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Somos los reyes del mundo


Enviado por   •  4 de Mayo de 2014  •  7.858 Palabras (32 Páginas)  •  781 Visitas

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1 Somos los reyes del mundo (21)

Sobre la luna redonda se dibuja la silueta de un gato sin cabeza que cuelga amarrado de las patas. En el

piso, en una ponchera, se ha recogido la sangre. Ahora caen solo gotas de manera intermitente y pausada.

Cada gota forma al caer pequeñas olas que se crecen hasta formar un mar tormentoso. Olas que se agitan

al ritmo del rock pesado que se escucha a todo volumen. A un lado está la cabeza, que todavía mira con sus

ojos verdes y luminosos. Quince personas participan silenciosas del ritual. Al fondo está la ciudad.

En una copa se ha mezclado sangre caliente con vino. Sangre de gato que trepa muros, que salta con

facilidad de una plancha a otra, que camina sobre sus almohadillas silenciosas por los filos de los tejados,

que se escurre con facil ¡dad entre las sombras de la noche. Sangre félina que impulsa a saltar sobre la

presa con destreza y seguridad. Sangre que convoca extrañas energías y acelera el alma. (23)

Al recuerdo de Toño vienen disparadas las imágenes de su ritual de iniciación en una de las bandas

juveniles, allá en un barrio alto de la comuna nororiental. En su sueño febril y agonizante vuelve a verse en la

plancha. En el mar de luces de la ciudad se dibujan formas caprichosas. Brindan para sellar el pactó

colectivo, sobran las palabras porque conocen el compromiso, la ley, los premios y el castigo. En adelante

todos responderán por todos, serán como un solo cuerpo. Serán los reyes del mundo.

Ahora Toño se encuentra en el pabellón San Rafel del Hospital San Vicente de Paúl. Un pabellón de guerra

que se mantiene rebozado de heridos y futuros muertos, víctimas de una guerra desproporcionada, que sin

frentes definidos camina día y noche las calles de Medellín. Un martes, hace ya tres meses, le pegaron un

changonazo cuando se iba a subir a un colectivo en el barrio. El tiro de regadera le perforó el vientre, y lo

puso a bailar entre la vida y la muerte. A sus veinte años Toño ha frentiado muchas veces la muerte, pero

nunca la había sentido tan cerca. Sabe, aunque no lo diga, que este es su final.

Su cuerpo está menudo, el rostro pálido y los ojos negros perdidos en unas grandes cuencas. Con voz

tranquila empieza a contarme su vida, mirándose hacia adentro, como haciendo para él mismo un inventario.

(24)

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Cuando yo estaba pelado me mantenía por ahí jodiendo con un trabuco, hasta que llegaron los finados

Lunar y Papucho que me patrocinaron con armas buenas. Entonces empecé a robar y a matar en forma.

Uno se pone violento porque hay mucho man que quiere cascarlo y monopolizarlo, porque es pelado. Pero

uno no puede ser bobo, tiene que sacar las alas. Yo saqué las alas y a volar; todo el que tocaba conmigo le

iba mal.

Eso lo aprendí de mi familia, de mi cucha que es una teza. Ella conmigo va en las buenas y en las malas.

Ahí donde usted la ve menudita responde donde sea por mí. A la larga, lo único que me duele para despegar

vuelo de esta tierra, es dejarla sola. Saber que puede estar abandonada en su vejez. Ella ha sido muy

guerrera y no se merece eso.

El cucho murió hace catorce años. El era un duro, me enseñó muchas cosas, pero como era tan vicioso nos

dejó embalados. Entonces me tocó tirarme al rebusque para ayudarle a mi mamá y a mis hermanitos. Por

eso me metí a la delin- (25) cuencia, pero también porque me nacía, yo desde muy pelado he sido maloso.

Lunar, el jefe de la banda, era sardino pero tezo. Ya llevaba su buen tiempo metido en negocios. El vivió un

tiempo en Bello y conoció la gente de Los Monjes, con ellos aprendió muchas cosas y cuando se vino a vivir

aquí formó su combo independiente. Tenía un lunar en la cara y por eso le pusieron la chapa. Con él y

Papucho, que era el otro fuerte, fue que aprendí las cosas en forma.

Yo recuerdo mucho la primera vez que me tocó matar. Ya había herido personas pero no había visto los ojos

de la muerte. Fue en Copacabana, un pueblo cercano a Medellín. Un día por la mañana estábamos robando en una casafinca y sin saber de dónde se nos apareció el celador. Yo estaba detrás de un muro, a sus

espaldas, asomé la cabeza y de puro susto le metí los seis tiros del tambor. El hombre quedó frito de una.

Eso fue duro, paque le miento, fue muy duro. Estuve quince días que no podía comer porque veía el muerto

hasta en la sopa... pero después fue fácil. Uno aprende a matar sin que eso le moleste el sueño.

Ahora soy el jefe del combo. A Papucho lo tumbó la gente de arriba, le picaron arrastre y el se tragó el

anzuelo. Lo invitaron a cuadrar un cruce y lo encendieron a plomo. Eso lo hizo una amistad que se le torció

por plata. Lunar me nombró de segundo, porque él y yo nos entendíamos casi sin hablar, una parcería

tremenda. (26)

Al Lunar también lo mataron rápido; es que era muy frentero, no se arrugaba por nada.

...

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