Don Segundo Sombra
Imperio25 de Mayo de 2012
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Capítulo 1:
Bagrecitos por golosinas, cigarrillos o unos centavos en "La Blanqueada" (pulpería)
Compañeros de huelga y baño
Catorce años de chico abandonado, de "guacho", como seguramente dirían por ahí.
Cuarenta manzanas del pueblo, sus casas chatas, divididas monótonamente por calles trazadas a escuadra, siempre paralelas o perpendiculares entre sí.
Tías (Asunción - panzuda, tetona y voraz en todo placer - y Mercedes - flaca, angulosa, nariz de pico de carancho, ojos hundidos -) = prisión (casa)
Primero lo trataban bien pero después le echaban la culpa de todo, lo llevaban a la Iglesia, después no le prestaban atención sólo para llevarlo a misa los domingos y hacerle rezar de noche el rosario. Se sentía prisionero y las advertencias se redujeron a un simple coscorrón. Se hizo indiferente, vagabundo. Se hacía el grande pasando sobre los demás
Protector don Fabio Cáceres, lo llevó a conocer su estancia
Lo separaron de su “mamá” con el pretexto de llevarlo al colegio, estuvo 3 años y las tías lo mandaron a hacer comisiones con las que vivía en la calle conquistando simpatía y popularidad
Tenía doce años y se aburrió de ser popular. Fabio Cáceres se acercó más a él y le hizo regalos (por un año duró, ya que dejó de verlo seguido), pasó a una soledad mayor, se fue para el río, aprendió a nadar, pescaba.
Capítulo 2:
Se encontró volviendo del río con un jinete, más le parecía una “sombra”, y sintió más deseo por irse del pueblo. Llegó a “La Blanqueada” (patrón Don Pedro), el tape Burgos siempre tomando algo ahí. Le contó al patrón sobre el pajuerano, era moreno, “grande”, fuerte… Don Segundo Sombra, de San Pedro, había tenido una mala partida con la policía (un cristiano), era hombre valiente, de voz aguada, pecho vasto, coyunturas huesudas, pies cortos, manos gruesas y cuerudas, tez aindiada, ojos ligeramente levantados hacia las sienes y pequeños, flequillo cortado como crin a la altura de las cejas, hombre de pocas palabras. Llegó a la pulpería buscando trabajo, según el patrón en lo de Galván había yeguas para domar. El tape Burgos lo provoca, al salir lo estaba esperando, lo ataca y sin dar en su objetivo rompe su facón, Don Segundo no atacó y le devolvió los retazos de su facón, Burgos dijo recomponerlo para estar a su disposición. El chico se fue junto a Don Segundo en la noche.
Capítulo 3:
Se despidió de Don Segundo y llegó a su casa, las tías lo retaron y se encerró en su cuarto a pensar que quería seguir a Don Segundo. Decidió llegar antes que él a lo de Galván, preparó sus cosas, su petiso, y aún de noche salió, fue a la cochera de Torres para hacerse de su otro petiso, y se dirigió para lo de Galván sintiéndose libre ya de madrugada. Llegó al galpón, un viejo lo hizo pasar, y al mediodía se encontró entre 4 o 5 hombres a Goyo López, que lo conocía del pueblo (y no dijo nada comprometedor), el mayordomo Jeremías le dio al petiso Sapo y trabajo para hacer. A la hora de la cena se lució riéndose todos de otro peón rememorando sus épocas de vagabundo, pero el más viejo de los presentes lo hizo callar. Finalmente durmió en un catre en la pieza de Goyo.
Capítulo 4:
Horacio lo despierta, matean y salen a trabajar. Almorzaron. El domador Valerio Lares era un tape forzudo, callado y risueño. Se quedó ayudando al cocinero y al mediodía llegó Don Segundo Sombra, Valerio lo hizo pasar y conversaron sobre las yeguas a domar, el chico se hizo notar ante Don Segundo, pero él prefería no reconocerlo. Matearon y a la hora de la comida Goyo y Horacio se pelearon hasta que llegó el Patrón (Don Leandro, de aspecto ríspido) y salió con Don Segundo a hablar del trabajo, a la tarde haría la doma. Se las arregló para verla y la última yegua costó más. Siguió su trabajo y mateó con el patrón contestando preguntas. Tenía 15 años a esa altura. Al día siguiente sería domingo, se acercó al grupo de Valerio, Don Segundo y Goyo y terminó dormido.
Capítulo 5:
A los 15 días había dejado mansas a las yeguas Don Segundo (hombre práctico y paciente). En en pueblo se habían enterado q el chico estaba allí, entonces decidió irse de resero junto a la tropilla que saldría al día siguiente, con Valerio de Capataz, y Horacio, Don Segundo, Pedro Barrales y Goyo de peones. Valerio le consiguió la autorización del patrón. Horacio le indicó que en la chacra de Cuevas encontraría el potrillo que necesitaba a buen precio. En el camino una chinita morocha lo saludó asustándolo. Al llegar encargó su potrillo para el día siguiente. Al regresar se cruzó con la chinita llamada Aurora con la que forcejeó y terminaron en el suelo, él le dijo que ella lo quería y la misma se fue enojada murmurando.
