Sistemas Políticos
beltran933319 de Septiembre de 2012
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SISTEMAS POLÍTICOS
I. Concepto
En un sentido muy laxo, un sistema político es el conjunto de instituciones públicas, organizaciones de la sociedad, comportamientos, creencias, normas, actitudes y valores que mantienen o subvierten el orden del que resulta una determinada y, por lo general, desigual y conflictiva distribución de utilidades.
La expresión “sistema político” y su plural se ha instalado no sólo en el lenguaje de la ciencia política, sino también en el lenguaje común de un modo tan arraigado como términos políticos de mayor tradición como ideología, Estado o partidos. No obstante, es bastante más difícil precisar qué denota exactamente este vocablo.
El término fue traído al campo de la ciencia política, desde el terreno de la informática, la teoría cibernética de las comunicaciones y de la llamada teoría de los sistemas generales propuesta por Bertalanffy, pasando por la sociología de Parsons, con el propósito expreso de construir categorías de análisis y enfoques conceptuales novedosos que permitieran romper con el enfoque jurídico e institucional dominante en los estudios políticos hasta la mitad del siglo XX.
Uno de los más citados trabajos en este sentido es el David Easton, quien más que una teoría política en sentido estricto aporta un esquema para el análisis que consiste más en un compendio de conceptos y de definiciones de términos nunca antes usados por los politólogos, que en la construcción de una teoría empírica sobre los fenómenos políticos. Han pasado ya casi cincuenta años desde que David Easton escribió su The PoliticalSystem y casi cuarenta desde que publicó sus dos obras en las que detalló su esquema de análisis (A framework for Political Analysis y A System Analysis of Political Life) y, desde entonces hasta ahora, es poco lo que se ha avanzado en la construcción de una verdadera teoría sistémica del comportamiento político.
En sus inicios, algunos le auguraron un gran futuro a la aplicación del enfoque de sistemas en la política. Willliam Mitchell, por ejemplo, afirmó en la aún prestigiosa aunque ya vieja Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales de 1968, que el análisis de sistemas de seguro sería ampliamente usado en el futuro bien fuese en su versión organicista y funcionalista (representada principalmente por Easton y Almond) o en su vertiente más mecanicista y cuantitativa (construida principalmente por Kaplan en el terreno de las relaciones internacionales). Pero el hecho es que a casi cincuenta años de su introducción en la ciencia política la otrora pretenciosa teoría de sistemas no ha logrado ser mucho más que una terminología muy generalizada, compartida por expertos y legos, pero que en realidad no es muy precisa ni está rigurosamente formalizada, como lo exigiría el uso estricto del paradigma del cual se importó su uso a las ciencias sociales. Hoy en día se emplean comúnmente los vocablos sistema, variables, retroalimentación, insumos y productos, entre otros, de modo puramente figurativo o analógico, pero en ningún caso se han podido establecer las ecuaciones que expresen las leyes o el mecanismo de funcionamiento del sistema y que expliquen las conversiones de los insumos en resultados o productos.
Puede argumentarse que si bien el análisis sistémico de la política no ha dado todos los frutos teóricos que debería, ha servido al menos para organizar los conceptos y presentar un esquema de análisis cualitativo más organizado y con una terminología propia e independiente del análisis jurídico y constitucional dominante antes de los años cincuenta. El uso extenso del concepto de sistema político en mucho está asociado con el nacimiento y desarrollo de la ciencia política como disciplina autónoma del derecho y de la sociología general. Pero, lamentablemente, tal emancipación no necesariamente se ha traducido en una mayor clarificación y desarrollo de una teoría general de los sistemas políticos. A lo sumo, se han obtenido diversos enfoques analíticos, tipología y organizaciones de conceptos que tienen una amplia aplicación descriptiva, pero que todavía están muy lejos de una teoría científica en sentido estricto.
En su acepción más abstrusa, un sistema político es el conjunto conductual integrado por las interacciones que generan la asignación autoritaria de valores en una sociedad1. Una asignación es autoritaria, según Easton, “cuando las personas que hacia a ella se orientan se sienten obligadas por ella”2 . Y las personas, miembros del sistema, se consideran obligados por tres razones: 1) la coerción o la amenaza de coerción física o psicológica severa; 2) el interés personal y 3) la lealtad, el sentido de la legalidad o de la legitimidad. Pero al margen de cuál sea la razón por la que alguien se somete a la autoridad, lo que caracteriza como político a un sistema es el hecho de que sus asignaciones sean obligatorias.
