Esto Es La Democracia? !No Gracias!
epicuroji8 de Marzo de 2014
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¿Esto es la democracia? ¡No gracias!
En nuestro afán de fomentar el humano tesoro de conciencia vigilante, pretender apuntar algunas reflexiones sobre la democracia, un concepto permeador de tantas historias particulares y grupales, nos obliga a remontarnos, aunque brevemente, a sus orígenes mismos. Por sugerencia etimológica, democracia es el poder del pueblo (del griego: demos, “pueblo” y kratos, “poder”). Definición esta ampliada modernamente por Abraham Lincoln, quien en 1863 la definió como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Aunque la historia da cuenta de Clístenes como su más remoto propulsor, es claro que su instauración en Atenas (507 a.C.) sólo marca el inicio de un largo proceso de depuración y consolidación de un sistema de gobierno que pese a sus múltiples cambios y revoluciones, a sus muchas desfiguraciones y acomodaciones, sigue posibilitando, más que cualquier otro, la participación del colectivo. Es justamente por lo que hoy la consideramos la mejor forma de gobierno posible (“la menos mala” afirmaba Churchill). De ahí la necesidad de conocerla mejor; lo que habrá de llevarnos a su revalorización en función de los principios que configuran su esencia y razón de ser y, por consiguiente, al mejor uso de nuestros derechos y deberes como condiciones inherentes a ésta.
Ahora bien, dicha revalorización sólo es posible sobre la base del desenmascaramiento de actores y situaciones que montados en el tren de la democracia hacen ver como productos inevitables de ésta, actitudes y prácticas que la riñen en esencia. Sólo así iremos ganando méritos suficientes para acceder a la mayoría de edad ideológica y política y, por ende, a la cedulización de nuestro ser y hacer en la sociedad.
No obstante dicha necesidad, vemos con pesar que en la actualidad la creciente anomia ideológica ha ido posibilitando la quiebra de los paradigmas, la cual abarca todos los dominios. Semejante realidad se presenta con fuerza esteroidea en el macro-campo de la política. Aquí la confusión de las funciones es total: la política es cada vez menos ciencia, pasión y compromiso, y más un circo de advenedizos patrioteros: merengueros, comediantes y señoronas sustituyen a los otrora protagonistas del quehacer político. No es cosa fácil, por ejemplo, hoy diferenciar entre empresario o político, entre legislador u oportunista,… o entre el presidente o dios. Confusión esta que parece legitimada por las “libertades” y garantías de una democracia mal aplicada que favorece un conjunto de vicios atentatorios con la dignidad misma de los llamados “ciudadanos”. Una “democracia” en la cual hasta el derecho a la libre expresión y al voto, lo último que quedaba en pie, han ido siendo apolillados por el suero sistemático del populismo, tráfico de influencias, nominillas, dependencias laborales,… puesto en las conciencias mismas de los “ciudadanos”. Una versión de la democracia que le sirve de cordón umbilical a una corrupción tanto más peligrosa en cuanto que, para obtener mayor seguridad de triunfo en su afán de lucro desmedido constantemente se hermosea con el colorete de la benevolencia (ayuda a los necesitados) que legitima. En definitiva, una democracia que se presenta con el rostro de la más atroz dictadura cuando, los que se suponen sus garantes, obligan, mediante mecanismos diversos a las gentes a tomar decisiones con el ombligo, ignorando su dignidad de ciudadanos y hasta de personas. Se trata, por tanto, de una democracia que se desvirtúa renegando de su misma esencia y razón de ser.
Hechas estas observaciones que dan cuenta, de la manera mas sucinta que nos ha sido posible, de algunos de los usos y aplicaciones caricaturescas fruto del extravío de la razón primera de una forma de gobierno que, como la democracia, surge para garantizar el bien común, entendido como la suma del bienestar de cada individuo,
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