Historia del mundo actual

UCRONÍA:

Todo empezó en París. Aunque en realidad todo había empezado mucho antes, pues Hitler y los suyos luchaban por hacer desaparecer a los judíos de la Tierra.

Después de que los permisos de residencia para extranjeros fueran cancelados en agosto de 1938, incluyendo a los judíos de origen extranjero (polacos en su mayoría) aunque llevaran décadas viviendo en Alemania, se desencadenó la tragedia.

El 28 de octubre de este mismo año, miles de judíos de origen polaco fueron sacados a la fuerza de sus casas y enviados en contra de su voluntad a la frontera de su país de origen. Durante semanas estuvieron bajo la lluvia y el frío, en tierra de nadie.

Entre estas miles de personas se encontraba mi familia, los Grynszpan. Todos fueron deportados a excepción de mí. Mi nombre es Herschel Grynszpan y vengo a contar mi historia.

Tenía 17 años cuando todo esto sucedió. Yo me encontraba de visita en la bella ciudad de París, ajeno a todo lo que estaba sucediendo en Alemania. Llevaba unos días sin saber nada de mi familia pero, ignorante de mí supuse que habría algún problema con el correo y se había retrasado. Sin embargo, a comienzos de noviembre llegó una postal. Era de mi querida hermana.

“Herschel, las cosas han cambiado mucho desde que no estás aquí, nuestros permisos de residencia han sido cancelados y nos han deportado a la frontera de Polonia. No nos dejan entrar en el país. No creo que nos quede mucho tiempo de vida. Te queremos.”

Esas palabras me destrozaron. La ira me inundaba. No podía quedarme ahí parado esperando a que mi familia -y miles de judíos- morían en condiciones infrahumanas.

En esos días corría por París la noticia de que Ernest von Rath, diplomático miembro del parido nazi, se encontraba de visita en la ciudad. Me armé de valor y me las ingenié para conseguir un rifle. Pero no imaginaba que haría todo esto en vano.

Me dirigí a la embajada alemana con la idea de acabar con su vida. Todo por vengar a mi familia y a los miles de judíos en su misma situación.

Sin embargo, cuando llegué allí, mi cabeza empezó a dar vueltas. Pensé en las consecuencias que traerían mis actos. No serían miles, sino millones de judíos los que pagarían por ese asesinato.

Paralizado y con el rifle en la mano observaba la puerta de la embajada desde la lejanía. Nadie me había visto. Di marcha atrás y volví a mi casa sin ser visto.

Tres años después de lo sucedido me di cuenta de que mi estancia en París debía terminar ya que Alemania había invadido Francia. Sabía que mi vida corría peligro, pero lo peor no era eso, la vida de mi tío y su familia también estaban en juego.

Me dispuse a preparar mi equipaje e invité a mi familia a que hicieran lo mismo, pues temía no volverlos a ver jamás. Si les pasara algo no me lo perdonaría nunca. Pero estos no quisieron acompañarme cuando les supieron cuál sería mi destino aunque sabían que París ya no era un lugar seguro para los judíos.

Alemania. Ese era mi objetivo. Necesitaba conocer de primera mano que estaba pasando allí. Recogí todas mis pertenencias y emprendí mi viaje.

Era una mañana fría la del día que abandonaba París. Me dirigí a la estación de tren más cercana a la que había sido mi casa durante este tiempo y cogí un tren con destino a Berlín. Un terrible miedo unido a la necesidad de vengar a mi familia recorría mi cuerpo.

Algo aturdido comencé a buscar mi asiento. Y fue justo en ese momento en el que mi vida iba a dar un giro de trescientos sesenta grados.

Al verme algo perdido, un hombre que se encontraba ya sentado me indicó que mi asiento era el que estaba a su lado. Le agradecí su ayuda y me senté donde me había dicho.

Tenía un acento extraño, desde luego no era parisino. Me preguntaba qué haría en ese tren.

Fue ahí cuando se presentó. Su nombre era Varian Fry, un periodista de origen estadounidense, corresponsal de una revista llamada The Living Age. Me contó que llevaba trece meses en Francia y que durante ese tiempo había estado muy vigilado y además, en más de una ocasión, las autoridades le habían interrogado y detenido.

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