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Quien Movio Mi Queso

mfsanchez22 de Enero de 2012

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INTRODUCCIÓN

Posiblemente todos tengamos alguna experiencia personal relacionada con este libro. Empresas que carecieron de la voluntad de cambiar, gerentes que se acostumbraron a cabalgar sobre los esfuerzos de los demás, individuos incapaces de integrarse en forma efectiva y que después se transforman en enemigos de aquellos que los ayudaron porque que ya no estaban allí para volverlos a ayudar; personas que se acostumbraron a pensar que las cosas seguirían siendo fáciles, predecibles, y cómodas, y que perdieron su capacidad de respuesta.

En los procesos de cambio, sean por iniciativa de las empresas, o impuestos por el entorno, muchos gerentes que “parecen” estar involucrados no son sino estatuillas de barro que no soportan el menor embate de las aguas. Otros “dicen” estar involucrados pero aplican el llamado “Beso del Sí,” dicen una cosa pero hacen algo totalmente distinto, visible o veladamente. Nos enamoramos de “Equipos Gerenciales” que no son equipos, sino grupos que se mantienen juntos buscando sus propios intereses, y que luego se transforman en anclas, en lugar de motores. Cuando las cosas se deterioran, en lugar de cohesionarse alrededor del equipo y dar ideas frescas, abandonan el bote y después se lamentan de que no han seguido siendo “protegidos” para mantener su modus vivendi, traicionan sus ideales y sus principios, y culpan a otros de sus desventuras. Carecen del coraje necesario para asumir su propia responsabilidad en el proceso. Es deseable conocer a estos individuos temprano. Cuando no se detectan a tiempo pueden causar mucho daño a las organizaciones, e incluso amenazar su supervivencia.

Por otra parte están aquellos con mente ágil y disposición al cambio, personas o que tienen poco que perder, o que toman la decisión de ser verdaderos actores del proceso de adaptación competitiva; donde sus procesos mentales están más bien enfocados a probar y desarrollar cosas nuevas, que se alejan del acostumbrado “Siempre se ha hecho así” y no dejan espacio para pensar que los métodos antiguos siempre serán mejores o que el tiempo va a encargarse de solucionar las cosas. Están dispuestos a cambiar sus paradigmas y son capaces de ver más allá de sus acciones.

Este tipo de personas asume una actitud diferente ante los problemas. En lugar de hablar, planificar y controlar pasan a la acción tomando medidas que lleven a lograr los resultados esperados. Toman decisiones aunque no cuenten con toda la información necesaria o existan las condiciones ideales; confían en su intuición y se apoyan en la asertividad que les da su conocimiento y su experiencia. No subestima la competencia, es proclive a la innovación y tiene un enfoque distinto al cliente; en lugar de verlo como un ente gris que no amerita atención dedicada, centra sus actividades en crear con él una asociación, escucha sus necesidades para transformar los productos y servicios que genera. Son inconformes con el Estatus Quo pero proactivos en la forma de ejercer su liderazgo.

93% de todos los inventores y científicos que han existido desde el inicio de la humanidad, están vivos hoy en día. Esto nos garantiza que si algo es y será una constante que nos va a acompañar por muchos años —es el cambio. Nuestra actitud ante el cambio va a ser con el tiempo, mucho más importante que nuestras aptitudes para enfrentar esos retos.

Evitemos caer en esa área de confort que nos lleva a centrarnos hacia adentro y nos induce a hacer lo que queremos, en lugar de en lo que debemos; enfocarnos en mejorar nuestra competitividad, nuestra capacidad de respuesta al cliente, y nuestro éxito futuro.

¿QUIEN MOVIÓ MI QUESO? Es la realidad fabulada de un complejo proceso organizacional impuesto por las fuerzas del cambio y las presiones del entorno, que incluye aspectos como: Prevenir y Prepararse, Estrategia Gerencial y Organizacional, Compromiso de la Gerencia, Principios, Calidad Personal, Carácter, cambio de Paradigmas, Visión; y una buena dosis de valentía.

Rogelio Carrillo Penso

Who Moved My Cheese por: Spencer Johnson, M.D.

Compilación: Rogelio Carrillo Penso 18.02.a Página No. 3

LA HISTORIA

Érase una vez, no hace mucho un país muy lejano donde vivían cuatro pequeños individuos que corrían a través de un Laberinto buscando el Queso que los alimentara y mantuviera felices.

Dos eran ratones se llamaban “Sniff” y “Scurry”, y los otros dos eran hombrecitos seres tan pequeños como los ratones pero que se parecían y actuaban como la gente de hoy. Sus nombres eran “Hem” y “Haw”.

Debido a su diminuto tamaño, sería fácil dejar de notar lo que hacían, pero si nos fijábamos bien, podríamos descubrir las cosas más increíbles.

Cada día los ratones y los hombrecitos destinaban mucho tiempo en el Laberinto en búsqueda de su Queso especial.

