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Programa Sociologia

jko858585856 de Febrero de 2013

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Conocimiento filosófico.

Es el conocimiento que proviene de la reflexión sistemática y metódica acerca de las verdades últimas de la existencia humana y de todo lo que nos rodea. Originalmente el conocimiento filosófico abarcaba o comprendía el conocimiento acerca de la naturaleza del mundo y de los seres humanos, pero en la medida que la filosofía y los filósofos fueron descubriendo leyes de la naturaleza, se fueron separando de la filosofía para constituir cuerpos o sistemas de conocimientos independientes como disciplinas autónomas. Estas pasaron a constituirse en disciplinas científicas separadas del pensamiento filosófico de manera que si bien la filosofía representa la búsqueda del conocimiento verdadero, lo hace respecto de las grandes verdades fundamentales de la vida y del universo a través de la reflexión metódica y sistemática, mientras que el conocimiento científico se refiere a aspectos más concretos. El conocimiento filosófico esta permanentemente abierto a la revisión, al mismo tiempo que es frecuente que ofrezca más de una visión del mismo fenómeno en estudio, y contradictorios.

Conocimientos sociales axiológicos:

La Axiología es la ciencia que estudia los valores, ya que en griego, axios, significa lo que es valioso o estimable, y logos, ciencia, teoría del valor o de lo que se considera valioso. La axiología no sólo trata de los valores positivos, sino también de los contravalores, analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los fundamentos de tal juicio. La investigación de una teoría de los valores ha encontrado una aplicación especial en la ética y en la estética, ámbitos donde el concepto de valor posee una relevancia específica. Algunos filósofos como los alemanes Heinrich Rickert o Max Scheler han realizado diferentes propuestas para elaborar una jerarquía adecuada de los valores. En este sentido, puede hablarse de una “ética axiológica”, que fue desarrollada, principalmente, por el propio Scheler y Nicolai Hartmann.

La axiología, en tanto ciencia de los valores, se integra orgánicamente al saber filosófico y expresa una de sus determinaciones esenciales. El saber filosófico, en su expresión sintética, integra momentos de carácter gnoseológico (cognoscitivo), axiológico (valorativo), práctico y comunicativo. Esto se fundamenta en el hecho de que la filosofía como autoconciencia de la cultura sociohistóricamente determinada, y núcleo teórico de la concepción del mundo, resulta al mismo tiempo aprehensión práctico-espiritual de la realidad, en su esencialidad y concreción.[1] Se trata de un proceso complejo que reproduce creadoramente la realidad y la aprehende en su síntesis por sujetos reales y actuantes.

Sin embargo, en el discurso filosófico en torno a la subjetividad humana existen diversos estilos y modos de expresión del problema, en correspondencia con la concepción del mundo, el sentido de la vida, misión y oficio del hombre que reflexiona sobre la realidad, las circunstancias sociales en que desarrolla su pensamiento y acción y otras mediaciones y condicionantes; pues como se dijo anteriormente, existen múltiples discursos que privilegian o enfatizan más el aspecto gnoseológico, otros el axiológico-valorativo, etc. Esto no significa que se soslayen de modo absoluto los otros momentos, pero se da primacía a uno específico.

En el caso del pensamiento sociofilosófico de José Martí, la subjetividad humana ocupa un significativo lugar, y la axiología, su núcleo cualificador central; en torno al cual despliega gran parte de su pensamiento y su obra. Pero no se trata de una axiología del libre albedrío y al margen de condicionamientos y determinaciones, pues como bien señala J. Marinello,[4] “está en Martí un concepto capital […] Para él ser es antes que el crear y por ello dijo más de una vez que la América Latina, su América, debía ser, existir en plenitud, para crear plenamente y la existencia de su mundo –madre de la posibilidad creadora-, sólo se alcanza con el ejercicio de una voluntad sin coerciones ni acechanzas”. La primacía del existir sobre el crear, la realidad como fundamento de la imaginación, fundado en el sentido de lo real e histórico en tanto proceso, imprime un sello especial a su axiología en los marcos de la subjetividad humana.

