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Salud publica y biopolitica


Enviado por   •  1 de Marzo de 2019  •  Ensayos  •  2.490 Palabras (10 Páginas)  •  86 Visitas

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SALUD PUBLICA Y BIOPOLITICA

INTRODUCCION

En los siglos XVIII y XIX, el capitalismo socializó un primer objeto, el cuerpo, en función de la fuerza laboral como ya hemos mencionado. Foucault sostiene que: “con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una privada, sino precisamente lo contrario”,9 aparece la medicina social. El control de los individuos no se ejercía solamente por la ideología sino también mediante el control del cuerpo. Para la sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático. El cuerpo es un ente biopolítico y la medicina es una estrategia biopolítica.

Además de la valorización de la vida humana, durante el siglo XIX se valorizó el cuerpo de las personas pensadas como fuerza de trabajo. Este proceso de medicalización, la medicina social, se originó con la formación del Estado moderno. Siguiendo a Foucault, podemos reconocer tres etapas en la configuración de la medicina social: medicina del Estado, medicina urbana y medicina de la fuerza laboral.

LA MEDICINA SOCIAL

Paul Michel Foucault (15 de octubre de 1926-25 de junio de 1984) fue un filósofohistoriador de las ideaspsicólogo y teórico social francés. Es reconocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana.

Sus análisis sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos. En ulteriores trabajos y cursos desarrolló conceptos como biopoder y biopolítica, siendo estos últimos conceptos de nuestro interés para poder darle una respuesta a la interrogante.  

Foucault por la década de los 70 difundió el termino biopolitica para referirse a una forma de control del poder sobre la población, propio del capitalismo, basado en la regulación de los procesos biológicos (fertilidad, nacimiento, mortalidad, morbilidad, etc.), es decir, el poder a través del control de la vida.

Esta forma de poder es análoga a la que se dio entre los siglos XVII y XVIII y se diferenciaría del anterior poder del soberano medieval o déspota, que era el poder sobre la muerte (el “hacer morir y dejar vivir”). El nuevo poder es el poder sobre la vida o biopoder (el “hacer vivir y dejar morir”).

Este biopoder tendría dos formas: las disciplinas y la biopolítica. Las disciplinas tienen como objeto el cuerpo abordado de forma individual (el cuerpo máquina), mientras que la biopolítica tiene como objeto el cuerpo especie (la población). Foucault hablará de una anatomopolítica del cuerpo humano y de una biopolítica de la población.

Las disciplinas, como las ciencias y la medicina, suponen un saber, pero también un poder.  Buscan saber más sobre el funcionamiento de los cuerpos para mejorarlos y repararlos, para hacerlos más eficaces y productivos. Pero la conformación y aplicación de este saber supondrá el ejercicio de un poder. El poder disciplinario se basa no solo  en delimitar la producción y difusión del discurso científico (por ejemplo, en el caso de  las disciplinas científicas: delimitar qué es científico y qué no es científico, a través de las corporaciones profesionales, Instituciones académicas y sociedades científicas), sino en las técnicas y procedimientos para la aplicación de este poder sobre  los cuerpos y sus conductas, mediante dispositivos que vigilan, castigan, educan, hacen  obedecer  y  corrigen.  Estos dispositivos son las instituciones:  laborales, escolares, religiosas, militares, etc. que normalizan la sociedad.

A mediados del XVIII surge otra forma de biopoder que convive con el poder disciplinario: la biopoltica. Si el poder disciplinario se centra en la individualización, la biopolitica se interesa por el conjunto de individuos (se acuña un nuevo concepto: población) y sus procesos vitales. Se desarrolla en el momento en que el estado se interesa por contar mejor lo que hay y se mueve en su territorio (súbditos vivos, muertos o enfermoso soldados y trabajadores en potencia recursos naturales, productos y mercancías, etc.), surgiendo la estadística (cuya etimología está asociada a estado) y la demografía, pero también el interés por la mortalidad, morbilidad y fecundidad.

Para desarrollar este interés el estado se valdrá de varios saberes disciplinarios uno de ellos es la medicina. El resultado de esta alianza entre medicina y estado será la medicalización de la población (el interés por sus conductas), especialmente de la clase obrera, de la ciudad y del propio estado, es decir, el origen de la Salud Pública o Medicina Social. Así pues, bajo este enfoque, la Salud Pública es un biopoder, un instrumento de la biopolitica. Cómo tal, es un saber, pero también un poder: saber sobre la población y poder sobre la población.

Este poder se ejercerá desde diferentes tipos de instituciones: no solo sanitarias (tanto asistenciales como de higiene), sino las que gestionarán mecanismos de ahorro y prácticas de seguridad frente a enfermedad, vejez e invalidez (seguros sociales). La Salud Pública es pues un instrumento de gobierno, y como tal opera en el campo de la política.  ¿Para qué nos sirve este enfoque? Primero para rechazar visiones simplistas de nuestro saber y prácticas de salubristas, que tienen su base en la (de)formación médica pre y postgraduada. Me refiero a la reivindicación de una supuesta neutralidad científica y apolítica de dicho saber y prácticas, que conduce a su descontextualización, al desconocimiento de los condicionantes del trabajo en el marco institucional, y, por consiguiente, a la merma de su eficacia en alcanzar metas tan indiscutibles como la reducción de la carga de enfermedad y de muerte prematura. Sin olvidarnos que esta invocación a la neutralidad de laboratorio es frecuentemente un subterfugio de la falta de compromiso social de muchos salubristas.  Y segundo, para estar siempre alerta sobre los “efectos secundarios” de esta medicina (social), que a veces ponen en cuestión sus efectos terapéuticos. Es decir, sobre el doble filo de la Salud Pública o Medicina Social:  por una parte, como brazo del estado que aporta el argumentaría científico para el control social de la población por el poder dominante, pero, por otra parte, también como herramienta colectiva que desvela el origen social de las enfermedades y puede operar a favor de la equidad en salud.

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