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Biografía De PaezVilaró

noetinez18 de Agosto de 2012

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BIOGRAFÍA

Carlos Páez Vilaró nació el 1º de noviembre de 1923 en Montevideo, Uruguay. Eligió unir los apellidos de sus padres, Miguel Páez Formoso y Rosa Vilaró Braga, como si se tratara de un apellido compuesto, (así firma en sus obras). Nacido en una familia acomodada, del barrio Pocitos, prefirió viajar por el mundo, y vivir como bohemio. Estuvo casado tres veces, con Madelón, Verónica y Annette. Madelón es la madre de sus tres hijos mayores, Carlos Miguel 47(el sobreviviente de los Andes), Agó, 46(pintora) y Beba. La alemana Annette es la madre de sus tres hijos menores, Sebastián, Florencio y Alejandro.

A la edad de 18 años se fue a vivir a Buenos Aires, su primer trabajo fue en una empresa de fósforos Mantero y Balza, que estaba al final de la avenida Mitre. Cuenta que en Mitre y Pavón, mientras esperaba el colectivo les regalaba dibujos a los peatones. Después entró como aprendiz en una imprenta. La Fabril Financiera, que tenía tres turnos y 1500 obreros. Ahí llegó a conocer a grandes dibujantes, como Dante Quinterno, Divito, Lino Palacios y sus primeros dibujos fueron caricaturas. En una época vivió en el altillo de una pensión que estaba al lado de un club político al que había ido Juan Domingo Perón cuando era coronel. Luego pasó al hotel Gloria, cerca de allí había una academia de baile, donde nació su pasión por dibujar en los cabarets del “bajo mundo”. En uno lo dejaron dibujar en las mesas, a cambio de sacar a bailar a las chicas que querían mostrarse. Lo llamaban el Oriental. Gracias a sus dibujos entró como cadete en la agencia de publicidad Berg y Cía. Luego pintó un chico frente a un pizarrón, con una operación escrita que decía 34 + 5, y un texto. Fue con el dibujo a la firma Picardo, que hacía los cigarrillos 43, y se lo compraron. Llamó a su madre para contarle la buena noticia, y se gastó el dinero en la llamada telefónica. En 1945 volvió a Montevideo pero encontró demasiada calma. Venía de la gran ciudad de Buenos Aires; de D’Arienzo, de Paquito Bustos, de los “bajos”, del ambiente del tango, dónde encontraba inspiración para sus obras y se quería volver. Decidió con su hermano y dos amigos: Martínez Arbolella y García Tell, crear un cinematógrafo llamado “Uruguay al día”, donde fue cineasta. Cuando el local se incendió, con él se quemó toda su obra. Quedó deshabitado de sus creaciones iniciales y tuvo que empezar de nuevo. Esto definió su destino: se dedicó a lo que más le interesaba, que era el arte del candombe que para muchos eran un montón de negros haciendo barullo, mientras que para él era la esencia misma de la africanidad. Un día, en el barrio de Palermo, oyó ruido de tambores, vio una comparsita muy triste, con su mamá vieja y con un viejito “epiléptico” que la acompañaba. Juan Angel Silva (el Cacique, creador del grupo de candombe Morenada), acogió a Carlos en el Conventillo Mediomundo, lugar que marcó al artista para siempre. El sitio donde pintó sus primeros cuadros sobre negros, el dueño del conventillo le habilitó una habitación como atelier. Era la pieza “yacumenza” porque estaba al lado de la habitación de una brasileña que decía “ya cumenza o ruido infernal” cuando escuchaba el repiquetear de los tambores. Aprendió a tocar el tamboril, el piano. Ahí conoció al macho Lungo, Martha Gularte, el negro Pirulo, las añoranzas negras. Y a doña Gregoria, la capataza. La vida del conventillo fue lo que lo inspiró para hacer Casapueblo.

