Somos los reyes del mundo
david12094 de Mayo de 2014
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1 Somos los reyes del mundo (21)
Sobre la luna redonda se dibuja la silueta de un gato sin cabeza que cuelga amarrado de las patas. En el
piso, en una ponchera, se ha recogido la sangre. Ahora caen solo gotas de manera intermitente y pausada.
Cada gota forma al caer pequeñas olas que se crecen hasta formar un mar tormentoso. Olas que se agitan
al ritmo del rock pesado que se escucha a todo volumen. A un lado está la cabeza, que todavía mira con sus
ojos verdes y luminosos. Quince personas participan silenciosas del ritual. Al fondo está la ciudad.
En una copa se ha mezclado sangre caliente con vino. Sangre de gato que trepa muros, que salta con
facilidad de una plancha a otra, que camina sobre sus almohadillas silenciosas por los filos de los tejados,
que se escurre con facil ¡dad entre las sombras de la noche. Sangre félina que impulsa a saltar sobre la
presa con destreza y seguridad. Sangre que convoca extrañas energías y acelera el alma. (23)
Al recuerdo de Toño vienen disparadas las imágenes de su ritual de iniciación en una de las bandas
juveniles, allá en un barrio alto de la comuna nororiental. En su sueño febril y agonizante vuelve a verse en la
plancha. En el mar de luces de la ciudad se dibujan formas caprichosas. Brindan para sellar el pactó
colectivo, sobran las palabras porque conocen el compromiso, la ley, los premios y el castigo. En adelante
todos responderán por todos, serán como un solo cuerpo. Serán los reyes del mundo.
Ahora Toño se encuentra en el pabellón San Rafel del Hospital San Vicente de Paúl. Un pabellón de guerra
que se mantiene rebozado de heridos y futuros muertos, víctimas de una guerra desproporcionada, que sin
frentes definidos camina día y noche las calles de Medellín. Un martes, hace ya tres meses, le pegaron un
changonazo cuando se iba a subir a un colectivo en el barrio. El tiro de regadera le perforó el vientre, y lo
puso a bailar entre la vida y la muerte. A sus veinte años Toño ha frentiado muchas veces la muerte, pero
nunca la había sentido tan cerca. Sabe, aunque no lo diga, que este es su final.
Su cuerpo está menudo, el rostro pálido y los ojos negros perdidos en unas grandes cuencas. Con voz
tranquila empieza a contarme su vida, mirándose hacia adentro, como haciendo para él mismo un inventario.
(24)
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Cuando yo estaba pelado me mantenía por ahí jodiendo con un trabuco, hasta que llegaron los finados
Lunar y Papucho que me patrocinaron con armas buenas. Entonces empecé a robar y a matar en forma.
Uno se pone violento porque hay mucho man que quiere cascarlo y monopolizarlo, porque es pelado. Pero
uno no puede ser bobo, tiene que sacar las alas. Yo saqué las alas y a volar; todo el que tocaba conmigo le
iba mal.
Eso lo aprendí de mi familia, de mi cucha que es una teza. Ella conmigo va en las buenas y en las malas.
Ahí donde usted la ve menudita responde donde sea por mí. A la larga, lo único que me duele para despegar
vuelo de esta tierra, es dejarla sola. Saber que puede estar abandonada en su vejez. Ella ha sido muy
guerrera y no se merece eso.
El cucho murió hace catorce años. El era un duro, me enseñó muchas cosas, pero como era tan vicioso nos
dejó embalados. Entonces me tocó tirarme al rebusque para ayudarle a mi mamá y a mis hermanitos. Por
eso me metí a la delin- (25) cuencia, pero también porque me nacía, yo desde muy pelado he sido maloso.
Lunar, el jefe de la banda, era sardino pero tezo. Ya llevaba su buen tiempo metido en negocios. El vivió un
tiempo en Bello y conoció la gente de Los Monjes, con ellos aprendió muchas cosas y cuando se vino a vivir
aquí formó su combo independiente. Tenía un lunar en la cara y por eso le pusieron la chapa. Con él y
Papucho, que era el otro fuerte, fue que aprendí las cosas en forma.
Yo recuerdo mucho la primera vez que me tocó matar. Ya había herido personas pero no había visto los ojos
de la muerte. Fue en Copacabana, un pueblo cercano a Medellín. Un día por la mañana estábamos robando en una casafinca y sin saber de dónde se nos apareció el celador. Yo estaba detrás de un muro, a sus
espaldas, asomé la cabeza y de puro susto le metí los seis tiros del tambor. El hombre quedó frito de una.
Eso fue duro, paque le miento, fue muy duro. Estuve quince días que no podía comer porque veía el muerto
hasta en la sopa... pero después fue fácil. Uno aprende a matar sin que eso le moleste el sueño.
