SAN AGUSTIN
gaby_lachica30 de Noviembre de 2012
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SAN AGUSTÍN.
"Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor."
BIOGRAFÍA.
Aurelio Agustín nació el año 354 d.c. en Tagaste, ciudad situada en la antigua provincia romana de Numidia (conocida en la actualidad como Souk Ahras, en Argelia). Hijo de Patricio, un pequeño propietario rural, y de Mónica, nació en el seno de la familia con una posición económica desahogada, aunque no exenta de esporádicas dificultades económicas, lo que le permitió acceder a una buena educación. Sus primeros estudios los realizo en Tagaste, continuándolos, el año 365, en la cercana ciudad de Madaura (aunque se vio obligado a interrumpirlos el año 369 por dificultades económicas); a partir del año 370 estudio en Cartago, dedicándose principalmente a la retórica y a la filosofía, destacando de una manera especial en retórica, y encontrando dificultades en el aprendizaje de la lengua griega, que nunca llegó a dominar.
Pese a los esfuerzos de su madre, Mónica, que le había educado en el cristianismo desde su más tierna infancia, Agustín llevo en Cartago una vida disipada, muy alejada de las pretensiones de aquella, orientada hacia el disfrute de todos los placeres sensibles. En esa época convivio con una mujer con la que mantuvo una relación apasionada, de la cual surgió un hijo, Adeodato, el año 372.
La lectura del Hortensio de Cicerón le causo una honda impresión que le acerco a la filosofía, adhiriéndose a las teorías de los maniqueos, hacia el año 373. Luego de un año en Tagaste, donde enseño retórica, regresa a Cartago, donde abrió una escuela en la que continuo sus enseñanzas hasta el año 383 en que, tras el encuentro con Fausto de Milevo, el más destacado representante del maniqueísmo norteafricano, decepcionado, abandona el maniqueísmo.
Ese mismo año se traslado a Roma, y luego a Milán, donde enseño retórica. De nuevo la lectura de Cicerón, ya abandonado el maniqueísmo, le acerco al escepticismo de la Academia nueva, hasta que escucha los sermones del obispo de Milán, Ambrosio, que le impresionan hondamente y le acercan al cristianismo. En este período descubre también la filosofía neoplatónica, y lee también las epístolas de San Pablo.
En el año 386 se convierte el cristianismo. Ese mismo año se establece en Casiciaco, cerca de Milán, con su madre, su hijo y algunos amigos, y comienza a escribir sus primeras Epístolas. El año siguiente se bautiza en Milán y opta por una vida ascética y casta. Tras la muerte de su madre, se traslada a África el año 388, estableciéndose en Tagaste donde fundo un monasterio en el que permaneció hasta el año 391. Dicho año se traslada a Hipona, (actualmente Annaba, también en Argelia), ciudad cercana a Tagaste, en la costa, donde es consagrado sacerdote por el obispo Valerio. Allí fundo otro monasterio, en terrenos cedidos por el obispo, desarrollando una fecunda actividad filosófica y religiosa, destacando el carácter polémico contra las diversas herejías (donatistas, pelagianistas...) a las que se enfrentaba el cristianismo, y que San Agustín consideraba el principal problema con el que habría de enfrentarse.
El año 396 es nombrado obispo auxiliar de Hipona por Valerio, pasando a ser titular tras la muerte de éste. En los años 418 y 422, en plena descomposición del imperio tras el saqueo de Roma por Alarico, participa en el concilio de Cartago y continúa su activa producción filosófica y religiosa que abarca más de 100 volúmenes, sin contar las Epístolas y Sermones. El año 430, estando sitiada Hipona por las huestes de los vándalos de Genserico, muere, poco antes de que la ciudad fuera completamente arrasada.
San Agustín, el filósofo.
San Agustín supo integrar el pensamiento pagano, en especial la filosofía platónica, con el cristianismo, iniciando la filosofía cristiana medieval, de importancia decisiva para la formación de las mentalidades europeas. A partir de su pensamiento político se desarrolló la teoría de los dos poderes, de los cuales el espiritual (el papado) es superior al poder temporal (el poder civil).
Sus Obras filosóficas.
San Agustín escribió un gran número de obras que configuraron la teología de la cristiandad occidental. Sobresalen los discursos contra las sectas de los maniqueos y los pelagianos y el tratado Contra Académicos. Sin embargo, sus dos títulos más influyentes son La ciudad de Dios y las Confesiones.