En Martí, la bondad, la belleza, la verdad, -valores que concibe en estrecha conexión y condicionamiento- no constituyen esencias a priori, sino que “los encuentra” en la naturaleza humana, y los proyecta como modelos a seguir, y no como arquetipos a los cuales tiene que adecuarse la conducta humana. Valores que encuentra porque están en él y porque cree en el hombre. La tesis, según la cual, los valores humanos son camino y no llegada[5] constituye, más que una premisa, una clave interpretativa para aprehender la esencia de su axiología. Es una vía de acceso y penetración en sus atributos cualificadores y fundamentalmente hermenéutico para discernimiento, elucidación y comprensión de nuevas aristas del objeto de análisis que, por supuesto, rebasan los límites de este trabajo.

La asunción de esta tesis en calidad de principio lógico estructurador de la axiología martiana y premisa insoslayable para su comprensión, en tanto sistema, posee fundamentos de naturaleza cosmovisiva, sociocultural y antropológica. Por eso, no es posible olvidar la concepción filosófica general de Martí, sobre el carácter del ser, compuesto universal y su dinamismo y evolución constante. Esto lo conduce a ver el carácter del mundo y la sociedad, en tanto proceso, y al hombre y su subjetividad como proyecto en constante avance y perfeccionamiento.

La axiología martiana es un culto al devenir humano, en estado perpetuo de superación y perfeccionamiento. Es una fuente inagotable de utopías, pero no en la acepción de irrealización, sino en el sentido de proyección humana, trascendencia y esfuerzo y trabajo para su realización efectiva. Una evidencia clara la palpamos cuando destacando el papel del maestro en la formación de valores, sentencia: “La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo. He ahí, pues, lo que han de llevar los maestros por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos, sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres”.[6]

La proyección axiológica de Martí, núcleo central de su cosmovisión filosófica, dignifica al hombre, como sujeto que piensa, razona y siente. En su intelección, revelar la propia naturaleza humana es una premisa para cultivar la independencia personal y fomentar valores que cualifican lo humano. Bondad, decoro y orgullo de ser como se es, exigen conocimiento, ciencia y práctica, pero no se reduce a ello, pues sin cultura de los sentimientos, tal y como enseñaron Varela, Luz y Mendive, entre otros, no es posible realizar proyecto humano alguno. De ahí la necesidad de “la ternura que hace tanta falta y tanto bien a los hombres”.[7]

Es una axiología que sin reducirse al psicologismo, ni al intelectualismo, ni al pragmatismo utilitarista, integra, en los valores, razón y sentimiento, ciencia y conciencia, teoría y práctica. Esto en gran medida explica el porqué los valores en Martí más que llegada son camino, proceso, devenir humano, realización y proyección de fines, en resumen, dignificación de la condición humana.

No sólo Martí anuncia valores y atributos cualificadores de su existir y desenvolvimiento, sino además establece normas y principios reguladores de su devenir. En esta empresa, los valores ético-morales adquieren un lugar jerárquico especial, prioritario, en relación con los restantes valores humanos. Hay en la axiología martiana un fuerte acento ético, lo que no significa, en modo alguno, una total reducción.

Es indudable la organicidad y coherencia presente en la axiología martiana. Es cierto que junto al proceso ininterrumpido de evolución de su pensamiento, su concepción de los valores ascendió en concreción y definiciones. Sin embargo, desde su juventud, bajo la influencia de la tradición cubana se va a gestar un enfoque nuevo sociocultural, de corte antropológico, de los valores que culmina con la concepción del quehacer humano como hecho cultural de las grandes masas. Esto le posibilita concebir los valores como valencias sociales insertas en la cultura y la historia, así como privilegiar y determinar la dimensión ético-moral como núcleo integrador de la axiología en toda su plenitud y despliegue.

Para Martí, si los valores en su generalidad conceptual refieren al ser de las cosas para el hombre, en tanto modo de existencia de sus necesidades e intereses, los valores ético-morales, no sólo expresan el ser, sino el ser en su esencialidad humana, y por ello poseen mayores posibilidades para transitar al deber-ser, para realizar lo verdaderamente humano del hombre y la sociedad. Él está consciente, porque lo vive, lo piensa, lo razona y lo siente, que sin una fuerte carga de eticidad, los restantes valores con sus respectivos atributos cualificadores, no realizan el proyecto humano, resultan estériles.

Como la axiología martiana emana de una concepción integradora, fundada en la cultura, los valores en que deviene, le son consustanciales y resultan expresiones suyas, en tanto resultado de la actividad humana y medida de su desarrollo. Esto le posibilita

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