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Plan Colombia

dianita.534611 de Octubre de 2012

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Plan Colombia: doctrina de seguridad nacional y rehegemonización gringa

David M. Martínez O.

Carlos E. Angarita S.

Bogotá, abril de 2000

Revista Mirar Colombia N.º 4

Presentación

De manera indiscutible el Plan Colombia se constituye en el hecho que nuclea actores y sucesos en la actual coyuntura de nuestro país. Este proyecto se convierte en el instrumento principal de las élites colombianas y del Estado norteamericano para posicionarse en el conflicto armado, buscando subordinar, a mediano y a largo plazos, las acciones de cualquier otro protagonista dispuesto a seguir jugándose sus intereses en Colombia. En consecuencia, el análisis que de por sí hagamos de este hecho permite explicar la coyuntura; sin embargo, queremos hacerle a nuestros lectores algunas aclaraciones metodológicas de cómo procedemos en nuestro ejercicio analítico en el presente número, que será la manera como trabajaremos de aquí en adelante.

Como lo hemos venido haciendo en las tres primeras entregas de Mirar Colombia, el análisis de coyuntura ha dado cuenta de los actores y de sus hechos y discursos por medio de los cuales se han constituido en protagonistas del devenir social en nuestro país. Una lectura retrospectiva de nuestras reflexiones nos permite ubicar que el hecho que ha dado forma a todos los demás sucesos es el conflicto armado, y en perspectiva lo seguirá siendo. Cuanto acaece en el territorio colombiano sólo puede ser explicado con profundidad si es leído desde ahí; y derivado de ello, los actores se definen de acuerdo con su modo de abordar el conflicto armado. Trátese de la iniciativa política y militar internacional del gobierno norteamericano en Colombia y en la región, o de la ofensiva armada de las FARC, o de la reestructuración económica que realiza el gobierno colombiano, o del acuerdo de los protagonistas nativos de instalar una mesa de diálogos –hechos que configuraron las anteriores coyunturas–, encontramos que dichas actuaciones terminan siendo esfuerzos diferenciados para sacar ventajas, en una u otra dirección, dentro del conflicto armado.

Esta lectura nos ha llevado a la siguiente pregunta metodológica para nuestro análisis: ¿se trata de seguir identificando los hechos y actores principales de cada coyuntura, dentro de la tendencia inequívoca del incremento de la guerra en Colombia? Así vista, la novedad que marca la coyuntura nacional estaría dada por el cambio de protagonista entre una y otra coyuntura y por el tipo de acción ejecutada.

Pero nos encontramos con que ese cambio de acción y de protagonista no modifica sustancialmente la situación de fondo por la que transita el país, cual es el conflicto armado. Este es un país donde parece que suceden muchas cosas que “cambian” su curso, pero en la práctica ocurre lo mismo, lo cual nos hace sentir empantanados y haciendo parte de una sociedad inviable. Queremos decir que la escalada de la guerra se mantiene constante y con ello siguen vigentes las preguntas que se hace cualquier colombiano o colombiana: Y si la guerra continúa, ¿para dónde va Colombia? ¿Qué podemos hacer desde nuestra vida cotidiana, desde el campo laboral, desde el trabajo social y político? ¿Para qué sirven las marchas en favor de la paz? La respuesta a estos interrogantes suele ser una sola: «no hay nada que hacer». Triunfan, así, el escepticismo, la desesperanza, la resignación o la indiferencia.

Desde nuestro ejercicio intelectual (tan válido y digno como cualquier otro oficio) pensamos que las respuestas no están a mano porque las preguntas de arriba no son cortoplacistas, aunque el deseo de que esto cambie sí lo es. Por esto vemos necesario mirar más detenidamente algo que no es claro para nadie: cuál es el carácter del conflicto armado que vivimos. Tener alguna iluminación al respecto nos puede ayudar a entender esa situación general que a primera vista no se modifica, que a nadie le gusta y a la que todos finalmente nos acostumbramos. Es el intento de romper el movimiento cíclico, la vuelta a donde siempre, el eterno retorno. Es intentar ampliar el horizonte, traspasar los sentidos ya constituidos, en suma, es proponerse mirar más allá.

La anterior perspectiva nos exige salirnos de los moldes y reglas del juego del análisis tradicional, que sucintamente se puede expresar así: existe una estructura llamada sociedad, la cual posee unas leyes históricas de funcionamiento, que evoluciona y pasa de un estadio a otro, de tal manera que el ejercicio de lectura sobre ella permite identificar en qué lugar del desarrollo se encuentra para tratar de definir unas líneas de acción que ajusten su funcionamiento o la conduzcan a un fin predeterminado. El caso de Colombia (no creemos que sea el único) reventó esta lógica de raciocinio.

