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La Relación Entre Política De Desarrollo Urbano De Una Ciudad Con Alta Actividad Industrial Y Los Principios básicos De La Naturaleza.


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2013  •  1.615 Palabras (7 Páginas)  •  6.275 Visitas

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En un momento en el que el consumo supera con creces lo que este planeta es capaz de producir, y estamos terminando con los ahorros acumulados a lo largo de su historia, habría que empezar a pensar que ha llegado el momento de hacer algo.

En el año 1996, Rees y Wackernagel proponen el concepto de huella ecológica. La introducción de este concepto, a pesar las críticas que trajo consigo, significó, sin embargo, que ya contáriamos con un instrumento que permitía cuantificar las relaciones entre territorio y consumo. Se podría definir como la cantidad de territorio de planeta que consume una determinada cantidad de población para vivir conforme a su grado de desarrollo. En el año 2000 se calculó la huella ecológica de la totalidad del planeta atendiendo a siete indicadores, y los resultados fueron espectaculares: se utilizaban alrededor de 164 millones de unidades de medida, pero la biocapacidad del planeta era sólo de 125 millones, lo que significaba un exceso del 31 %. Esto no siempre ha sido así. En realidad, esta situación es bastante reciente. Los cálculos indican que en los años sesenta del siglo XX la actividad humana consumía sólo el 70 % de lo que el planeta era capaz de producir, pero ya a principios de los años ochenta alcanzaba el 100 %.

Con ser grave el problema, habría que añadirle otro: esta excesiva explotación del medio no se lleva a cabo de forma uniforme en la totalidad del planeta. Por poner ejemplos extremos: Estados Unidos de Norteamérica utiliza el 120 % de su capacidad, mientras que Perú sólo usa el 14 %, o Gabón el 6%. A escala mundial, la huella ecológica del 77% de la población es menor que la media, y el 23% restante ocupa el 67% de la huella de toda la humanidad.

Existen, por tanto, dos problemas diferentes pero perfectamente interrelacionados: el primero se refiere a que hemos sobrepasado la capacidad de carga del planeta. Pero el segundo, cada vez más acuciante, es que esta explotación excesiva es de unos pocos a costa de otros. Esto significa que la percepción de las urgencias ha cambiado notablemente desde el año 2000, orientándose probablemente en direcciones más sociales que ecológicas.

La calidad del aire, del agua, el ruido, el soleamiento, el color de los pavimentos, o la cantidad de zonas verdes o espacios libres por habitante fueron el problema central del urbanismo durante muchos años. Si nos fijamos en la ciudad que produjo la revolución industrial nos daremos cuenta que fue precisamente la higiene urbana y los principios higienistas los que originaron el urbanismo que hoy conocemos. Para resolver estos problemas de higiene urbana se inventaron la expropiación, la reparcelación, las plusvalías, el planeamiento o los estándares. Se trata de un viejo problema con ya más de dos siglos, que ya está resuelto desde el punto de vista técnico, político y social. Esto no quiere decir que esté bien resuelto. En buena parte de los casos, las soluciones a los problemas ambientales se producen consumiendo todavía más. Es decir, volviendo todavía más complicada la situación del planeta.

La urbanización (no se puede hablar ya propiamente de ciudad en el sentido tradicional) se apodera del territorio, y ahora los quistes son las escasas áreas de suelo natural (más o menos natural) que se cercan, vigilan y resguardan de un medio hostil y depredador como es el medio urbano. Está claro que esto no pasa en todo el mundo, pero es una tendencia manifiesta en los países más desarrollados. Por tanto, aunque más reciente, es un problema también antiguo. Podríamos decir que es un problema del siglo XX. Aparecen instrumentos de planeamiento territorial y sectorial (declaraciones de impacto ambiental, planes de ordenación de recursos naturales, etc.) que, de alguna manera, tratan de contener la voracidad urbanizadora del planeamiento urbanístico.

El primer reto que empieza a definirse claramente en el comienzo del nuevo siglo es bastante fácil de enunciar: globalmente y en el estado actual del conocimiento humano, el mundo no puede seguir desarrollándose más si desarrollo se hace igual a consumo. Hemos superado nuestras posibilidades y estamos viviendo de los ahorros. Ahorros que, sin aumentos de consumo, nos permitirían mantener el status quo actual entre 25 y 30 años más. Teniendo claro que este status quo significa que una parte importante de la población del planeta está en los niveles de supervivencia. Esto está fuera de toda duda y no es catastrofismo ni alarmismo. Es, sencillamente, la evidencia.

Independientemente de otras soluciones, más políticas o sociales -que tienen que ver con la educación y con cambios en el sistema de valores y en las pautas de comportamiento, desde un punto de vista técnico, lo que podemos hacer es inventar. Conseguir más con menos. Aprovechar hasta el límite nuestras posibilidades consumiendo menos energía, menos materiales, menos suelo; contaminando menos; sin pretender llevar el orden urbano hasta el más pequeño rincón del planeta. Se pueden plantear algunas pautas, como: controlar el consumo de suelo, evitar la dispersión, fijar estándares y densidades máximos

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