Mujeres Sufragistas
7908914827 de Septiembre de 2013
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Mujeres Sufragistas
Más que la emisión del voto, las salvadoreñas han tenido que luchar muy duro para ganar espacios políticos. Ahora es más visible su presencia en la vida pública, desde la dirección municipal hasta diputaciones y magistraturas.
SALVADOREÑAS EN LA POLÍTICA
A participación de las mujeres en la política se ve mejor reflejada en la Asamblea Legislativa y en algunas magistraturas de la Corte Suprema de Justicia.
En diciembre de 1951, Aída Morales fue designada como la primera tesorera municipal del país. Al año siguiente, en Berlín (Usulután), fue propuesta Rosaria Lara viuda de Echeverría, quien se convirtió en la primera alcaldesa electa de El Salvador.
Pronto la siguió, en diciembre de ese mismo año, la designación de Matilde Ponce como vicecónsul salvadoreña en Nueva York.
Por primera vez en la historia salvadoreña, las mujeres pasaban a ser electoras y también sujetos de elección para cargos públicos, aunque eso aún estuviera sometido a decisiones arbitrarias del poder ejecutivo y del partido gobernante. Más de alguna vez destituyeron o sustituyeron a mujeres en las planillas electorales o en el ejercicio de sus cargos de elección popular, con lo que en varias ocasiones se puso en peligro el frágil diálogo logrado entre las entidades políticas y las ciudadanas organizadas. Pero las mujeres ya no estaban dispuestas a
volver a quedarse calladas.
¡Nunca más!
Tras ser promulgada la Constitución de 1950, varios grupos de mujeres emprendieron de lleno la actividad política partidaria. El instituto político que más provecho obtuvo del sector femenino nacional fue el Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), surgido tras la revolución del 14 de diciembre de 1948, que derrocó al general Salvador Castaneda Castro, conocido por el mote popular de “Mica polveada”.
El PRUD propuso a Adela van Severén viuda de Contreras para que fuera la primera alcaldesa de Santa Tecla (1955), mientras que en junio de 1955 autorizó para que la municipalidad de la ciudad de San Salvador fuera presidida y administrada a plenitud por la regidora Blanca de Méndez, debido a que el alcalde titular se encontraba fuera del país.
Al proliferar las asociaciones de mujeres universitarias y profesionales, los partidos políticos comenzaron a fijarse en profesoras, ingenieras y estudiantes para que aparecieran en sus nóminas electorales, las que entre 1956 y 1962 llevaron a ser electas como alcaldesas a ciudadanas de Zacatecoluca, San Antonio Masahuat, Chinameca, San Miguel, Berlín, San Rafael Oriente, San Rafael Cedros, San José Guayabal, Dulce Nombre de María, San Martín,
Tonacatepeque y Colón.
Otras mujeres más desempeñaron cargos como regidoras en Sonsonate, Cojutepeque, San Francisco Gotera, Jucuapa, Quezaltepeque, Panchimalco, Coatepeque, Santiago Nonualco, San Agustín, San Juan Opico, Atiquizaya, Tacuba, Nejapa, San Vicente, Santa Ana, Concepción Ataco, Usulután y otras poblaciones.
Para los mismos años, algunos puestos de la Asamblea Legislativa fueron ocupados por la sufragista Rosa Amelia Guzmán de Araujo, la profesora Antonia Portillo de Galindo, la médica Dra. María Isabel Rodríguez, la exalcaldesa temporal capitalina Blanca Alicia Ávalos de Méndez, la ingeniera Concepción Giammattei, Margoth Muñoz de Burgos y Juana Cáceres de Vides.
Pese a ello, la cuota política para las mujeres siempre fue insuficiente, pues nunca pasó de tres puestos legislativos por elección, por lo que, en julio de 1958, durante el primero de sus dos períodos legislativos (junio de 1958-mayo de 1962), la diputada Portillo de Galindo elevó su voz y protestó por la poca importancia que se le daba al papel femenino al momento de tomar las grandes decisiones
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