LA POBLACIÓN DEL MUNDO Y LAS GRANDES CIVILIZACIONES
Christopher421Ensayo17 de Septiembre de 2021
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INSTITUTO POLTECNICO NACIONAL
ESCUELA SUPERIOR DE ECONOMIA
DESARROLLO DEL CAPITALISMO S. XVI-XVIII
PROF: MENDOZA RODRIGUEZ ALVARO
MORALES GONZALEZ CHRISTOPHER
2EM8
Estudios sobre el desarrollo del capitalismo
Aldo Ferrer
I. LA POBLACIÓN DEL MUNDO
Y LAS GRANDES CIVILIZACIONES
Constituye un sistema de redes en las cuales se organizan el comercio, las inversiones de las corporaciones transnacionales, las corrientes financieras, el movimiento de personas y la circulación de información que vincula a las diversas civilizaciones. Es asimismo el espacio del ejercicio del poder dentro del cual las potencias dominantes establecen, en cada período histórico, las reglas del juego que articulan el sistema global. Uno de los principales mecanismos de la dominación radica en la construcción de teorías y visiones que son presentadas como criterios de validez universal pero que, en realidad, son funcionales a los intereses de los países centrales
La población mundial ascendía aproximadamente a 500 millones de personas, de las cuales el 55% habitaba en Asia, el 20% en África, el 15% en Europa y el 10% en América. 1 las tres cuartas partes de la superficie terrestre comprendían espacios vacíos y territorios poblados por cazadores nómades y agricultores primitivos. En el resto del planeta habitaban las civilizaciones avanzadas de la época.
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Las redes de la globalización abarcan actividades que transponen las fronteras nacionales. Su peso relativo en el conjunto de la economía mundial ha crecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las actividades que se desarrollan dentro de cada espacio nacional constituyen la inmensa mayoría de la actividad económica y social. Las exportaciones representan el 20% del producto mundial del cual el 80% se destina a los mercados internos. Las filiales de empresas transnacionales generan alrededor del 10% del producto y de la acumulación de capital fijo en el mundo lo que indica que el 90% del producto se realiza por empresas locales y otro tanto de las inversiones se financia con el ahorro interno. Las personas que residen fuera de sus países de origen representan el 3% de la población mundial, vale decir, que el 97% de los seres humanos habitan en los países en los cuales nacieron.
En el plano real de los recursos, la producción, la inversión y el empleo, el espacio interno tiene un peso decisivo. Sin embargo, en la esfera virtual de las corrientes financieras y de la información, la dimensión global es dominante y contribuye a generar la imagen de que se habita en una aldea global sin fronteras. Dentro de ella los acontecimientos estarían determinados por el impacto de las nuevas tecnologías y, por lo tanto, por fuerzas ingobernables e incorregibles por la acción pública o de organizaciones de la sociedad civil. Una de las expresiones de esta postura es la teoría de las expectativas racionales según la cual los actores económicos anticipan e inhiben las decisiones del Estado que pretenden interferir en el funcionamiento natural de los mercados. Esta imagen fundamentalista de la globalización es funcional a los intereses de los países y de los actores económicos que ejercen posiciones dominantes en el orden global. En realidad, la aparente ingobernabilidad de las fuerzas operantes en el seno de la globalización no obedece a fenómenos supuestamente indominables sino a la desregulación de los mercados.
China. Por su dimensión territorial, población y actividad económica, China era la mayor potencia de la época. La dinastía Ming, instalada desde la expulsión de los mongoles en 1368, logró la unificación política y la centralización del poder en la capital del Imperio ubicada en Nanking hasta su traslado a Pekín en 1641. El territorio bajo control efectivo alcanzaba a cerca de 1 O millones de km2 y abarcaba desde Manchuria hasta la frontera con Mongolia al norte, Tíbet y Birmania al este y, al sur, la península de Indochina. El Imperio logró restablecer las bases de la agricultura y el repoblamiento de las zonas agrícolas. La construcción de la red de canales, la recuperación de tierras y la reforestación fueron los objetivos centrales de la política imperial. La agricultura constituía la fuente principal de recursos para el sostenimiento de la corte, la administración pública y el ejército.
