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Arturo Prat


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2014  •  2.612 Palabras (11 Páginas)  •  161 Visitas

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URO PRAT CHACÓN:

UN LEGADO DE VIDA

Juan Pablo Martínez De Ferrari *

Mucho se ha escrito con relación al Combate Naval de Iquique y a su héroe máximo. Es

por ello que deseo en esta oportunidad compartir algunas reflexiones del legado de vida que nos

dejara el Capitán Arturo Prat Chacón, pero lo anterior, desarrollado desde una perspectiva humana

y cristiana del héroe.

Al respecto, deseo manifestar inicialmente que en la vida existen tres grandes virtudes, que

son las llamadas virtudes teologales y que representan los fundamentos básicos en el

comportamiento del ser humano: La Fe, la Esperanza y la Caridad o Amor.

El Capitán Prat, tenía acuñada en su vida una frase que solía repetir con frecuencia y que

por cierto quedó grabada en todos aquellos que lo conocieron: “Dios nos guía y lo que sucede es

siempre lo mejor que puede suceder”. Esta absoluta confianza en la providencia divina se

manifiesta una y otra vez durante sus escritos, ratificando de esta forma su profunda Fe en el

Todopoderoso.

De la vida íntima de Arturo Prat y su familia poco se sabe, pero gracias a sus

descendientes, las familias Undurraga-Prat y Prat-Echaurren, hoy se conoce parte de las cartas,

anotaciones y otros documentos del héroe, los cuales fueron donados al Archivo Nacional y a la

Armada de Chile. Desgraciadamente, por expresas instrucciones dejadas en el testamento de su

nieto Arturo Prat Echaurren, las cartas y documentos sólo pueden ser vistos por personas

especializadas.

Sin embargo, a pesar de aquellas restricciones se ha podido extractar desde libros y

reportajes periodísticos algunos trozos de las cartas que él, con amor de esposo, dedica a su

amada esposa Carmela.

Hoy se puede revivir el pasado, pero les advierto que son cosas muy personales e íntimas

de la familia del héroe, que intentaré resumir en una sola carta, aún cuando debo señalar

primeramente que fueron escritas entre el 7 de febrero de 1873 y el 20 de mayo de 1879, la

víspera.

“Mi Carmela, mi vida, mi tesoro; te escribo sólo para quitarte todo cuidado respecto de mi

salud. Me encuentro bien, la mano se ha deshinchado y espero estar bueno en un par de días para

escribirte muy largo, pues tengo mucho que decirte, incluso el que te adoro, cada día más con más

vehemencia; no lo hago ahora porque temo empeorarme. Recibe el corazón apasionado de tu

Arturo”.

“Mi querido corazón: desde que me separé de ti, pasa el tiempo con una lentitud

insoportable, años se me hacen las horas, siglos los días, esperando anheloso aquél en que de

nuevo pueda estrecharte contra mi corazón... Pena me da recordar lo lejos de ti que me va a

encontrar el 16 de julio, pero al menos no ya como los años anteriores; si bien lejos, siempre

somos el uno para el otro... No olvides, mi vida, las recomendaciones que te he hecho, entre ellas,

muy especialmente, la de cuidarte, que yo lo hago religiosamente”.

“Si existen en la naturaleza esos efluvios simpáticos, que en acción hacen participar, a

distancias considerables, a otros seres de sensaciones análogas a las que experimenta uno

mismo, yo creería fundadamente que tú, mi Carmela, mi bien, mi más caro y precioso tesoro que

en la tierra poseo, te habrás sentido influenciada en la mañana de hoy por esa atmósfera que

arroba, que embriaga y que es producida por el inmenso cariño, por esa dicha inefable que nos trae la seguridad, el convencimiento de ser amado con transporte. Ha sido hoy a las ocho y media

de la mañana que he recibido tu carta y mil veces ya he dado gracias al cielo que nos ha premiado

haciendo fructífero tu vientre... No imaginas, mi vida, que yo pudiera recibir con indiferencia, no

digo con desagrado, una noticia que me llena de alborozo; sí mi querida, yo me considero muy feliz

con tu estado y sólo siento las incomodidades que te ocasione y que yo no pueda compartir

contigo... Acuérdate, y tiemblo al pensarlo, que esta época es la más peligrosa y la quemás

prudencia necesita; piensa que si algo te sucediera, sin haberlo yo podido remediar, me

enloquecería de desesperación.”

“Mi esposa adorada: ... De manera, señora mía, que en el próximo marzo tendremos

mamá; qué linda mamá vas a ser; cómo te voy a querer entonces. ¿Podrá ser más? ¿Qué será?

¿Hombre o mujer? ¿Cómo se llamará? ¿Carmela o Arturo? Vamos, dime pues, cuéntame tus

proyectos, tus esperanzas, ya me parece que veo en tus brazos un angelito de cabellos de oro y

grandes ojos negros...” (Anuncio de la venida de su primera hija).

“Carmela, paso días en que nada me agrada, nada me satisface, verdaderamente aburrido

y no es, hijita mía, que me pase de ocioso, lejos de eso, no pierdo generalmente muchos minutos;

lo que me tiene así es tu ausencia, mal juiciosamente insubsanable.

Cuando paso de una operación a otra, lo hago tan sin entusiasmo, tan de mala gana, que

sólo puedo compararme a una máquina que hace las cosas porque debe hacerlas.

Es en estos intervalos que acordándome de ti me dan ganas de llorar y rabio de impotencia

al verme tan lejos de mi vida e imposibilitado para, con sólo la voluntad, trasladarme a tu lado.”

“No te detenga, bien mío, el temor de afligirme para revelarme el estado de tu corazón o de

tu cuerpo, pues siempre me será más grato el saberlo, aún cuando en ello sufra, que el ignorarlo.

¿No es natural y justo que nos ayudemos mutuamente a sufrir? Si gozamos juntos, ¿por qué no

hemos de sufrir de la misma manera?...

... Si es mujer, ¿cómo no ha de salir parecida moral y físicamente a su mamá? Sí, no tengo

duda que si llega a ser, será tan virtuosa, tan amante, tan dulce y angelical como mi Carmela...”

“....Cada día siento que ese cariño tranquilo, pero inmenso e indeleble que siempre he

sentido por mi virtuosa y adorada Carmela va tomando mayores proporciones y toma nuevo

incentivo con el estímulo que el tuyo le comunica. Sí, mi adorado bien, eres el sol de mi vida, la

luna que dulce y plácida alumbra el horizonte de mi dicha.

A Dios gracias que ya principia a dejarse ese desgano que te asediaba y me tenía

intranquilo, principia pues a engordar... aunque sea de todas maneras, que espero que a mí me

suceda otro tanto, pero de una sola”. (Nace su hija

...

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