Ahora soy el jefe del combo. A Papucho lo tumbó la gente de arriba, le picaron arrastre y el se tragó el
anzuelo. Lo invitaron a cuadrar un cruce y lo encendieron a plomo. Eso lo hizo una amistad que se le torció
por plata. Lunar me nombró de segundo, porque él y yo nos entendíamos casi sin hablar, una parcería
tremenda. (26)
Al Lunar también lo mataron rápido; es que era muy frentero, no se arrugaba por nada. Era un gozón
tremendo, repetía todo el día que estábamos en el tiempo extra. Y gozando se murió: estaba bailando tres
cuadras abajo y le empacaron tres tiros por la espalda. Andaba fresco porque en esos lados no tenía liebres.
El pelado que le dió, murió más rápido de lo que canta un gallo. Esa misma noche le montamos la cacería, y
se fue pa la otra galaxia.
Con la muerte de Lunar otro loco de la gallada quiso coger el mando. Me tocó encenderme con él y
demostrarle quien mandaba. Por ponerse de picao anda cargando tierra con el pecho. Aquí yo doy las
órdenes, digo qué se hace y qué no se hace. Primero éramos como cincuenta, pero han matado o han
encarcelado a una cantidad y otros se han vuelto tiraleches. Quedamos solo veinte casquetes. Todos son
pelados de quince a dieciocho años, yo soy el mayor. Matan y encarcelan muchos pero otros pelados se
vinculan, piden pista.
Cuando alguien quiere entrar a trabajar con nosotros, yo pregunto: ¿Ese muchacho quién es?, ¿es serio?, y
según los datos analizo si lo meto o no. Son muchachos que ven la realidad, ellos saben que estudiando y
trabajando no consiguen nada y que en cambio con uno se levantan los lucas. Ellos se meten por su gusto,
no por que uno les diga. Nosotros no le decimos a nadie métase. No todos tienen necesidad, algunos
entucan por la familia, peto otros es por mantenerse bien, con lujo. (27)
Para terminar de seleccionar al pelado se ponen pruebas: llevar una cosa de un lugar otro, cargar y guardar
fierros y finalmente lo mete a un trabajo. Si el pelado muestra finurá va es padentro. Eso sí, el día que nos
llegue al faltoniar, que sea lenguilargo, que se alce con una cosa, ese día se muere. Eso lo sabe todo el
mundo, esa es la ley. Entre nosotros también nos apoyamos mucho; ah!, que usted no tiene, de esto y yo
tengo, entonces le regalo, ¿entiende?, no prestado sino regalado, y si uno está mal, también le dan. Todo a
lo bien, pero nadie se puede falsiar.
Las armas es de las cosas que uno más cuida, porque no es fácil conseguirlas. El último pelado que maté
fue por eso.
- Toño, desembáleme hermano, présteme un fierro pa’ un cruce me dijo.
Le presto este tres ocho, pero me lo trae mañana, no me falle, usted sabe como es conmigo.
Se lo presté porque el pelado era bien con nosotros, pero se perdió. Entonces yo bajé a buscarlo, y me salió
con un paro todo raro, dijo que se lo había quitado la ley. Le di dos días, y como no apareció le dicté la
sentencia. El, sabiendo que ya estaba cargando la lápida en el cuello, se puso a andar por ahí, fresco, y lo
cacé.
Es que conseguir las armas es difícil. Tiene que tumbar un man para quitársela o comprarla, y un arma
buena es cara. Casi siempre se las compramos a la policía, ellos también nos surten (28) la munición.
Algunas veces hemos comprado granadas a través de un oficial retirado. Hemos tenido T55, Miniuzi de 32
tiros, Ingrand 9 mm., y las más comunes, changones, pistolas y revólveres. Todas las manejamos bien.
Nosotros entrenamos por la noche, a las dos, tres de la mañana, en unos bosques de Rionegro. Ponemos
frascos en fila y a darles. Yo los quiebro todos. Es que uno tiene que ir a la fija cuando va a hacer un trabajo,
si uno va a matar a alguien tiene solo una oportunidad, y no puede fallar. Esos son unos segundos y tiene
que ser seguro, si no se muere el muñeco, facilito se muere uno. Hay que saber coger el arma, saber
disparar al punto y saberse retirar. Con las películas también aprendemos mucho. Nosotros vemos cintas de
pistoleros, Chuck Norris, Cobra Negra, Comando, Stallone, y miramos cómo coger las armas, cómo hacer
coberturas, cómo retirarse. Todo eso lo comentamos nosotros cuando vemos las películas. Las motos las aprendemos a manejar por aquí en esta loma. Son motos envenenadas, son muy veloces. La
mayoría son robadas y se les consiguen los papeles por veinte mil pesos en el tránsito. Nosotros
manejamos desde el terminal hasta el colegio. La gente que no toca con nosotros, no tiene problema, pero
los
...