India. A principios del siglo XVI, comenzaba en India la penetración del islam. Los invasores originarios de Afganistán conquistaron el norte del subcontinente e instalaron el Imperio moghul. Bajo el emperador Akbar (1556-1605), la política de tolerancia religiosa entre hindúes y musulmanes, la integración étnica de los invasores con la población local y el apoyo a la creatividad artística y científica configuraron uno de los grandes períodos de la historia de India. En un territorio de 3,5 millones de km2, el poder estaba disgregado entre el emergente Imperio moghul en el norte (desde Bengala hasta Kabul y Cachemira), la confederación de príncipes Marathas en el centro del subcontinente (desde la bahía de Bengala hasta Gujerat) y, al sur, los príncipes independientes que controlaban la costa Malabar del mar Arábigo y la costa Coromandel en el extremo sur de la bahía de Bengala. La existencia de tensiones entre dos grandes culturas y religiones, y los conflictos entre los soberanos de los distintos espacios políticos impidieron consolidar un poder de alcance continental y el control efectivo de una
población que ascendía a alrededor de 80 millones de personas. La agricultura era la actividad económica dominante y la tributación sobre ésta constituía la principal fuente de recursos.
Sudeste de Asia. En la misma época, Birmania, la península de Indochina, Malasia, el archipiélago malayo (las islas de Sumatra, Java, Borneo, las Célebes y las Malucas) y las Filipinas estaban bajo el control de principados independientes que dominaban espacios y poblaciones de menor tamaño relativo que el de las potencias de Oriente. Ninguno de estos principados acumuló poder suficiente para ejercer influencia en los acontecimientos de la región ni para defenderse de la penetración de China y, más tarde, de las potencias europeas. El islam y las doctrinas de Buda, Confucio, Lao-Tsé y los líderes espirituales hindúes configuraban el escenario religioso y espiritual de la subregión. Como en todas partes, la agricultura era la fuente dominante de producción y de los tributos. La aptitud de las tierras de las islas del archipiélago malayo para la producción de especias les confirió ventajas comparativas que permitieron un intercambio importante con China, Japón, India, Persia y Arabia, varios siglos antes de la primera aparición de los portugueses en el océano Índico.
Japón. La guerra civil (1478-1573) entre los príncipes feudales de Japón desintegró el Estado y la unidad nacional en un territorio de escasos 400 mil km2 habitado por 12 millones de personas. En el mar, las bandas de piratas asolaban las costas japonesas y el mar de la China. A lo largo del siglo XVI, la aparición de nuevos príncipes hereditarios Daimio y sus vasallos samuráis permitió la reconstrucción progresiva de la unidad nacional que culminó con la consolidación del shogunato de los Tokugawa. La formación de un código de ética fundado en el espíritu caballeresco, el entrenamiento militar y la fidelidad a la familia y al emperador impregnaron en profundidad la cultura japonesa. La agricultura japonesa era la fuente principal del poder de los príncipes feudales y, más tarde, del shogunato. El comercio entre las diversas islas del archipiélago japonés permitía una cierta división del trabajo entre regiones que eran esencialmente autosuficientes. El nivel tecnológico y la diversificación de la producción artesanal y manufacturera japonesa eran quizá inferiores a los de China e India.
Medio Oriente. En Oriente Medio existían dos grandes civilizaciones islámicas en conflicto. En Persia, la dinastía Safávida, de credo chiita, fundada por el sha Ismail (1502), y, al oeste, el Imperio otomano, de confesión sunita. Bajo la nueva dinastía, Persia registró un renacimiento extraordinario del arte, la arquitectura y el comercio, que culminó con el reinado de Abbas I (1587-1629). El Imperio persa contuvo la expansión de los turcos otomanos hacia el este y ejerció el dominio efectivo de la Mesopotamia y el golfo Pérsico. La posición estratégica entre el Mediterráneo oriental y Oriente convirtió a Persia en una potencia con influencia en los acontecimientos mundiales.
África. Desde las primeras culturas del período neolítico (7000-3000 a. C.), la historia de África al norte del desierto del Sahara forma parte de la del mar Mediterráneo. A comienzos del siglo XVI, la mayor parte de la región estaba bajo el control del Imperio turco otomano. En 1517, los turcos derrotaron a los mamelucos, conquistaron Egipto y extendieron su dominio hasta Túnez. Argelia estaba dominada por los corsarios bajo la soberanía turca y Marruecos era un reino independiente. El comercio, la piratería y los conflictos con los reinos cristianos de Europa y las ciudades comerciales italianas eran las principales formas de vinculación entre las civilizaciones cristiana e islámica que disputaban el dominio del mar Mediterráneo. La ley islámica y el idioma árabe eran los elementos unificadores del inmenso espacio conquistado por los devotos del Profeta y que abarcaba desde el Imperio moghul, en India, hasta Marruecos.
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