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Ideas Politicas

abiiuxmal6 de Julio de 2013

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La Historia de las Ideas Políticas goza de una concreción del objeto mucho más precisa; pues aunque, ciertamente, éste no deje de suscitar discusión, por ejemplo, en cuanto a su verdadera naturaleza o al alcance de sus manifestaciones, lo político representa algo más nítido y determinado en sus contenidos.

No se tratará aquí de esbozar una definición de lo 'político' por lo bien sabido de las complejidades propias de tal intento, que no parece estrictamente necesario abordar para el objeto de estas consideraciones. Bastará con la indicación de que con política o con lo político se hace referencia a la noción de cuño aristotélico (y en cierto modo parnasiano) referida al conjunto de mecanismos y comportamientos regulares que actúan en el control y conciliación de los diversos intereses existentes en el seno de una comunidad mediante la intervención de una fuerza coactiva legitimada; el espacio que se intercala entre el concierto y la avenencia armónica y espontánea y la imposición por la nuda fuerza.

El terreno de la transacción y la persuasión; de la resolución o neutralización de conflictos y de la pugna de intereses, abierta o latente. Desde luego, ver la cuestión de este modo no

supone, no tiene que suponer al menos, interpretar la práctica política en términos irenistas; casi es ocioso decir que si

hay que buscar la conciliación es porque ha existido previo desacuerdo y por lo tanto "la política versa sobre el

desacuerdo y el conflicto"1

. Esta concepción que atiende de modo preferente al equilibrio y la conciliación no es,

evidentemente, la única posible, y experiencias históricas tan políticas como el estalinismo en sus distintas formas o la

Gleichshaltung podrían llevar a sostener interpretaciones muy distintas. Pero aun en esos casos la eliminación

sistemática y violenta de intereses opuestos o discrepantes puede ser, en la práctica, una exigencia no sólo de

convicción o ideológica sino de la necesidad de equilibrar internamente y políticamente los intereses encontrados de

los grupos que disponen de la capacidad de excluir a sus rivales. De igual modo, la política es también, y

fundamentalmente, una relación de obligación, de mando y obediencia. "La esencia de lo político" se centra ante todo

para algunos tratadistas, junto a la existencia de enemigo ante el que actuar, en la cuestión del poder o el mando:

"cualquier política implica necesariamente el hecho de mandar y el de obedecer", "mando y

obediencia hacen que exista la política"

2

. Abundar en la cuestión no parece necesario ahora, y hacerlo obligaría

necesariamente a enredarse en esas complejidades suyas que se trataban de evitar. En última instancia, y sin olvidar la

necesidad de un concepto categorial de lo político3

en el estudio de las ideas o del pensamiento político para lo que no

son suficientes las definiciones simplificadoras y tautológicas, podría ser bastante la explicación aquí apuntada.

Partiendo de ello se puede adelantar una definición de Historia de las Ideas Políticas que no busca tampoco

más que proporcionar una noción general y aproximada como punto de partida para una indagación más meticulosa.

Así, podría decirse que se trata de la parcela de los estudios históricos que se ocupa de la evolución en el tiempo de

los contenidos adoptados por la reflexión sobre la actividad política bien categorial o filosófica, bien científica, así

como por el discurso político y las representaciones ideológicas. Surgida en gran parte de la Filosofía Política y de la

Historia Política, la Historia de las Ideas Políticas es, sin embargo, algo más y distinto de la ordenación cronológica y

la determinación de las conexiones en el tiempo de esa forma de indagación. Es decir, la Historia de las Ideas Políticas

cuenta con su método y su objeto propios, confirmándose así como una rama científica diferenciada. En segundo

término, en este desbroce inicial, se incluyen dentro del ámbito propio de la Historia de las Ideas Políticas no sólo las

exposiciones formales y sistemáticas, sino también el discurso político global y las representaciones ideológicas. No

se trata de dos elementos independientes, de dos unidades de una misma serie pero diferenciadas, sino de dos

manifestaciones de la ideación política conectadas e íntimamente unidas. Las ideas políticas sistemáticamente

elaboradas en moldes filosóficos pueden, simplificadas y distorsionadas a veces en forma extrema, sustentar las4