Sucede que el referente moderno llamado sociedad o estructura social está cada vez más diluido. La forma sociedad se muta sustancialmente y adquiere expresiones poco fijas, muy flexibles y difíciles de definir con categorías precisas. La tendencia apenas se intuye pero nadie arriesga con fórmulas de explicación acabadas. Los interrogantes sobre la sociedad colombiana, pues, vienen a ser las dudas (manifiestas de forma más evidente) que hay sobre cualquier sociedad, o del conocimiento, o informacional, o contemporánea, o postmoderna, o sobremoderna o, en suma, globalizada (llámela como quiera cada quien). Atender el problema del conflicto armado es tratar de aproximarnos a la manera como se globaliza la sociedad colombiana para tratar de asumir posturas de acción que nos permitan incidir en ese complejo y tortuoso proceso.

Este será nuestro propósito desde el presente número en adelante. Esta será nuestra manera [heterodoxa (¿?)] de hacer análisis de coyuntura. Transitaremos, así, más en el campo de la hermenéutica. No solamente estableceremos relaciones entre datos del presente, sino indagaremos la significación de esas relaciones en el marco de tradiciones sociales que han justificado o llenado de contenido o de sentido determinadas prácticas. La reflexión se mueve así: no basta aseverar que hay conflicto armado y decir (coyunturalmente) quiénes lo provocan y alimentan; tampoco es suficiente con señalar (estructuralmente) las causas que lo originan; viajar por las tradiciones es recabar las significaciones que le dan sentido (por no decir que gusto) a mantener vivo el enfrentamiento bélico a quienes lo protagonizan y a quienes lo padecemos.

Para ello procedemos de la siguiente manera. Vamos a describir analíticamente las estrategias con las que se mueven los actores armados. En cada entrega lo haremos con uno o dos. Seguidamente profundizaremos en las tradiciones que concurren en la formulación de esas estrategias. Miraremos también cómo se ha resistido o articulado el campo social a esas estrategias y las respectivas tradiciones que allí se han forjado. No son meros anexos o suplementos informativos: son las reconstrucciones de discursos y prácticas que han dado fundamento a los modos de obrar con los que nos encontramos hoy día.

De manera particular, en este número 4 abordamos la estrategia de guerra por parte del Estado colombiano, la cual se fusiona a la de un actor claramente visible desde hace pocos años en nuestro escenario social: el Estado norteamericano. Esa estrategia la hallamos contenida en el llamado Plan Colombia, que para coincidencia nuestra, es también un hecho puramente coyuntural. Pero trasciende la coyuntura. De modo que, siendo coherentes con lo que antes dijimos, requerimos acceder a algunas tradiciones que nos expliquen lo que pasa en esta coyuntura -o dicho de modo más preciso- este aspecto central de la coyuntura, y que va a servir como base para comprender integralmente el conflicto armado colombiano. Esas tradiciones que reconstruimos son: la Doctrina de Seguridad Nacional, el proyecto de Hegemonía Norteamericana y la Estrategia de Control Regional Antidrogas.

Finalmente, una aclaración. Estamos trabajando en una dinámica de búsqueda bajo criterios de exigencia rigurosos. Lo hacemos motivados por la necesidad de penetrar más profundamente nuestra realidad y como resultado de fructíferos encuentros de intercambio, sobre los anteriores números que hemos tenido, con amigos de Mirar Colombia, tanto en coloquios como en talleres, paneles y conferencias. Si lo que a continuación sigue no fue lo que expresamente ellos nos han sugerido, en todo caso sí es el resultado del propio camino que hemos emprendido después de “su primer empujón”. A ellos y a ellas, anónimos y desconocidas con rostros de carne y hueso, muchas gracias. Y a todos y a todas nuestra invitación a seguirnos aportando con opiniones -que no hay ninguna inválida mientras salga de la sabiduría del corazón- pues el sueño es grande: parir una trama inédita de convivencia digna en esta porción del mundo.

Esperamos sus voces y miradas en nuestras direcciones y en los encuentros que concertemos. En el entretanto, una vez más los invitamos a disponerse a Mirar Colombia.

I. El plan colombia o la seguridad nacional del estado norteamericano

A. Historia de un itinerario

El Plan Colombia fue una idea que hizo parte de los preacuerdos entre el Gobierno Nacional y las FARC antes de que instalaran oficialmente su mesa de diálogos el 7 de enero de 1999. Ya en Diciembre de 1998, en el municipio del Magdalena Medio, Puerto Wilches, el Presidente Andrés Pastrana expresaba al respecto: «la guerrilla podrá participar en la preparación, conformación y ejecución de los proyectos del Plan Colombia »[1]. El nombre y la concepción

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