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Nuetra America Y Su Formacion


Enviado por   •  28 de Enero de 2013  •  1.531 Palabras (7 Páginas)  •  329 Visitas

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A medida que la burguesía se adhirió a las movilizaciones en pro de la democracia y bregó por tomar su conducción, ella estimuló esos movimientos a apurar sus especificidades y aún su corporativismo, como forma de alejar a las masas de la lucha política general. La manera como, en Brasil, ella alentó con una mano el desarrollo de esos movimientos, mientras con la otra llevaba al fracaso la campaña por el restablecimiento de las elecciones presidenciales directas (el llamado movimientos por las "directas-ya"), ilustra elocuentemente la táctica empleada por la burguesía latinoamericana para asumir el liderazgo de los procesos de democratización.

De consuno con el imperialismo, la burguesía acabó por lograr su objetivo. La hegemonía de esa alianza se ha traducido en la implementación de un proyecto de corte democrático-liberal. Desde el punto de vista de la reconstrucción democrática, ese proyecto enfatiza el papel del parlamento, instancia en donde la burguesía puede con facilidad obtener mayoría, directamente o, lo que es más frecuente, a través de la élite política a su servicio. En relación

al papel del Estado en la vida económica, el proyecto burgués-imperialista abraza al neoliberalismo, con el fin de adecuar la economía latinoamericana a los intereses de los grandes centros, privatizar el capital social que se encuentra en la esfera pública y limitar la capacidad de intervención en la economía de que dispone el ejecutivo, ya sea transfiriendo parte de sus atribuciones al parlamento, ya sea apropiándose la burguesía misma de la otra parte, en nombre de supuestos derechos de la iniciativa privada.

Ese proceso se encuentra todavía en curso y choca con muchas resistencias. En efecto, si es cierto que el modo como se ha desarrollado el movimiento popular se ha constituido en obstáculo a su plena afirmación política, le proporciona empero las premisas para una estrategia de lucha por el poder y para un proyecto nuevo de sociedad. Al lado de sus organizaciones tradicionales, como los sindicatos, el movimiento popular cuenta hoy con órganos de todo tipo, que ha debido crear para asegurar su derecho a la educación, al transporte, a la vivienda, al abastecimiento de alimentos, luz y agua, los cuales le confieren un tejido mucho más denso que en el pasado y una capacidad insospechada para comprender, manipular y controlar los complejos mecanismos de producción y circulación de bienes y servicios. Por ello, cuando la burguesía plantea un modelo de sociedad que transfiere esos mecanismos y su control al mercado y al parlamento, instancias donde ella reina soberana, el movimiento popular puede contraponerle su propio esquema

de régimen social, basado en la organización de las masas en función de sus intereses inmediatos y en su participación directa en las instancias pertinentes de decisión.

La experiencia de los pueblos latinoamericanos les ha enseñado que la concentración de poderes en manos del Estado, cuando éste no es suyo, apenas lo refuerza en tanto que máquina de opresión de la burguesía. Debilitarlo hoy, restarle fuerza económica y política interesa, pues, al movimiento popular, siempre que ello implique transferencia de atribuciones y riqueza no a la burguesía, sino al pueblo. Así, el fin de la política proteccionista es visto con benevolencia. Respecto a las privatizaciones, el movimiento popular —sin perder de vista que la propiedad pública siempre es más permeable a sus demandas que la privada— se orienta hacia la propuesta de un área social regida por el principio de la autogestión y de la subordinación de los instrumentos estatales de regulación a las organizaciones populares.

En la lucha por su propuesta democrática, el movimiento popular ha avanzado considerablemente en su capacidad de concretar alianzas y aglutinar amplios sectores de la población. Desde fines de los 80, los procesos electorales, en México, en Brasil, en Argentina, en Perú, en Venezuela, han mostrado un claro avance de las fuerzas progresistas. El que, en la mayoría de los casos, los gobiernos resultantes de esos comicios hayan asumido la defensa de intereses ajenos al pueblo es harina de otro costal. Ello ha implicado un divorcio creciente entre las élites políticas

y las masas, llevando a que el proyecto democrático-liberal se vuelva cada vez más cuestionado.

La tarea central de la izquierda latinoamericana consiste en formular una alternativa viable a ese proyecto y hacerlo junto y con las masas. En ese contexto, habrá que rescatar las conquistas históricas que las masas han logrado ya, en el seno de la sociedad burguesa, y plasmar nuevos institutos jurídicos y normas de vida, que correspondan a una sociedad superior. La izquierda tendrá que alcanzar, sobre esa base, su unidad, descartando de antemano los planteamientos dogmáticos y sectarios que hacen de esa unidad un punto de partida, para, a la inversa, poner al pluralismo político e ideológico como criterio fundamental

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