Partidos Politicos
moniquittya10 de Junio de 2015
3.779 Palabras (16 Páginas)272 Visitas
RED DE BIBLIOTECAS VIRTUALES DE CIENCIAS SOCIALES DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE, DE LA RED DE CENTROS MIEMBROS DE CLACSO
http://www.clacso.org.ar/biblioteca
Ética en el ámbito de la política
Róger Mendieta Alfaro.
Deseo aclarar que mi intervención está enmarcada dentro de la línea del escritor, y del observador del proceso político y social en nuestros países. Pero no puedo evitar por la inherencia del tema, hacer referencias de algunos filósofos; pues la ética, ha inquietado al ser humano desde el momento de su existencia.
Heidegger al referirse a la ética, hace la siguiente definición: es el pensar que afirma la morada del hombre. Es terrible sentencia para el ser existencial, objeto de este examen, porque lo deja tal cual es, desnudo ante el mundo: en razón de su comportamiento ético, deja ver el hombre su a los demás –al mundo que le rodea- mostrando el fondo interior de la morada.
Recurro a la definición de Heidegger, porque me parece la más objetiva. Es casi una fotografía en blanco y negro, sin retoque de la existencia del hombre, y no es contraria en su esencia, al pensamiento de otros filósofos, al referirse al asunto de la ética.
La Ética –así con letras mayúsculas- ha sido siempre un tema difícil de abordar. Si tal como indica el filósofo: es la morada del hombre, es una morada de muchas cavidades. Y mayor razón de la ética: ser espejo moral del hombre, cuando proyecta el contenido de sus valores.
Cuando nos situamos en el terreno de los valores: amor, riqueza, cultura, inteligencia,
política y poder, estamos hablando de acciones o actitudes que tienen que ver con la moral. De aquí, que es conveniente e imperioso afirmarse: La ética es problema existencial del hombre que le es imposible eludir. Debido a esta condición de su naturaleza, se mantiene inmerso en la vorágine de problemas que le acosan y afectan, y por la misma razón, tiene el deber moral de enfrentar, y buscar la forma de resolver.
Aristóteles define al hombre como animal político. Dentro del contexto, el filósofo se refiere a las características del objeto de su observación: animal político capaz de transformar el estado en beneficio de la sociedad. Y dentro de la línea del pensamiento aristotélico nos preguntamos: ¿Puede un político venal poseer la prudencia de gobernar con justicia el estado? Si como señala Heidegger: Ética es el pensar que afirma la morada del hombre; es decir, que representa el espejo moral del ser; el Campo de Agramante, en donde El Quijote del Alma, libra los torneos de valores que le plantea la ética. La respuesta es no, tácitamente hablando, al suponer que los posibles actos de su gobierno, deberán estar enmarcados dentro de la condición de su ética.
Esta misma condición en el hombre, es lo que hace del político inmoral, una peligrosa aventura en el ejercicio del poder. ¿Qué es el pensar como morada del hombre, sino el hombre mismo? Los vicios y virtudes del ambiente en que soporta su infancia, y los rasgos predominantes de su formación intelectual. De aquí la fundamental presencia y función del estado ético, desde el punto de vista político, abarcando el universo social.
Si no hay estado ético, aunque funcione el estado, jamás será tal estado un estado liberador, en que el ciudadano se realice como parte del mismo estado. La función social estará moralmente alienada y como tal intrascendente. Su comportamiento ético no responderá a una actitud congruente con la organización jurídica del estado, sino que a la actitud menoscabante de la ética, en quienes administran los bienes sociales: entre ellos, los irrenunciables del ciudadano que obliga el consenso universal, y es obligatorio cumplir para la ética del estado. En estos días de pasiones electorales, bástenos un ejemplo: garantía del voto libre en el proceso eleccionario. De manera puntual, éste es derecho ciudadano, que afecta la condición vital y el espíritu moral de la nación.
Señala Aristóteles: “En el plano de las relaciones sociales o políticas entre los hombres,
no se puede hacer nada sin que haya en el hombre un carácter o cualidad moral”, de lo que concluimos que la ética es problema del hombre. Pero, más que un problema del hombre común y corriente, es problema del hombre, cuyas acciones están relacionadas con la política, porque afectan el estado social de los demás: desde la educación formal o informal en la que crecen sus hijos, hasta los procesos familiares que afectan la vida, entre los que prevalece el hábitat y los problemas del sentimiento.
Por supuesto, el comportamiento político reflejado en el espejo de la ética, nos indica que es moral y qué no lo es, y se manifiesta, objetivamente, en la dirección orientada a través de las políticas de gobierno, que determinan la acción y función del estado.
