LA FALSA IDEA DEL PROGRESO DE LA MODERNIDAD

¿Qué significa el progreso? ¿De quién o quiénes? ¿El progreso a costa de qué? Son preguntas que no tienen una respuesta absoluta, pero si debe reflexionarse sobre ellas, hay quienes prefieren no pensar, otros no quieren discutirlo porque saben que la respuesta va contra sus intereses, por lo que tratan de banalizar los interrogantes o de cambiarles el sentido a la discusión, como hablar de crecimiento cero o negativo en vez de hablar de estancamiento o retroceso. En otras palabras que como decía Louis Althusser “que el estado de cosas se mantenga depende de que los sectores dominantes hagan creer al resto que el orden social es el único posible y así se produzca conformidad”.

La idea del progreso que ha tenido tanta influencia entre los siglos XVIII y XX: el iluminismo, el positivismo y el marxismo, pasando por el liberalismo, el socialismo y los populismos. El desencanto se produce porque no se cumplieron los ideales de la modernidad.

Las diversas formas de contar la emancipación han fracasado. No es la ausencia de progreso lo que ha hecho colapsar a la modernidad, sino el ultraprogreso, tecnocientífico, artístico, económico y político, la brecha creciente entre le riqueza del norte y la pobreza del sur. Esta revolución individualista ha arrasado con valores, virtudes e instituciones.

La modernidad es un producto europeo en sus orígenes y se extendió universalmente calando hondo en los lugares donde llenó espacios vacíos por desplazamiento de las culturas aborígenes como EEUU, Australia, Argentina, etc., ante la crisis de este sistema hoy reaparecen los particularismos culturales en su momento sometidos. Es más, hoy se habla de la modernidad como la filosofía de la muerte.

La modernidad actual se trata de un estado de cosas en el que vive el hombre de los países capitalistas. Tendría la fuerza de los hechos consumados.

Las palabras acuñadas por la modernidad (futuro, ideal, proyecto, progreso) son cambiadas en la actualidad por reciclaje, relax, imagen, consumo, final de la historia.

La modernidad había significado la emancipación del individuo del sometimiento al medio familiar o social. En la actualidad se acentúa el individualismo hasta el nivel del egoísmo, en un proceso de “personalización” que abarca todos los aspectos de la vida social. No se nace individuo, sino que se llega superando la ignorancia, el desorden de los apetitos, la mezquindad del interés privado, la tiranía de las tradiciones.

Al individualismo lo acompaña la ausencia de trascendencia en especial laica de una vida consagrada a un ideal.

Este individuo establece vínculos pero está solo, entre otros individuos que persiguen su propia satisfacción. El hombre aislado, vive su existencia como perpetuo presente, con un pasado tenue y un futuro concebido como un juego de nueva necesidades y satisfacciones.

F.Fukuyama postulaba que la democracia liberal de estilo occidental habría quedado sin rivales a la vista y la historia política de la humanidad habría llegado a su fin. No habría un modelo social con pretensiones de representar una forma diferente y más avanzada de organización de la sociedad humana, asociadas a la cultura occidental del consumo sería la aspiración de todo el mundo, los fundamentalismos serían incapaces de poner seriamente en cuestión, la preeminencia de la democracia liberal de los estados más grandes y desarrollados del mundo. La poshistoria se caracterizaría por priorizar el desarrollo económico, el desentendimiento y la apatía política, la construcción de la riqueza material acelerada y la mercadización común de la política mundial, es decir más centrada en la economía que en la política. Esta cultura de la historia del presunto triunfo mundial de esta democracia y cultura de consumo, pero también de sus serios problemas sociales como el racismo, la violencia, la marginación y la droga,

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