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Principios De Hurbanismo


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2012  •  12.318 Palabras (50 Páginas)  •  388 Visitas

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PRÓLOGO

UN LIBRO DE ALTA UTILIDAD, DE UN AUTOR DE AUDAZ INTELIGENCIA

Jordi Borja

Francois Ascher es sociólogo urbano y algo más. Un profesional con motivaciones políticas, orientado a la acción. Las ciencias so¬ciales, cuando se ocupan de la ciudad, tienden a centrarse en la dimensión analítica, la descripción, la interpretación, a veces la crítica de realidad. Algunos se aventuran en la prospectiva a partir de las tendencias en curso, exponen contradicciones y demandas sociales. Pero en general no definen opciones, no diseñan pro-puestas, no se arriesgan. La participación de los científicos socia¬les en las políticas urbanas, en el planeamiento especialmente, se ha concretado en infinitos estudios de «diagnosis», que si bien han alimentado consultorías e incluso departamentos universita¬rios, han tenido una utilidad limitada y una incidencia mínima en los planes y proyectos. Las administraciones públicas por su parte han contratado, en épocas recientes, a sociólogos y similares para la gestión de programas sociales de acompañamiento, pero raramente para participar en el diseño de los grandes proyectos urbanos, de infraestructuras, de ordenación urbanística o de vi-vienda. Por este camino la elaboración de las políticas urbanas, es decir la determinación del futuro de los marcos físicos de nuestra vida, de los lugares referenciales, de nuestros trayectos cotidianos, de los nuevos espacios urbanos, de las movilidades posibles, se ha dejado en manos de un número limitado de profesionales, princi¬palmente arquitectos e ingenieros, que son obviamente indispen¬sables, pero en muchos casos no suficientes. Sobre todo si de lo que se trata es de ofrecer a los responsables políticos el máximo de informaciones y propuestas para que se orienten en la maraña de tendencias diversas, intereses contrapuestos y resistencias corpora¬tivas múltiples. La exclusión, o la autoexclusión muchas veces, de los científicos sociales del urbanismo facilita que los planes y pro¬gramas se orienten por objetivos sectoriales, estrechamente funcionalistas, sin otra perspectiva de cambio de aquel que permita que todo siga igual.

Conocí a Francois Ascher a principios de los años setenta. Desde los inicios nos entendimos. A diferencia de la sociología urbana marxista-estructuralista entonces de moda, Ascher ofrecía puntos de vista atentos a la modernidad, una curiosidad sin lími¬tes, una audacia intelectual que sorprendía en alguien que enton¬ces era una brillante joven promesa en la rígida estructura del PC francés y al que no escandalizaba todo lo contrario el espíritu crí¬tico y la vocación renovadora de sus amigos italianos y españoles. A partir de los años ochenta abandonó las responsabilidades polí¬ticas pero conservó esta vocación de intervención política sobre las dinámicas sociales. No siempre hemos coincidido en la importan¬cia concedida a los nuevos aspectos de la vida urbana; me parece que él los enfatiza más que yo, pero siempre me ha resultado muy estimulante leerle o escucharle. Si añadimos que es un personaje simpático, de buen humor permanente, amable en la discusión y cómplice y generoso con las amistades es fácil entender que el prologuista esté encantado de ejercer de presentador de uno de los sociólogos y urbanistas más interesantes de nuestro tiempo.

Ascher es un sociólogo urbano que entiende que el urbanismo estudia la ciudad para intervenir en ella, acumula conocimientos sobre la ciudad que tienen siempre un carácter práctico, una utilidad social, sin perjuicio de que esta acumulación permita genera¬lización, construcción de modelos o tipos y producir bases teóri¬cas para el progreso de la disciplina. Pero el urbanismo se define ante todo por su voluntad de orientar la acción sobre la ciudad, «hacer ciudad», mejorar o reformar la ciudad existente, ordenar su desarrollo, proponer diseños, inventar formas, establecer dia¬lécticas positivas entre espacios construidos y vacíos, y entre éstos y los comportamientos y las aspiraciones sociales. Los sociólogos, como cualquier otra profesión que estudia la vida social, si se ocupan de la ciudad, no diseñarán las formas definitivas, ni for-mularán las normativas jurídicas, pero tienen la oportunidad de descubrir estos comportamientos y aspiraciones, de evaluar la adecuación del funcionamiento de la ciudad a las demandas co¬lectivas e individuales y de proponer nuevos modos de gestión, nuevas actividades y nuevas formas urbanas.

Ascher estudió en la Sorbonne (Universidad de París) a finales de los sesenta, es decir vivió el 68 con poco más de veinte años. Es dudoso que siempre sea verdad, aunque a veces lo sea, la brillante sentencia de Paul Nizan: «Teníamos veinte años, no permitiré a na¬die decir que fueron los mejores años de nuestra vida». Para nues¬tra generación fueron años exaltantes. Nacidos en las postguerras llegamos al escenario público con ilusiones infinitas, con deseos de cambiar el mundo y convencidos de que teníamos razones y fuerzas para ello. En esos años empezó a florecer una potente so¬ciología urbana de base marxista, que había iniciado Lefebvre, que se expresó en la revista Espaces et Sociétés y que encontró apo¬yo en algunos centros de investigación en el marco del CNRS (Centro Nacional de Investigación) dirigidos por sociólogos pro¬gresistas como Chombart de Lauwe y Touraine. En estos centros iniciaron sus trabajos de investigación entre otros los jóvenes so¬ciólogos vinculados al Partido Comunista, y especialmente a su potente área económica como Preteceille, Topalov, Lojkine, Go-dard y el mismo Ascher, y también otros independientes, como Manuel Castells o Michel Wievorka. La renovación de la sociolo¬gía urbana estuvo en esos años influida por las corrientes estructuralistas que representaron en el campo marxista Althusser y su escuela, claramente diferenciadas del marxismo más historicista de inspiración lefebvriana y más próximo al mundo de la arqui¬tectura, pero representantes de todas estas corrientes se encontra¬ban en la redacción de Espaces et Sociétés'.

El ambiente innovador de la época, la «revolución cultural» del 68, favoreció esta renovación. La izquierda histórica cambió imagen y discurso, se «refundo» el partido socialista y se produjo la conversión (no duradera) «eurocomunista» del PC. Las nuevas izquierdas post 68 coincidieron con la histórica en la importancia concedida a la ciudad, al salario indirecto, a la vivienda, a la cali¬dad de vida, al espacio público, al medio ambiente. Los emergen¬tes movimientos sociales de base territorial, de barrio y de ciudad, así como los «regionalistas» y de defensa del territorio, influyen en la reflexión social y renuevan las prácticas

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