Gustavo Santiago que advierte sobre los riesgos que existen en ese transitar de la Sociedad Disciplinaria a la Sociedad de Control

*Gustavo Santiago que advierte sobre los riesgos que existen en ese transitar de la Sociedad Disciplinaria a la Sociedad de Control.

Santiago fundamenta sus letras en Foucault y Bauman y a partir de ellos convoca a pensar en las “nuevas fuerzas que ya están llamando a nuestras puertas”. Se refiere a las Sociedades de Control en sustitución a las Disciplinarias cuya decadencia es hoy inobjetable, tanto como la crisis carcelaria cuya seguridad recientemente ha acabado con la vida de cuatro internos en medio de una jarana que incluyó alcohol, armas de fuego y otros “atributos” a la falta de moral de las autoridades penitenciarias que suelen aprovechar la indiferencia del Estado.

O como inobjetable es la familia, otro centro de encierro de donde muchos menores huyen para cobijarse en las calles y debajo de los puentes; o en el mejor de los casos, abstraer sus frágiles existencias en un computador portátil.

Hoy hay algo mucho más esclavizador que esas entidades del encierro; son medios y tiempos abiertos que fomentan lo on line, el trabajo en casa y sin horarios, el trabajo sin jefe, o el cuentapropismo entendido como una de sus formas.

¿Más esclavizador que pertenecer al rebaño que se dirige todas las mañanas a la fábrica o la maquinita que registra tu huella cuando llegas a la oficina? ¿Más que el contrato que no se avergüenza en señalar “bajo presión” o ingresos por comisión sobre venta, o sin derecho a beneficios? Sí, mucho más.

El problema ahora es entrar y pertenecer, no salir. No sólo resulta difícil ingresar; también es muy difícil permanecer: “El hombre ya no está encerrado, sino endeudado”, dice Santiago.

¿Cuántos de nosotros trabajamos desde nuestras casas porque creímos que era la mejor opción para estar cerca? ¿Y estamos realmente cerca? Nadie nos advirtió que ese tiempo abierto no es un momento sino una cruel eternidad; que ese espacio nuestro no entiende de privacidad ni de descanso; que el estar “conectado todo el tiempo” no es el más rudo de los memorándums, sino el peor arrebatador de tu libertad.

¿Cuántos somos esclavos de eso que llaman formación continua o permanente, educación para la vida, dicen? Si es vida depender de una inagotable máquina de exigencias, demandas e imposturas, qué ganas de desaparecer.

Hemos creado una sociedad controladora que ya no funciona mediante el encierro, sino a través del control continuo y del mensaje inmediato, tan instantáneo y placentero como sacar dinero del cajero automático, pagar con una tarjeta de oro o platino.

¿Hay forma de escapar de esta prisión de puertas abiertas? “La capacidad de resistencia o la sumisión a un control se deciden en el curso de cada tentativa”, reza el ensayo, algo así como la terapia de Alcohólicos Anónimos que pregona la victoria diaria.

En realidad es mucho más retador que eso; se trata

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