Los ratoncitos, Sniff y Scurry, aunque tenían buenos instintos solo poseían cerebros rudimentarios de roedores. Buscaban el queso duro que les gustaba, igual como acostumbran a hacerlo todos los ratones.

Los dos hombrecitos, Hem y Haw, usaban su cerebro, llenos de creencias y supuestos, para buscar un tipo de Queso mucho más sofisticado, Queso con Q mayúscula que ellos pensaban que podía hacerlos sentir felices y exitosos.

Aunque tanto los ratones como los hombrecitos eran distintos, ambos tenían algo en común: cada mañana se vestían con su ropa de caminar y sus zapatos de ejercicio, salían de sus casas, y corrían al Laberinto en búsqueda de su Queso favorito.

El Laberinto era una madeja de corredores y cuartos, algunos contenían un Queso delicioso. Pero había recodos oscuros y calles ciegas que no llevaban a ninguna parte. Para cualquiera era fácil perderse.

Sin embargo, para aquellos que aprendían el camino, el Laberinto tenía secretos que los llevaban a disfrutar mejor de la vida.

Los ratones, Sniff y Scurry, tenían solo mentes sencillas, así que usaban métodos ineficientes de prueba y error para conseguir el Queso.

Sniff olfateaba en cualquier dirección donde podía estar el Queso, usando su gran nariz, y Scurry corría a buscarlo. Como era de esperarse, se metían en callejones sin salida, se golpeaban contra las paredes, y se perdían.

Los dos hombrecitos, Hem y Haw, sin embargo, tenían cerebros complejos con creencias y emociones que hacían la vida en el Laberinto más complicada pero retadora. Ellos se basaban en métodos más sofisticados para encontrar queso que dependían de sus habilidades de pensar y aprender de sus experiencias, aunque sus habilidades a veces eran nubladas por la forma como percibían las cosas.

Eventualmente, un día, y cada uno a su manera, todos descubrieron lo que estaban buscando cada uno encontró justo el tipo de Queso deseado al final de un Scurry, en la Estación Quesera Q.

Cada mañana a partir de ese día, los ratoncitos y los hombrecitos se vestían con su equipo de caminar y se encaminaban al Estación Quesera Q. No pasó mucho tiempo hasta que aquello se transformó en una rutina.

Sniff y Scurry siguieron levantándose temprano para correr a través del Laberinto, siempre siguiendo la misma ruta.

Al llegar a su destino, los ratones se quitaban sus zapatos de correr, anudaban sus trenzas y los colgaban alrededor del cuello para poder conseguirlos rápido en caso de necesidad. Entonces disfrutaban del Queso.

Al principio Hem y Haw también corrieron a través del Laberinto hacia el Estación Quesera Q para disfrutar de los gustosos bocados que los esperaban. Pero después de un tiempo, los hombrecitos eligieron una rutina distinta.

Hem y Haw comenzaron a levantarse un poquito más tarde cada día, se bañaban, se vestían y caminaban hasta la Estación Quesera Q. Después de todo, ellos sabían dónde estaba el Queso y cómo llegar a él.

No tenían ni idea de donde salía el Queso o quien lo puso allí. Solo asumían que el Queso estaría allí. Tan pronto como Hem y Haw llegaban a la Estación Quesera Q cada mañana, se ubicaban y se ponían cómodos. Colgaban su ropa de caminar, guardaban sus zapatos de carrera y se ponían sus pantuflas. Llegaron a sentirse verdaderamente cómodos ahora que ya habían encontrado el Queso.

“Esto es grandioso” decía Hem, “Aquí hay suficiente Queso para que nos dure toda la vida.” Los

Who Moved My Cheese por: Spencer Johnson, M.D.

Compilación: Rogelio Carrillo Penso 18.02.a Página No. 4

hombrecitos se sentían muy felices y exitosos, y sentían

que ahora sí que tenían seguridad.

No pasó mucho tiempo hasta que Hem y Haw

consideraron que el Queso que encontraron en la

Estación Quesera Q, era su Queso. Había tal cantidad

almacenada que decidieron construir sus casas en la

vecindad para estar más cerca del Queso, e hicieron

toda una vida social a su alrededor.

Para sentirse más en casa,

Hem y Haw decoraron las paredes

son citas y hasta dibujaron

fotografías de Queso a su alrededor

que los hacían sonreír. Una rezaba:

“TENER QUESO HACE LA

FELICIDAD.”

A veces Hem y Haw llevaban a sus amigos a ver su

pila de Queso en la Estación Quesera Q, lo señalaban

con orgullo mientras comentaban: “Buen Queso, ¿No?”

Algunas veces lo compartían con sus amigos, y otras

no.

“Nos merecemos este Queso,” decía Hem.

“Trabajamos mucho y duro para conseguirlo” decía

mientras tomaba otro bocado. Después, como de

costumbre, Hem se iba a descansar.

Cada noche, los hombrecitos volvían a casa, llenos

de queso,

...

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