Es conveniente hacer un alto en el análisis del comportamiento ético en la política, al hacer referencia a los partidos. Se condena a los partidos. Se habla que determinado partido es bueno, y que el otro es mal partido. Calificamos de inmoral a determinado grupo o asociación política, por tal o cual conducta social de sus dirigentes. Esto es razonable. En materia de estructura y organización política, conviene afirmar que el Partido es el hombre, o los hombres que dirigen la acción política del partido. Los partidos no planifican, son incapaces de pensar, como los esclavos del tiempo de Aristóteles, sólo son el vehículo, el instrumento obediente para señalarle las tareas ordenadas en las acciones del poder. En tal sentido, los partidos no son morales, ni tienen que ver con la ética. En esta dimensión de instrumento, la etiqueta sólo es slogan o pancarta publicitaria. La expresión moral de un partido, se manifiesta en estos, por la presencia en los cargos claves, de hombres que respondan a las normas de la ética: ese pensar de que nos habla Heidegger, que afirma la morada del hombre; que espontánea y alegremente lo condiciona e inserta en el mundo de la ética, y es quien puede dar una respuesta acorde, que tenga relación con la moral.
Los partidos u organizaciones políticas son capaces de responder a las expectativas de los estados, cuando sus dirigentes son éticos. Estamos seguros, quienes hemos andado en la línea de la acción y el pensamiento políticos, que no es condición rígida, para el gobierno de un estado la necesidad de partidos; la buena conducción del estado, sólo requiere de la acción del hombre ético –o grupo de hombres éticos-, con capacidad necesaria para percatarse y entender, en qué consisten las tareas del buen gobierno. Pero claro por la misma naturaleza de ser animal político, el hombre se asocia con los congéneres en la ejecución de acciones de cualquier naturaleza. Y claro, el arte del buen gobierno requiere, de compleja y coordinada acción colectiva.
El verdadero problema de la ética frente al hombre, es: que él mismo suele ser el inquilino de su afirmación. Es decir, el objeto de su morada, está poseído por el instinto de destrucción, que señala Freud. Instinto de destrucción que se asienta en su naturaleza, y que expresa mayor determinismo que el propio instinto de vida. Pareciese que un agobiante y obsesivo disfrute del poder, rebasa los linderos de sus posibilidades anímicas, y cazado en la propia red, se entrega complacido a su afán de destrucción. Basta recordar cualquier lista de gobernantes de nuestra América Latina, para darnos cuenta, si son los partidos o los hombres, quienes han influido el incierto destino de nuestros pueblos. No vamos a señalar nombres; ustedes saben muy bien a quiénes hago referencia.
Por falta de una praxis elemental en la ética, es que los gobiernos inmorales de nuestros pueblos alimentaron guerras y se han abrazado al atraso en todas sus formas: la providencialista de gobiernos de iluminados; la expansionista y extemporánea de determinada ideología política; el oprobioso secuestro del gobierno por un clan familiar; la dictadura de partidos; el enriquecimiento ilícito, el síndrome de Napoleón, etc.
El problema de falta de ética en la gobernación del estado, es de naturaleza grave: grave de toda gravedad, como dicen los juristas, porque su acción venal incide en el cuerpo crítico del estado, y sus escabrosas consecuencias se reflejan en el alma de la nación, que es alma moral del pueblo. Toda incidencia negativa que tenga que ver con la ética en la norma moral: corrupción, venal aplicación de la justicia, arbitrariedad de cualquier naturaleza que altere el orden social y corroa el espíritu de la nación, es acto voluntario o no, que se ejecuta en detrimento del estado. Por lo que lógico y razonable es, que si afecta al estado, dañe igualmente al ciudadano, sea cual fuere su condición.
Conviene aclarar que el actuar no ético del hombre, siempre encontrará una máscara que lo justifique. Para ello ha elaborado, de sí y para sí, su propio código moral, que tiene rigor de ley –que lo envuelve en dorado empaque cuando lo dicta el estado-, y tal diseño autoritario, representa una nueva y rígida escala de valores para el contexto del grupo: se formula una ética de los negocios, una ética de la corrupción, una ética del traidor, una ética para la guerra, una ética para la obtención del poder y el gobierno: el fin justifica los medios. Mejor es ser temido que amado, escribe Maquiavelo en El Príncipe.
Dice Spinoza: “Si el camino que, como yo he mostrado, conduce hacia arriba parece muy difícil, puede no obstante ser hallado. En verdad debe ser difícil, puesto que raras veces
...