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Los hilos la mantenían atada a la pared evitando que ejerciera cualquier movimiento


Enviado por   •  6 de Mayo de 2018  •  Reseñas  •  2.204 Palabras (9 Páginas)  •  78 Visitas

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Los hilos la mantenían atada a la pared evitando que ejerciera cualquier movimiento; su frente estaba cubierta de sudor producido por el esfuerzo que hacía ignorando las pinzas puestas a carne viva en su espalda. Sus castañas hebras caían en ondas pulcras hasta por debajo de la mitad de su espalda, sus labios estaban pintados con el fino brillo dado por su creador, de sus ojos surcaban ligeros detalles del delineador haciendo cierta forma de motivos y su rostro completamente sin expresión observaban el espejo que su dueño puso en frente.  “Latelya” Escuchó hace mucho que el hombre de gruesos labios pronunciaba, con tanto amor y cariño que la hizo sentir viva; los datos humanos decían que ella media ochenta centímetros. Era menuda, delicada y sus rasgos sin expresión resultaban tiernos para quienes la miraban. El vestido abrazaba a Latelya como si se tratase de una segunda piel, con la espalda descubierta para colocar los ganchos que evitaban su caída del gran estante.

La campanilla sonó y sus oscuros ojos con sigilo buscaron al locutor; era diferente, ella lo sentía diferente. Ambas personas avanzaron hasta el estante que separaba la tienda de donde Latelya se encontraba. La chica era pequeña, a comparación del chico que la pasaba por muchas cabezas; le daba miedo, los dos al decir verdad o todo en general para ser exactos. La pequeña muñeca temía a nuevas presencias, aunque le hacían tener la esperanza de que la notaran, sólo por curiosidad. Diez años al lado de su creador incluso apreciándolo era aburrido, siempre el mismo rostro, se sentía sola, sobre todo luego de haber sido postrada allí, lejos de sus hermanos, ¿hace cuánto no veía a HakYeon?

 ¿Buenas?  ¿Se encuentra “Burns To Fly”?  la chica preguntó inclinándose sobre el mostrador con curiosidad.

La tienda artesanal era muy conocida en el distrito Gangnam, aunque destacaba por no ser de grandes lujos, su belleza dejaba consternados a quienes se adentraban. En antiguas ocasiones llegaron a ofrecerle un local a su dueño en HongDae por su motivo, sin embargo, Burnscomo se hacía llamar se había negado. Todos desconocían su verdadero nombre, el hombre era aferrado a sus obras de arte, las amaba, cuidaba y prestaba con tiempo de devolución, a todas  excepto a una: su amada Latelya. La muñeca estaba ubicada en el centro detrás del mostrador. Provocaba escalofríos en cuanto la mirabas, era como si ocultara un secreto tras el ligero rubor y su coronilla.

Burns to Fly resultaba ser un hombre joven de 26 años y con su alta figura salió de su taller tras la tienda con su delicada sonrisa. En sus brazos se hallaba su próxima creación, con treinta centímetros los cabellos negros brillaron sobre la muñeca. Los jóvenes se sintieron atraídos al verlo, era la reacción que sus muñecas recibían de los clientes. Acomodó sus gafas dejándola con cuidado sobre la silla tras la caja; Burns los recibió de manera cordial invitándolos a hablar.

― Eh, sí, ¿me ayudas SolJi? ― sugirió el pelinegro.

SolJi puso los ojos en blanco al ver que su amigo había perdido el sentido observando a la muñeca en el estante, prosiguió rodando los ojos cansada.

― Un gusto Born-ahjussi, soy Lee SolJi, encargada de la próxima feria de arte que se llevará a cabo en HongDae la semana que viene; de parte de “Kim’s Factory” quisimos venir en persona a ofrecerle un lugar en la exposición. Además, con su participación se le garantiza un buen lugar y cuidado para. . . ―volteó con cuidado a ver la muñeca que su compañero observaba― su arte.

En el momento que la pelirroja culminó, Burns frunció el ceño. El hombre era demasiado territorial y en muchas ocasiones sus “hijos” casi fueron raptados en esas cosas. Se situó justo frente ella con su imborrable sonrisa.

― No quiero ser irrespetuoso, SolJi-ssi, pero me tomaré el atrevimiento de denegar su propuesta. Mis clientes son exclusivos y nunca asisto a ese tipo de eventos ― se inclinó de hombros―. De todos modos, agradezco su interés.

Latelya no podía atar la razón por la cual su padre denegara tan buena oferta. Todas las BJD’s que estaban allí, sabían los mucho que le costaba a su dueño mantenerlas, más que todo estaban agradecidas por el benefactor que cada dos semanas le apoyaba. Aún así, con sus oscuros ojos mostrando frustración, Latelya esperó que los humanos salieran de la tienda, aunque estaba segura que regresarían, los jóvenes eran más persistentes que los mayores. Cuando el sonido la hizo estar segura, ella se materializo por su cuenta a la jovencita de metro setenta que era en su otra forma. El dolor laceró y cegó sus sentidos durante breves segundos en los cuales debió tomar profundas bocanadas de aire. Estaba a su lado y lo abrazó como hija a padre intentando controlar su frustración, claramente en vano.

― Padre es un tonto, ¡¿cómo se le ocurre?! ¡Podría ser de ayuda!

Quejas y quejas dejaban los labios de la muñeca más que enfadada con su creador; Burns aguantó una carcajada colocando a JeongMin sobre la mesa atrayéndola a ella hasta la silla sentándola sobre sus piernas. Acarició sus perfectas ondas con cuidado mirando con ternura a la más querida de sus creaciones, su primera creación. Hace diez años, cuando en el ático de su casa la encontró empolvada y muy diferente, casi sin cabellos y carente de brillo. Tan sólo mirarla le traía hermosos recuerdos al hombre, su amor la había hecho cobrar vida y la tenía allí, como una jovencita caprichosa que se molestaba cada vez que él se negaba.

― Te lo he dicho, Laly ― murmuró cansado pasando su diestra por la suave mejilla―, ellos sólo los ven como juguetes y odio que no puedan captar su verdadera esencia―la aprisionó entre sus brazos.

Ella, un poco más calmada se acomodó dejando que el calor de su padre la tranquilizara ― pero es muy injusto, papá, tú necesitas esos ingresos, ¿por qué no me prestas de nuevo a . . .

― No.

Fue certero, casi frío y Latelya supo que hizo mal en siquiera pensarlo. Un año atrás, él había tenido la confianza de prestarle a la muñeca a su medio hermano; todo llegó a marchar bien y por el tiempo Burns recibía ingresos, pero el chico cometió el error de enamorarse de la muñeca provocando que su muy enfurecido creador lo mandara lejos retomando a su pequeña, como castigo, Laly había tenido que vivir desde entonces con aquellas pinzas que provocaban heridas curables con la magia al tomar su forma humana.

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