Capítulo 6:
Se despertó tipo 3 de la mañana y comenzó a preparar sus cosas para el viaje, salió a la noche y ensilló su petiso. Al entrar mateó junto a Goyo, Pedro Barrales, Don Segundo, Horacio y Valerio. De peones de estancia habían pasado a ser hombres de pampa. Estaban todos serios, al rato la noche se iba, salieron y la orden de Valerio daba pie al arreo (500 novillos). Sacaron a la tropilla y él se ubicó por delante cumpliendo con “el más macho de lo oficios”. Recordó a Aurora, quien en los forcejeos había perdido una sortija y la madre la había regañado, él se ofreció a buscarla y terminaron jugando, ella le había dicho “mañana te espero”. Siguió su camino cruzando un río y se sintió con los haberes de un buen gaucho con una chinita que llorara su partida.
Capítulo 7:
Siguieron la marcha, él se volvió para atrás de la tropilla, y hablaban que en el oficio para empezar todos eran buenos (contaron la historia de un tal Venero Luna que los había acompañado hasta Las Heras), lo que hizo pensar al chico que resolvió ensillar a su petiso potro en la primer parada. Llegaron a una pulpería tipo 8 para comer, luego al estar más alegres Segundo y Valerio mudaron caballo. Este último sostuvo una bellaqueada con su codiciado colorado gargantilla. Luego ensillaron al nuevo potrillo del chico quien le dio una mala jineteada y calló al suelo teniendo que seguir su camino montando al petiso de Festal chico.
Capítulo 8:
Continuaron la marcha, pesada por el calor. Tipo 12 llegaron a la estancia de don Feliciano Ochoa, descansaron la tropa y entraron a comer junto a los peones del lugar. Conversaron de quedarse a descansar y del episodio del chico con el potrillo. Un chico de 12 años lo admiró y le enseñó un lugar aparte para descansar. Tipo 4 continuaron la marcha en mejores condiciones. Dos horas más tarde fueron con Goyo a un rancho a carniar un cordero, quedando el chico como inútil ya que Goyo era un experto; luego se unieron a la tropa nuevamente y se dio cuenta que todavía tenía mucho que aprender. Cenaron a campo abierto, no tenían agua, sentía dolores. Prosiguieron viaje hasta llegar a los locales de una feria a orillas de un pueblo.
Capítulo 9:
Goyo despertó al chico al que le dolía todo. Fue a encontrarse con Don Segundo el que lo ayudó a ensillar y montar a su potrillo sin que nadie los vea, y victorioso desmontó a la vista de los demás, se había lastimado las manos, Horacio se ofreció a ayudarlo con el potrillo, y Goyo lo invitó a tomar unos tragos. Media hora después continuaron su rumbo con las primeras gotas de lluvia cayendo. Luego se largó la lluvia, y a la media hora estaban hechos sopa. Luego una abertura se hizo en el cielo, el sol salió y continuaron con vitalidad caminando, caminando, caminando.
Capítulo 10:
Mientras el bayo Comadreja (el potrillo domado) se alimentaba a orillas de un río, el chico rememoraba 5 años pasados, y su ida de la casa de sus tías. El mérito para él era de Don Segundo, su padrino, el que lo guió hacia todos los conocimientos de hombre de pampa, lo vigiló como médico, le enseñó de la vida, la resistencia y la entereza en la lucha, el fatalismo en aceptar sin rezongos lo sucedido, la fuerza moral ante las aventuras sentimentales, la desconfianza para con las mujeres y la bebida, la prudencia entre los forasteros, la fe en los amigos. También estuvo para la diversión (guitarreadas, zapateos, bailes, coplas y relaciones, etc.). Tenía amigos por todos lados, era querido y respetado, poco se quedaba en algún lugar. Era popular. Quería su libertad, era un espíritu anárquico y solitario. Como acción, amaba sobre todo el andar perpetuo; como conversación, el soliloquio. Habían corrido gran parte de la provincia: Ranchos, Matanzas, Pergamino, Rojas, Baradero, Lobos, el Azul, Las Flores, Chascomús, Dolores, el Tuyú, Tapalqué y muchos otros partidos. Conocían las estancias de Roca, Anchorena, Paz, Ocampo, Urquiza, los campos de "La Barrancosa", "Las Víboras", "El Flamenco", "El Tordillo", en que ocasionalmente trabajaron. Don Segundo era un admirable contador de cuentos, lo que introdujeron un cambio radical en la vida del chico, ya que por las noches su imaginación se poblaba de cosas embrujadas, magia negra, etc. Estaban en una estancia en día de Navidad en la que el patrón daba un gran baile para mensuales, puesteros y algunos conocidos del campo. Allí se encontró con Pedro Barrales con el que charló de sus vidas en ese tiempo sin verse y con el que decidió estar toda la noche.
Capítulo 11:
Entraron al lugar de baile y llegó el patrón (hombre fornido, de barba tordilla) dando pie al baile. Comenzaron a sacar a las mocitas, bailaban seriamente. El bastonero anunció la polca de la silla, una mocita de verde se sentó en una silla en el medio del salón, mientras Feliciano Gómez
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