Tipos De Liderazgo
principelove10 de Noviembre de 2012
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Capítulo Cuatro - Los orígenes de las vacas
Las vacas con que cargamos a cuestas no se generan porque deliberadamente nos hayamos puesto en la tarea de aprenderlas. Es más, tan absurdo como pueda parecer, ellas son el resultado de intenciones positivas. Detrás de todo comportamiento, sin importar que tan autodestructivo pueda parecer, subyace una intención positiva con nosotros mismos. Nosotros no hacemos cosas simplemente por causarnos daño, sino porque creemos que de alguna manera estamos derivando un beneficio de ello.
Por ejemplo, la persona cuya vaca es: “El día en que decida que quiero dejar de fumar, lo dejo sin ningún problema. Lo que pasa es que no he querido”, utiliza este autoengaño para proteger su baja autoestima y ocultar su incapacidad para deshacerse de dicho vicio.
Su vaca le da cierta sensación de que está en control de su vicio y no su vicio en control de ella. ¿Te das cuenta del peligro de una vaca como esta? Literalmente puedes cargar con este vicio toda tu vida, sin nunca sentirte mal de tu impotencia para corregirlo.
Muchas de las creencias limitantes que arrastramos con nosotros a lo largo de nuestra vida, han sido el resultado de buenas intenciones. Observa lo fácil que se adquiere una vaca. Digamos que esta vaca suena así: “Yo no sirvo para esto.”
Esta vaca es muy común entre las personas. Mira como comienza esta vaca de manera casi inconsciente. La persona aprende a hacer bien una tarea, una profesión o un oficio. Disfruta haciéndolo, desarrolla un talento especial para ello y después de algún tiempo piensa: “Esto es para lo que sirvo”.
¿Te das cuenta de lo que acaba de suceder? Al llegar a esta conclusión, a esta realización, sin quererlo la persona comienza a pensar que quizás, ese es su talento, su llamado en la vida, su verdadera y única vocación. Asume que en ninguna otra área podrá ser tan efectiva como en ésta, y deja de buscar su desarrollo en otras áreas. Comienza a dar excusas (vacas), encuentra razones para explicar sus limitaciones, hace afirmaciones tales como:
Yo no sirvo para eso.
Yo siempre he sido así.
No nací con el talento para aquello.
No tengo el cuerpo que se necesita para eso.
No poseo la personalidad adecuada.
Y así, inadvertidamente crea limitaciones que no le permiten expandir su potencial. Pero el problema no son las personas, sino sus programas mentales, sus pensamientos.
¿Si ves? Estas son vacas, porque no es que creas que no eres bueno para nada. Lo que crees es que eres bueno para un sola cosa y que lo demás, no es algo para lo cual tengas un talento innato.
Tu vaca de: “para esto es que soy bueno”, te da cierto sentido de tranquilidad, porque sabes
que por lo menos para una cosa eres bueno. Pero lo cierto es que tú tienes la capacidad de ser bueno para muchas otras cosas. Sin embargo, nunca lo vas a descubrir a menos que mates tu vaca de “para esto es que sirvo”.
Otras limitaciones (vacas) son el resultado de experiencias pasadas que ya no tienen validez. A lo mejor, cuando tenías seis años te pidieron que pasaras a recitar una poesía frente a la clase y tu profesor se rió, o algunos compañeros se burlaron de ti, lo cual, como es de esperarse, te hizo sentir mal y desde ese momento dejaste de recitar o hablar en público, para evitar pasar por más vergüenzas frente a tus compañeros de clase y para evadir las críticas de los demás.
Después de muchos años de permitir que esta vaca creciera y se engordara en el establo de tu mente, llegaste a aceptar que hablar en público no era una de tus aptitudes, que no tenías el talento para hacerlo.
Hoy, con cuarenta años de edad, cuando alguien te pide que realices una breve presentación en tu trabajo, o que hables cinco minutos del proyecto en el cual estás trabajando, tú dices: “Mira, pídeme que redacte
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