Un poco de su historia:

Recorrió el mundo en busca de aventuras que pudiera plasmar en sus lienzos y dejar su huella en lugares remotos. Vivió en Bahía (Brasil) se fue buscando “un negro más profundo”, en 1956 viajó a Dakar. Recorrió África pintando. En Tailandia pintó un mural para un restaurante y como no estaba seguro de si le iban a pagar pintó unos pájaros sin pico, para terminarlos cuando le pagaran, (le pagaron 80 dólares).Su primer cuadro lo pintó en la Argentina mientras daba los primeros pasos en una agencia de publicidad. Pero su primera exposición fue en Buenos Aires, en la calle Florida, en la galería Wildenstein.

A finales de la década de los cincuenta, llega a Punta del Este, casi deshabitada, y se ubica en una torre chiquita de la parada tres, los lugareños la llamaban el lomo de la ballena, (lo que hoy día es Punta Ballena), en 1958 construye una casita llamada “La Pionera”.

Muy respetuoso de la naturaleza, le pide permiso para construir a un pescador de las grutas Abdon Ramos, por considerarlo “dueño del paisaje“(encontró al pescador leyendo un libro de Borges).

Con la ayuda de unos pescadores construyó la hermandad de la casilla de lata, que durante la dictadura militar de la década del 70 fue demolida.

Usó su imaginación y las manos para moldear paredes y techos que rompen con la idea de lo plano: Se dio cuenta que podía forrar madera con alambre y que con el portland cubría espacios, hacía ventanas y puertas. Todo creció con la ayuda de amigos.

Sin ser arquitecto, pasó gran parte de su vida dedicándose a proyectos arquitectónicos insólitos. Siendo compositor musical, pintó murales por todo el mundo. Siendo pintor, escribió libros. Siendo un viajero del mundo, terminó siendo empresario de su propio hotel-spa -museo.

Hizo más de 4000 obras entre acrílicos y óleos. Realizó 145 exposiciones individuales y participó en otras 50 colectivas.

Pintó sobre el candombe uruguayo y el tango rioplatense; hizo series de mujeres, de expresiones eróticas, abstracciones, de bares, de animales.

El sol es un símbolo que adora, siempre ilumina sus pinturas. Además hizo grabados, dibujos, acuarelas, gofrados.

Con su arte pudo dejar su marca en lugares insólitos: realizó 19 murales, pintó los aviones de Pluna, los patrulleros de Punta del Este y hasta el fondo de la piscina del hotel Conrad.

Escribió 14 libros, y letras para murgas y comparsas negras lubolas, llegando a tener 300 títulos registrados en la Sociedad de Autores. Se sentía parte de esa cultura africana de esclavos, y los candombes fueron su iniciación a la pintura. Después de crear la música y las letras se atrevió a hacer dibujos diseñando la vestimenta a las comparsas negras tratando de que se mantuvieran dentro del folklore.

Esta obsesión por la negritud uruguaya lo lanzó a realizar viajes por el África, donde vivió tres meses con Albert Schweizer en su leprosario de Lambarere. Schweizer había sido el intérprete de órgano más reconocido de Europa. Dejó todo y se fue a curar leprosos al África. Eso le pareció un acto tan impresionante que quiso conocerlo. Y no paró hasta vivir tres meses con él en 1962”. Luego viajó por Indonesia y Polinesia canjeando cama y comida por murales y pareos pintados a mano. Compartió el atelier con Pablo Picasso de quien es ferviente admirador, e impresiones con el Che Guevara, y se metió en varios proyectos: una aldea de artistas en Cosquín, la presentación de 80 negros murguistas en el festival folklórico de esta ciudad, una casa en San Pablo, un club de pesca en Punta del Este un proyecto de hotel en Iguazú y una sala de cultura en su casa del Tigre.

Tras su encuentro con Picasso, que le obsequió cerámicas que expone en Casapueblo, también se dedicó a ese arte.

Casapueblo es una construcción blanca, muy blanca que él mismo soñó y construyó.

Los pasajes entre las habitaciones son

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