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CONTROL SOCIAL


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2013  •  3.116 Palabras (13 Páginas)  •  202 Visitas

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Monseñor Romero y la educación

Enfoques

Miércoles, 24 de Marzo de 2010 00:34

El pensamiento de Monseñor Oscar Arnulfo Romero en torno a temas educativos

Julio Martínez

juliomartinezrivera@gmail.com

Trabajador social, educador y post graduado en antropología social

A manera de introducción

¿Por qué resulta tan importante hablar de educación ahora que se cumplen los primeros 30 años del martirio de nuestro arzobispo monseñor Romero, san Romero de América, como es conocido?

Fundamentalmente por dos razones: la primera de ellas es que Monseñor puso especial atención a la educación, en particular tenía mucho apego por los niños y su formación, pero tenía graves preocupaciones por los colegios católicos que eran fieles a la orientación de la iglesia y, quienes, constantemente recibían llamados de atención y amenazas.

En segundo lugar, porque es seguro que Monseñor entendió el papel que juega la educación en la construcción de la cultura, la ideología, la democracia y la justicia, y por eso hizo varias referencias a la educación durante su corto, pero impactante paso como arzobispo salvadoreño.

¿Y cómo se puede hablar de justicia cuando hay niños y adolescentes que no pueden ingresar a un centro de estudios porque las condiciones no están provistas para ello?

El rol principal de la educación es la conformación de la manera de cómo se deberá entender el mundo, cómo se relacionará con otras personas, cómo valorará los hechos de la realidad, cómo estructurará su participación activa o pasivamente en la transformación del mundo.

1. Resolver el problema de la educación: exigencia al Estado

Monseñor Romero conocía de cerca la realidad de la población, de la gente, y entendía de sus necesidades, no tan distintas a las de ahora. Eso le llevaba, en su papel de abogado de la gente ante el Estado, en su papel de hacer notar a los invisibles, en su rol de voz de los desfavorecidos, a pedir al gobierno para ellos, a veces de manera directa, sin dobleces.

No es sólo el tema de la educación, más bien es a la falta de todo que Monseñor pide precisamente todo. Así, el 15 de diciembre de 1977 hace una exigencia importante “es necesario cumplir servicios, prestaciones, para resolver los problemas de la salud, la educación, la vivienda y otros.” [1]

Este pastor sabía que las necesidades espirituales atravesaban por la resolución de las necesidades materiales y que, además, existe una clara responsabilidad estatal para distribuir el gasto nacional en aspectos que sean útiles a los que no pueden de otro modo enfrentar los problemas sociales, entre ellos, el de la falta de educación. Un país que quiera lograr su desarrollo debe apostar a una fuerte inversión en educación, y así logrará mejores resultados económicos. La relación entre educación y pobreza es clave.

2. El papel de los colegios católicos

De acuerdo con Monseñor, los colegios católicos no sólo son instrumentos de la promoción de los programas educativos nacionales, a los que se deben ceñir. Para él, estos colegios también cumplen una función religiosa. En enero del 78, Monseñor alude a esa función, pero además, deja entrever la función ideológica de la escuela; dice Romero que “el colegio católico es un medio de servicio de la misión de la Iglesia, (y también) es un medio para la formación integral del hombre en cuanto que es un centro donde se elabora y se transmite una concepción específica del mundo, del hombre y de la historia.” [2]

Ahora bien, ¿quién transmite esta concepción específica del mundo? De cualquier manera, es el Estado y a quienes representa el poder. No sólo es la concepción del mundo, sino también de la historia. El general Hernández Martínez expresaba bien que la historia está escrita por los hombres y, a eso, hay que agregar que no cualquier hombre, sino el grupo de los detentores de poder.

Romero hace suyas las palabras de Juan Pablo II cuando expresa que “Son palabras del papa —diríamos— exigiendo a los colegios católicos no vivir unas tradiciones que lo aparten del magisterio, no vivir unas acomodaciones para quedar bien con ciertas familias, sino ser mensajeros de la verdad de la Iglesia para nuestro tiempo cambiante”. [3] Hay que reconocer el carácter de obediencia y fidelidad que Monseñor tuvo hacia el papa y hacia la iglesia en general, y es que el papel de la iglesia no es el de estar cómoda, el de estar a gusto, el de sentirse conforme.

La comodidad es compañera fiel de la acriticidad, de la conformidad, y el momento histórico de Monseñor no podía haber sido de conformidad ante la pobreza y la injusticia de aquel momento.

Su preocupación por los profesionales y por los que deben hacer algo para promover la equidad y la solidaridad le llevó a decir ese mismo día 15 de enero del 78 la frase siguiente: “no suframos ya esa vergüenza de que salen del colegio católico aquellos que aprendieron la fe, pero en la vida no la traducen en obras y viven las injusticias, los pecados, los desórdenes de una sociedad corrupta” . [4] Era esa una petición de consecuencia, de ser consecuentes, de vivir de acuerdo con lo que se dice.

Era más bien una exigencia a quienes se han formado en un colegio católico a actuar de acuerdo con la enseñanza de una iglesia que no fue, que no debe ser cómoda, ni conformista. Mientras haya una sola persona que no come por falta de dinero, no se puede estar conforme.

3. Los niños y la escuela

Uno puede entender fácilmente el carácter de amigo de los niños que Monseñor, a pesar de estar en un marco de labor pastoral donde se relacionaba con riesgos vitales cada hora, cada día, siempre, encontraba un espacio para hablar con los niños; muchas fotografías de las caminatas de Monseñor

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