La Ciudad de Dios: presenta la historia humana como un conflicto entre la comunidad que integran miembros inspirados por la gracia y el amor de Dios, y la comunidad formada por los que han depositado su amor en el mundo y en sí mismos, renunciando a Dios.
Las Confesiones: contienen una descripción de su autobiografía espiritual dividida en un antes y un después de la conversión.
Cristianismo y filosofía.
La conciliación entre la fe y la razón queda recogida en la fórmula siguiente, que será todo un programa hasta el siglo XIII: cree para entender. Esto significa que la filosofía debe tomar como punto de partida la fe y las escrituras, y que la filosofía sólo tiene valor en cuanto coincide con la verdad del cristianismo.
Partiendo de una concepción platónica, San Agustín sostiene que el conocimiento intelectual es una acción de Dios en nosotros, que consiste en la iluminación de unas verdades necesarias, eternas e inmutables.
La creación del mundo y el tiempo.
El protagonismo de la divinidad se extiende más allá de su contribución cognoscitiva. Para San Agustín, Dios ha creado el mundo de la nada. La materia es una creación de Dios resultado de una decisión voluntaria y libre, un acto espontáneo de la voluntad libre y del amor divino. Sin embargo, la creación se despliega en el tiempo y los seres individuales alcanzan su maduración en el curso del tiempo y con arreglo a lo dispuesto por la Providencia.
Ahora bien, la materia o la creación visible no son eternas; nace con el tiempo a diferencia de la eternidad de Dios, que es ajena al tiempo.
El problema del mal.
A la hora de abordar esta cuestión hay que distinguir entre dos clases de mal: el mal físico y el mal moral.
El mal físico o natural (enfermedades, catástrofes o epidemias) no proviene de Dios. Se trata más bien de una privación o de una deficiencia cuyo origen hay que buscar en la materia misma constituyente de la criatura. Por consiguiente, el mal físico no existe.
El mal moral, por su parte, es obra del hombre y de su comportamiento injusto con sus semejantes y sus criaturas. Tiene su origen en la libre voluntad, en el sentido de «capaz de pecar y no pecar», con que Dios creó al hombre. Por esto, Dios no es responsable del mal uso de la libertad del hombre ni de la entrada del mal en el mundo.
La concepción de la historia.
La filosofía de la historia de San Agustín describe un proceso que afecta a todo el género humano. Se trata de una historia universal, jalonada por una serie de acontecimientos sucesivos que avanzan hacia una meta final por medio del ejercicio de la providencia divina. Pero este proceso está caracterizado por el conflicto entre dos comunidades que habitan el mundo: la ciudad de Dios y la ciudad terrena.
La cuidad de Dios: aquí pertenecen todos los que hacen entrega de su amor a Dios, constituyen una iglesia invisible y son peregrinos en la tierra hacia un fin trascendente y una recompensa eterna. San Agustín divide la historia de la ciudad de Dios en seis edades, considerando el momento contemporáneo como la sexta edad del mundo. Ésta habrá de durar hasta la segunda venida de Cristo, el juicio y la consiguiente separación definitiva de las dos ciudades para dirigirse cada una a su destino eterno.
La ciudad terrena: está formada por los que han puesto su amor en el mundo, en sí mismos, los que se identifican con las virtudes cívicas y han renunciado a Dios abocándose, por ello, a la muerte eterna.
San Agustín en la pedagogía.
Hay muchos estudios y muy valiosos sobre los principios, método, pautas y aplicación de la rica pedagogía del Hiponense. San Agustín recogió lo mejor de la pedagogía griega y latina; y la cristianizó al poner a Cristo como fundamento y culmen de toda enseñanza y de todo aprendizaje de sabiduría.
Enseñar y aprender fue la actividad de su vida, es por eso y por sus obras, que con todo merito y propiedad se le ha dado el nombre de “el primer pedagogo moderno.”
Sobre el tema de la educación y la enseñanza específicamente escribe tres obras (aunque su preocupación se hace presente en varias más):
El Maestro (escrito en el 389, al año de haber regresado a la provin¬cia africana)
La cultura cristiana (cuyos tres primeros libros estuvieron redactados en el año 396, en tanto el cuarto fue terminado en el 426)
La catequesis de los principiantes (escrito en el año 399).
a) EL MAESTRO: trata, en síntesis, de la comunicación entre el alumno, el maestro-exterior y el verdadero Maestro, el Maestro-interior.
El llamado “maestro” (el maestro humano, el maestro-exterior) suministra con sus palabras
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