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Lima


Enviado por   •  23 de Junio de 2013  •  Informes  •  508 Palabras (3 Páginas)  •  285 Visitas

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Saliendo de Lima, por la carretera Panamericana, nos encaminamos por la línea costera, muy cercana al mar.Los valles se deslizan uno tras otro, Pachacamac, Chilca, Lurín, Mala, Bujama, Cerro Azul, Cañete, verdes cuadriláteros bien trazados testimonian a los laboriosos agricultores, cuadrillas disciplinadas, diligentes que imaginamos inclinados sobre cada plantón, ¿de qué? cebollas, maíz, espárragos, coliflores, brócolis, nabos… y, también, trepando en pequeños andamiajes, las parras enanas muy cercanas al suelo… de vez en cuando,algodón, en cantidad mucho menor, es cierto;antes, copaba los campos, era casi el único cultivo que se extendía por la costa.

Al valle de Cañete, ubérrimo desde siempre, le sucede el de Chincha, ambos tradicionales proveedores de la capital.A la vera del camino, tinglados de esteraofrecen los frutos de la tierra: camotes, manzanas, uvas, aromosos melones y rotundas sandías amontonadas en el suelo.Si la fruta no te invita, lo hacen los tamales, las humitas. En Mala, las chapanas de yuca envueltas en hoja de plátano, olos chicharrones listos en sus peroles. Subimos la larga y empinada cuesta, atrás el prado llega hasta el margrisáceo que espejea bajo el sol. Estás en lo alto, la carretera corre lineal con el océano a la derecha. Una suave brisa marina, y si no es verano, te puede esperar unatenue neblinaque enjabona la pista de asfalto; los choferes le temen. Encienden faros, porque no ven más allá de sus narices… con la fina garúa empañando los vidrios, avanzan cautos, lentamente. Es preferible viajar de día.A la vista, la larga playa, olas altas reventando nítidas, arrastrándose sobre la arena, disolviéndose en espuma.Los chinchanos la han llamado Hawaii, pero con “j” española: Jahuai.Un giro a la izquierda nos encauza hacia la campiña.A ambos lados, prados cultivados.Atravesamos la ciudad; ahí quedan las vivanderas con sus tentaciones: vino, maní, nísperos, potos de frejol colado, vinos no tan confiables…, alfajorcitos y otras delicias. Otra vez el campo, extendidas sabanas de pulcros retazos cultivados; de repente, intensos coloridos lechos de marygold, otros verdes de espárragos o alcachofas.Grupos de vacas por aquí, algún lento pollino por allá y un hato de cabras que sigue un chiquillo indolente.Bicicletas, niños, tal vez una sencilla procesión pueblerina con velas y cantos lleva al santo patrón a dar una vuelta por ahí., o una huaylía de negritos tintineantes,atrás el caporal cara de chivo latiguea al aire el fuete.

Perdemos de vista al mar, pero aún está ahí;por momentosreverbera desteñido a lo lejos. Pisco,tierra amarillenta humedecida de brisa, cargadas palmeras que arrastran hasta el suelo escobas datileras, medio solitarias, medio abandonadas (¿tienen dueño?) sus siluetas se recortan contra el cielo gris, sin lomas ni cerros, solas, aunque detrás, más allá, hacia el mar, los totorales y el vuelo de patos silvestres hacen presumir

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