concepciones políticas de sectores amplios de una sociedad. Herman Heller4

se valió de una imagen que ilustra bien

esta vertiente de la cuestión, al presentar las ideas políticas en una estructura piramidal: nítidas, bien construidas y

lógicamente coherentes, por lo general, en la cúspide de los pensadores o las pequeñas minorías intelectuales; con

merma de precisión y desplazamiento del rigor por la emocionalidad en la base de su apoyo social. Una cuestión, en

suma, que ha sido objeto de preocupación para todos los historiadores de las ideas que hayan sido verdaderamente

historiadores. Se trata ahora de reconocer que el pensamiento político no queda reducido y encerrado en los textos y

en las obras de los autores más o menos canónicos, sino que trasluce en la totalidad del discurso, o mejor, en todo

discurso cualquiera que sea su forma, con toda su carga de imágenes y símbolos históricamente determinados y que

son de uso común en una sociedad dada. Pero, además, una historia de las ideas políticas abstractizante, de puras

unidades mentales sería sencillamente ilusoria. Aun en la acepción de la disciplina más próxima a este enfoque, la de la

Historia de las Ideas Políticas como Historia de la Filosofía Política, sus cultivadores propenden a destacar sus

vínculos con la realidad social en la que surgen y circulan esas ideas: "Toda la filosofía política depende de la realidad

política de su época y, al propio tiempo, influye sobre la misma, configurándola; está hecha por la historia y, a su

vez, hace la filosofía política a la historia y actúa sobre ella (...). No es posible un conocimiento de la filosofía política

sin tener en cuenta el trasfondo político del que surge"

5

. No mucho después de que se escribieran las anteriores líneas,

en las celebradas conferencias de Harvard en 1958, Oakeshott, otro bien acreditado filósofo político, subrayaba la

imbricación del historiador del pensamiento político con el "contexto de condiciones" como requisito para hacer

inteligible ese pensamiento6

. Por su parte, Leo Strauss7

al diferenciar ideas políticas de filosofía política (algo que se

va a abordar aquí inmediatamente y para lo que esta reflexión sirve de prólogo) escribe que mientras la filosofía

política es una construcción rigurosa volcada en la búsqueda de certezas sobre los fundamentos de la política, las ideas

son nociones, comentarios, especulaciones, opiniones y, en suma, cualquier forma de expresión del pensamiento en

relación con lo político o con sus principios; formulación excesivamente abierta y por tanto poco válida pero que

apunta en la misma dirección de la variedad no textual en la que también se manifiestan las ideas políticas.

Hay, sin embargo, dos componentes de esa realidad que, prima facie, pueden excluirse del campo de

atención de la Historia de las Ideas Políticas, que no hallará en ellos su objeto preferente y que sólo los traerá a

colación como elementos accesorios y complementarios de su asunto central. Se trata, por una parte, de las formas no

explícitas sino latentes, no discursivas sino actitudinales, colectivas aunque puedan señalarse los orígenes de algunas

de sus facetas en un autor o autores determinados; en suma lo que suele denominarse mentalidad, en este caso política.

El otro de esos factores que no cabe, en principio, tomar como objeto básico es lo que se podría designar de una forma

muy amplia "literatura política", entendiendo por tal las obras literarias de ficción -novela, drama, poesía- aun con

contenido y fondo explícitamente político. Desde luego la cuestión no es simple ni admite tampoco una posición

tajante en la medida en que ideas o pensamiento político y literatura corren estrechamente unidos a todo lo largo de la

cultura occidental. Incluso se podría argumentar que el género utópico es buena síntesis de una y otra cosa, creación

literaria e ideas políticas. No es sólo la fantasía lo que determina la creación literaria en sentido estricto ni su ausencia

lo que cataloga un texto como exposición de ideas políticas. Ciertas utopías o distopías son prueba de lo inestable de

la distinción desde este punto de vista. Pero lo que no falta en las obras de estos autores es trama, argumento y acción

con sucesión de hechos y peripecias que llevan de una situación inicial a un desenlace. Hay también personajes que

son caracteres y que expresan emociones tanto como ideas y con los que el lector puede identificarse o a los que puede

aborrecer. Hay por último el esmero o la intencionalidad estética que no es impropia, naturalmente, del escritor

...

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