Jaime Garzon
luberbar9 de Septiembre de 2014
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Jaime Garzón era como un niño. Tenía los sueños grandes, como los niños, y la
aplastante realidad de Colombia no los había recortado sino que, por el contrario, los había
hecho más fuertes. Como los niños, Jaime Garzón opinaba abiertamente, con la verdad sin tapujos,
a mansalva, sin medir jamás las consecuencias. Y al igual que a los niños, toda injusticia lo
afectaba. No había una causa que no mereciera su pasión ilimitada, su trabajo constante y su poder de
convocatoria. Sus amigos aprendieron a entender que Garzón, como los profetas, no era
susceptible de ser llamado al orden. Cuando las cosas se ponían graves lo buscaban en El Patio y
le hablaban: "Hombre Garzón, hay que cuidarse. Hombre Garzón, usted es un bárbaro. Hombre,
Garzón...". Pero él, como todos los buenos, tenía convicción y esa convicción estaba acompañada de
intensidad apasionada. De manera que miraba a sus amigos con gratitud pero no les hacía caso.Es
posible que a Jaime Garzón lo haya matado la soledad, como a Galán. Porque poco a poco Garzón
se fue convirtiendo en el eje de la conciencia crítica de la vida colombiana, a la manera colombiana, es
decir, con malicia y buen humor. El iba más allá que todos los demás y llamaba a las cosas con
nombre propio. El se burlaba de todos y a todos los desnudaba sin piedad. El no calculaba. Pero
sobre todo, él creía que era posible hacer las cosas y despreciaba a quienes se daban por vencidos
y a quienes creían que la cosa no era con ellos. El viernes pasado no mataron a los personajes de
Jaime Garzón sino a Jaime Garzón. Porque el humorista era apenas un elemento de su personalidad
y aunque sus personajes hacen parte hoy del inconsciente colectivo colombiano como ninguno otro
desde Cien años de soledad, los asesinos no buscaban al humorista. Iban por el pacificador.El hombre
del medioEn los últimos tiempos Garzón jugó un papel fundamental en la búsqueda de la paz. En no
pocas oportunidades se montó en un jeep y ascendió a las regiones donde impera el régimen de las
Farc para hablar con un comandante y buscar la liberación de alguien conocido, o conocido de un
conocido, o apenas de alguien cuyos familiares lo habían buscado porque sabían que Jaime Garzón
jamás decía que no. También opinó con frecuencia sobre el proceso de paz, y sus opiniones eran,
también con frecuencia, urticantes para sectores radicales. Podía latigar, a la vez, a la guerrilla y al
gobierno. En su última salida sobre el tema del proceso de paz entre el gobierno y las Farc Garzón
había dicho, de manera sin duda punzante para algunos, que el último obstáculo era inexistente y
que la Comisión de Verificación debía estar integrada por los alcaldes. "Para eso fueron elegidos",
dijo, "para controlar lo que sucede en sus respectivos municipios". Eran sus opiniones y se podía estar
en desacuerdo con ellas como lo estaban, casi siempre, muchos de sus amigos y conocidos. Pero
él las expresaba con la libertad de quien no se siente amenazado por nada, no porque no supiera que
lo estaba sino porque ni siquiera amenazándolo era posible hacerlo menos libre. A diferencia de tantos
colombianos que viven en el miedo, Garzón se fortalecía con el miedo, se hacía aún más irreverente y
se arraigaba aún más en sus convicciones. Pero era en el tema del proceso de paz con el Ejército
de Liberación Nacional donde las habilidades de Jaime Garzón como negociador eran indudables.
Tenía suficientes contactos tanto entre la dirigencia 'elena' como en el establecimiento
colombiano, de modo que bastaba con que pusiera en marcha una iniciativa para que los callejones
sin salida se volvieran avenidas. La última prueba de su capacidad de convocatoria la dio hace unas
semanas cuando logró reunir a un grupo de personalidades del mundo político, los medios de
comunicación, la academia y la empresa para firmar una carta dirigida al gobierno y a la comandancia
del ELN con el objeto de buscar la liberación de los secuestrados y destrabar el proceso de paz.
