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La democracia mexicana: ¿setenta años para esto?


Enviado por   •  23 de Agosto de 2021  •  Tareas  •  1.369 Palabras (6 Páginas)  •  46 Visitas

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Ideas | agosto 09, 2017

La democracia mexicana: ¿setenta años para esto?

Héctor Chavez | Democracia 

En México los primeros años del siglo XXI cuentan ya con su primera decepción consensuada: la democracia. Fue a finales del siglo XX, en los últimos veinte años del gobierno del PRI, cuando se comenzó a especular y a discutir acerca del porvenir del país si transitaba a la democracia. Se decía que esta traería bajo el brazo prosperidad, justicia social, crecimiento económico, menor corrupción y paz. La discutida, esperanzadora e intrigante alternancia llegó la noche del domingo 2 de julio del año 2000. Diecisiete años después, y sin los resultados esperados, varios académicos han hecho un corte de caja sobre el desempeño de la democracia mexicana y han encontrado en varias de sus características causas por las que no se observan dichos resultados. ¿De verdad el problema, como dice Enrique Krauze, fue la ingenuidad generalizada acerca de los efectos de la democracia? O, como señala Héctor Aguilar Camín, ¿son los componentes de la democracia, tales como la aversión a la mayoría absoluta y su apuesta a la pluralidad, los que han impedido los resultados esperados? Frente a dichas encrucijadas me propongo analizar qué es lo que es dable esperar de la democracia mexicana basándome en las condiciones políticas y sociales del país. Y presentaré una explicación alternativa acerca de por qué la democracia en México no ha alcanzado lo que se especulaba a finales del siglo pasado.

En una democracia una mayoría elige a sus representantes, quienes contienden en un proceso de reglas claras y parejas y en el que no se tiene la garantía de quién será el ganador. Con la aparición de la alternancia en el 2000, pareciera que ambas características fueron alcanzadas. Krauze atribuye la inconformidad con la democracia a su falta de capacidad para inhibir tres cosas: la corrupción, la impunidad y la violencia. Corrupción enraizada en el sistema priista del siglo XX y que creímos que vía la alternancia iba a desaparecer, pero que hoy se percibe peor. Impunidad que si antes de la alternancia se encarnaba en forma de burocracia enriquecida injustificadamente y elecciones robadas, ahora la percibimos por medio de una mansión del presidente ―comprada a un contratista del gobierno― en una de las zonas más exclusivas de la capital del país y gobernadores con cuentas ‒y casas‒ en el extranjero, hoy prófugos de la justicia. Violencia que ha alcanzado ya los doscientos mil muertos por una guerra que nadie pidió. Sin ningún partido con la victoria en la bolsa y con un proceso confiable y repetido de elecciones es lógico esperar que la democracia tenga la capacidad, por sí misma, de impedir dichas patologías.

Sin embargo, en México el cambio de partidos en el poder y las transformaciones que conlleva no se han reflejado en el terreno institucional. Es decir, el país cuenta, sin importar el régimen presente, con una configuración institucional que suele permitir y fortalecer la corrupción, la impunidad y la violencia. Por lo que son las instituciones mexicanas en democracia y no la democracia las que presentan huecos, fallas, parálisis y una manipulación selectiva del cumplimiento.

Podría pensarse, siguiendo a Aguilar Camín, que la falta de transformación necesaria de instituciones se debe a que la democracia mexicana ha culminado en gobiernos minoritarios en el Congreso debido a una aversión a las mayorías absolutas, heredada de la época del partido hegemónico, y en una fragmentación política que debilitó a los partidos grandes. Hagamos una pausa para hablar del disenso provocado por la ausencia de mayorías que se menciona.

No resulta sencillo hablar de disenso y falta de acuerdos en un contexto en el que el presidente propone a un amigo para ocupar el cargo de procurador de la República, es decir, el encargado de la investigación y persecución de delitos federales en todo el país, y es aprobada en un par de horas por el Senado con ochenta y un votos a favor y tres en contra; sin discusión en el Pleno. Más difícil resulta aún encontrar fragmentación política si la legislatura pasada en la Cámara de Diputados aprobó cuarenta y siete de cincuenta y dos iniciativas mandadas por el presidente.[I] Antes que una fragmentación, parálisis o debilidad, lo que se observa es que podríamos estar frente a una ‘cláusula de gobernabilidad artificial’.

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