Esta definición para algunos de sus críticos, más que abstracta, es indeterminada. Es decir, no se trata, como aspira su autor, de un concepto aplicable a cualquier forma de organización social en cualquier momento histórico y en todo espacio geográfico, sino más bien de una creación terminológica que no permite distinguir lo que realmente es un sistema político.
En la búsqueda de una mayor precisión Easton distingue entre sistemas políticos propiamente dichos y otros sistemas que realizan asignaciones obligatorias para sus miembros, aunque al interior de ámbitos sociales o territoriales más restringidos tales como las familias, las organizaciones religiosas, los grupos de linaje o castas, las instituciones educacionales y las unidades económicas. Para este propósito Easton crea el concepto de “sistemas parapolíticos” o también “sistemas políticos internos” con el que designa sistemas de asignación autoritaria de valores al interior de grupos y subgrupos menos incluyentes que la sociedad y que resultan análogos, más que isomórficos, al sistema político societal.
¿A qué se refiere, entonces, en última instancia el concepto eastoneano de sistema político? Pareciera que se reduce al de Estado nacional soberano pues es esta la entidad política empíricamente existente más inclusiva. Pero esto no queda claro en la teoría de Easton y, de ser así, el esfuerzo por emancipar a la ciencia política creando un objeto teórico propio de investigación, entendido como un sistema de comportamientos empíricamente observable dedicado a la adjudicación autoritaria de valores para la sociedad, queda sin efectos. Se estaría hablando de la misma entidad que el derecho constitucional ha identificado con anterioridad y precisión como su objeto de estudio.
La debilidad mayor de la teoría de Easton de los sistemas políticos fue puesta de manifiesto tempranamente por Eugene Meehan3. De acuerdo con Meehan, la debilidad fundamental de Easton es que su teoría no pretende explicar fenómenos empíricos sino simplemente crear un esquema de conceptos abstractos. Así, pretendiendo definir la política como un sistema de comportamiento, Easton termina por no definirla. Al reconocer la existencia de sistemas parapolíticos, acepta que la política ocurre en todas partes, en organizaciones menos incluyentes que el sistema político “societal”.
Vista así la teoría de Easton no bastaría con definir la política como el sistema de conductas dirigidas a asignar valores con el respaldo de la autoridad. Habría que precisar el ámbito de validez de tales asignaciones obligatorias (es decir, un territorio) y determinar los miembros del sistema (es decir, la población) que están sujetos a tales obligaciones. En suma, al menos que se entienda por sistema político lo mismo que Estado nacional, queda sin definir la política y, de aceptarse tal sinonimia, entonces el esfuerzo de Easton ha sido puramente nominal, no teórico.
Al asumir el enfoque de sistemas para describir la política, Easton privilegia la estabilidad como un requisito esencial del sistema político. Para algunos de sus críticos esto introduce un sesgo excesivamente conservador en su esquema. Cierto es que Easton se ocupa más de la estabilidad del sistema que de sus transformaciones, sin embargo, el esquema eastoneano permite comprender que, en principio, en los sistemas políticos existen mecanismos que permiten manejar las tensiones emanadas del ambiente logrando adaptaciones que pueden llevar incluso a cambio de importancia, sin que necesariamente se produzca una ruptura revolucionaria o, en sus términos, una perturbación severa de sus variables fundamentales. En segundo lugar, su enfoque también permite describir procesos de cambio que conducen a perturbaciones tan importantes del sistema político que no conducen a su transformación en un sentido positivo o revolucionario, sino a su deterioro, a la merma severa de sus capacidades e incluso a su desaparición, con lo cual se refuerza la idea de que no necesariamente los cambios políticos radicales son progresistas. Estas dos ideas han sido especialmente útiles en Iberoamérica, donde por décadas han proliferado las propuestas optimistas de cambios radicales y revolucionarios para superar los problemas de eficacia y eficiencia del Estado.
Especialmente interesante, a los efectos del estudio de la estabilidad, es su tipología de los apoyos al sistema. Un sistema puede recibir apoyos específicos a sus decisiones de asignación de valores o puede también recibir apoyo difuso, no ya a sus decisiones concretas, sino a través de las actitudes y valores acerca del sistema en su conjunto. Los déficits
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