Garzón conocía una regla fundamental del arte de la negociación: la necesidad de contar con un tercero
a quien hacerle concesiones imposibles de otorgar a la contraparte por razones de desgaste político.
Y jugaba su papel de generador de terceros componedores con maestría. En múltiples oportunidades
Garzón pensó en dejar de lado su profesión de humorista político. A veces lo asaltaba la
preocupación de no ser tomado en serio o de no poder desempeñar papeles distintos a los que le
habían garantizado la entrada amable a millones de hogares colombianos. Pero gozaba su profesión
como nadie y sabía, también, que su capacidad de influenciar a la opinión pública era fundamental para
sus oficios por la paz en Colombia. El crimen perfectoEs posible que el crimen de Jaime Garzón sea,
como la mayoría de los crímenes en Colombia, un misterio insoluble. Los primeros señalados
como autores intelectuales y materiales se apresuraron a expedir un comunicado en el que
negaron su participación en el hecho. Garzón había sido amenazado recientemente por los
paramilitares dirigidos por Carlos Castaño, quienes se encuentran en una campaña masiva de
amenazar a quienes ellos consideran que pueden ser cercanos a la guerrilla. El viernes Castaño negó
haber impartido esa orden.Por su parte no faltan quienes dicen que detrás de este asesinato estarían
las Farc y que podrían haber golpeado de esa manera precisamente porque existía la amenaza de
Castaño. Hacerlo y hacer aparecer la acción como proveniente de los paras acarrearía obvias
consecuencias en contra de Castaño y aparentemente traería réditos políticos a la guerrilla.Pero
esa teoría no parece sostenerse en la medida en que el principal afectado de este asesinato es el
proceso de paz, en particular el que podría iniciarse con el ELN. Garzón era un actor demasiado
importante para el proceso de paz en general como para que un sector de la guerrilla tomara la
decisión de eliminarlo.Existe también la posibilidad, que estaba siendo analizada por los
investigadores, de que alguno de los sectores protagonistas del conflicto armado hubiese decidido
'pescar en río revuelto' al saber de la amenaza de Castaño en contra de Garzón. Al cierre de esta
edición, por ejemplo, la especulación abarcaba otras organizaciones criminales, como los grupos
paramilitares de Cundinamarca y algunos sectores de ultraderecha no relacionados con las
autodefensas.Según los expertos, el crimen de Garzón fue un crimen perfecto. "Se llevó a cabo en una
calle no residencial, de madrugada, lo realizaron dos sicarios en moto que no utilizaron la tradicional
Mini Uzi sino un revólver 38 porque sabían que esa arma no deja vainillas en el piso. Y lo hicieron
desde una moto que tenía la placa tapada, o sea que no era robada", dijo a SEMANA una fuente de la
Fiscalía. Por estas señales pareciera que no se trata de un hecho corriente en la macabra historia
criminal de Colombia.
Final ¿A quién le conviene el crimen? ¿Quién podría querer asesinar a Jaime Garzón? ¿Por qué
asesinar a un colombiano que dedicaba buena parte de su tiempo a enseñarles a sus compatriotas
a reírse de sí mismos y a la vez a tomarse en serio? Sin duda detrás del crimen estarían los que
consideran que quien no se encuentra de su lado está en contra suya. El asesinato de Garzón es un
paso dramático hacia la degradación del conflicto en Colombia. Es cierto que el tránsito hacia un
enfrentamiento entre radicales de izquierda y de derecha involucra cada vez más a la población civil.
Pero ese lugar común no deja ver lo que resulta aún más terrible: el conflicto involucra cada vez más a
los que buscan la paz.Jaime Garzón fue tan importante en la vida nacional que la mayoría de los
colombianos, incluyendo por supuesto a los niños, recordará durante años el momento en el que
se enteró de la noticia y revivirá las imágenes de la televisión: el jeep Cherokee, la manta sobre el
parabrisas delantero, la sigla del CTI en las chaquetas de los agentes, el letrero de la panadería. A las
emisoras de radio, a las cámaras y los estudios de los noticieros de televisión y, sobre todo, a la
sede de Radionet, hacia donde se dirigía Jaime Garzón, se volcaron miles de ciudadanos que querían
expresar su solidaridad, su rabia y su inmensa tristeza. En sus Cuadernos,
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