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“La desigualdad social, ¿genera mayor criminalidad?”

marcial444Apuntes12 de Abril de 2017

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MAGISTER EN PREVENCIÓN, SEGURIDAD CIUDADANA Y POLÍTICA CRIMINAL, UAH

CURSO

INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA

PRIMERA PRUEBA

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PROFESOR  FRANZ VANDERSCHUEREN

ALUMNO: MARCIAL LAGOS MAC-IVER, marcial.lagos@gmail.com; mlagosm@investigaciones.cl 

Tema: “La desigualdad social, ¿genera mayor criminalidad?”

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Santiago, Chile

17 de Junio de 2016.

ÌNDICE

                                           

  1. 1. Introducción                                                         1
  2. 2. La Desigualdad                                                        2

  1. 3. La Violencia y Delincuencia                                        4

4. Conclusión                                                                7

5. Bibliografía                                                         8

INTRODUCCIÓN

Comenzaré por la pregunta que nos planteamos en el presente trabajo, esto es, La Desigualdad Social ¿Genera mayor criminalidad?. Abiertamente, genera una gran discusión la pregunta, donde trataré de desarrollar en términos de afirmación o negación, tratando de explicar el fenómeno de la desigualdad social y como ésta afecta a la criminalidad en mayor o menor resultado, lo que sin duda al término de esta presentación podremos afirmar que, al tenor de las teorías que hemos estudiado, la respuesta será su afirmación, la desigualdad social afecta de manera significativa en generar mayor criminalidad, explicando el concepto de barrio, población, desigualdad social, distribución de riquezas, urbanización y poblamiento, que si bien pudieran verse expuestos a mismos parámetros, son parte de un mismo objetivo común, el cual es tratar de analizar y comentar cómo y de qué manera la desigualdad social afecta la criminalidad y el control social como una herramienta de trabajo para explicar el fenómeno.

LA DESIGUALDAD

El término desigualdad social hace referencia a una situación socioeconómica en la que un grupo o minoría recibe un trato diferente por parte de otro individuo o colectivo con mayor poder social. Las causas de la desigualdad social pueden deberse razones culturales, religiosas, étnicas, de género, entre otras.

La desigualdad se manifiesta en muchas ocasiones a través de aislamiento, marginación y discriminación. Las desigualdades abarcan todas las áreas de la vida social: diferencias educativas, laborales, e incluso pueden llegar a convertirse en diferencias judiciales.

Históricamente las desigualdades sociales tienen un fundamento natural, basado en las distintas habilidades, recursos y aptitudes de los seres humanos. Sin embargo, la lucha contra la desigualdad debería orientarse a conseguir una sociedad en la que todos los individuos de un país pudieran disfrutar de los mismos derechos como ciudadanos.

El problema de la desigualdad ha ido tomando un lugar central en los lineamientos políticos de las agendas de los organismos internacionales a la hora de pensar la implementación de políticas sociales en América Latina. Desde fines de los años noventa, los documentos que diversos organismos internacionales publicaron comienzan con una aseveración contundente: “América Latina es la región más desigual del planeta (lo que podemos hacerlo valer para la realidad chilena) (Banco Mundial 2006a; Banco Mundial 2006b; CEPAL 2003; CEPAL 2007; CEPAL 2010; PNUD 2010).

De esta manera, los documentos comenzaron a desplazar la mirada de la “pobreza” como definición de la cuestión social que había orientado las políticas sociales desde mediados de los setenta, para instalar a la “desigualdad” como categoría experta para su diagnóstico. Esta afirmación sostiene dos puntos de partida: por un lado, que existen lineamientos políticos que desde algunas instituciones buscan orientar el modo de intervención en la política social de los países y que entendemos, inciden en las decisiones que cada gobierno produce dentro de la escala nacional. Por otro, que el denominado “problema de la desigualdad” no ha sido siempre la noción articuladora de aquellas intervenciones políticas, lo cual constituye una novedad, considerando que si bien anteriormente se reconocía la desigualdad que generaba el paradigma focalizador, la cuestión a ser resuelta era la de pobreza y no la propia desigualdad (Minteguiaga 2009: 51).

Hay consenso entre los actores sociales en cuanto a que el objetivo del desarrollo es proporcionar oportunidades a toda la población para que alcancen su realización como seres humanos, lo que implica satisfacer plenamente, entre otras, sus necesidades básicas de educación, salud, nutrición y vivienda, y participar libre y activamente en la construcción de la sociedad.  Por tanto, el crecimiento económico logrado por la mayoría de los países no se ha traducido en un mejoramiento de las condiciones y calidad de vida de toda la población.

Las estrategias de desarrollo aplicadas no han conseguido distribuir de manera equitativa los beneficios del crecimiento.  Las brechas entre el ingreso per cápita y el valor de la línea de la pobreza, que oscilan entre el 80% y el 40% dependiendo del nivel del producto per cápita de los países, son una medida de los márgenes existentes para lograr reducciones en los niveles de desigualdad y pobreza, así la persistencia de profundas desigualdades sociales y la masividad de la pobreza absoluta son indiscutiblemente  los principales problemas que afectan a las sociedades latinoamericanas en la actualidad.  Dichos problemas, que con distintas intensidades y características específicas han acompañado el desarrollo de la mayoría de los países de la región, parecen inherentes a condicionamientos históricos de la formación de las sociedades nacionales y al patrón de desarrollo seguido de ellas.  De allí los esfuerzos tendientes a mejorar las condiciones de vida y disminuir las desigualdades constituyen un desafío de gran envergadura.

Entre los principales factores estructurales asociados a la desigualdad y la pobreza, se reconocen la escasa difusión del progreso tecnológico, el bajo nivel educativo de la población (capital humano), el insuficiente dinamismo que registra la demanda de fuerza de trabajo en los sectores modernos de la economía, sumado a la concentración del patrimonio físico y financiero, así como otros factores, como las condiciones y niveles de vida de las familias y personas que están asociadas principalmente a su disponibilidad de recursos y a las oportunidades de utilizarlos para generar ingresos.  Por tanto, podemos concluir que, no se ha podido revertir la tendencia histórica de desigualdad y pobreza, sino que, por el contrario, esta situación ha tendido a estancarse e incluso a agravarse en los últimos años. (Condiciones de vida y desigualdad social.  Una propuesta, pág 55.)

VIOLENCIA Y DELINCUENCIA

Existe consenso respecto de que la violencia y la delincuencia perturban la vida de las personas. El grado de afectación difiere de acuerdo a una serie de elementos, tales como el haber sido víctima de un delito, si -en caso de ser víctima- se trató de un delito violento, y de los medios de los que se dispone para tomar resguardos y buscar la reparación y protección que se estima necesaria para recobrar los espacios que se ven afectados. Pese a los mitos que existieron durante muchos años, que afirmaban que la delincuencia era un tema que preocupaba principalmente a las personas que tenían un mejor nivel socioeconómico, la evidencia acumulada ha demostrado, enfáticamente, precisamente lo contrario.

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