a ser hombres de pampa. Tenían alma de reseros, que es tener alma de horizonte.” (Güiraldes,2006: )

“A las once tenía hinchadas las manos y las venas. Los pies me parecían dormidos. Dolíanme el hombro y la cadera golpeados. Los novillos marchaban más pesadamente. El pulso me latía en las sienes de manera embrutecedora.  A mi lado la sombra del petizo disminuía desesperadamente despacio.” (Güiraldes,2006:

“Y quedaron, un momento, saboreando aquella gloria de sus cuerpos resistentes. ¿Qué muchacho no ha probado el oficio? Sin embargo, no abundaban los hombres siempre dispuestos a emprender las duras marchas, tanto en invierno como en verano, sufriendo sin  quejas ni desmayos la brutalidad del sol, la mojadura de las lluvias, el frío tajeante de las heladas y las cobardías del cansancio” (Güiraldes,2006: )

Por otra parte, las alusiones al entorno pampeano y a las rutinas campestres realizadas allí, las fiestas y comidas típicas, operan como elementos clave en el proceso de filiación del protagonista, al tiempo que pueden leerse como símbolo de lo “nacional”, de la tradición que debe ser afirmada y sostenida. Con respecto a eso, Fernández Bravo (1994) sostiene que viajar a la frontera como en un viaje al pasado de una cultura, implica situarla en una suerte de inconsciente psíquico de la Nación y se trata del procedimiento territorializador por excelencia. Es decir que, nada queda igual después de esa travesía: el paisaje, la región, y la perspectiva de la enunciación aparecen desplazados y afectados por un nuevo ángulo de observación que cambia al sujeto y al objeto de la escritura:

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