¿Como Llegue Aquí? Una Historia Un Tanto Sombría
hb32z25 de Junio de 2014
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[Prólogo]
¿Cómo llegué aquí? No sabría darte una respuesta exacta. Me duele la cabeza y siento unas contusiones en mi cráneo. Miro a mí alrededor y veo a 3 hombres: uno en notable estado de ebriedad, otro que emanaba un gran sentimiento de culpa, y el tercero, se veía sereno; pareciera que ya había estado en este lugar varias veces.
Me mantuve en silencio un par de minutos, pero la ignorancia me estaba matando. Me acerqué al hombre con cara de culpa y le pregunte: -¿Dónde estoy y que hago aquí?
-No sé quién eres.- contestó. –Sólo sé que estamos en el calabozo de alguna comisaría. Luego de haberle preguntado volteó la cara rápidamente, algo me decía que no quería verme
-Gracias.- le contesté (a sus espaldas, ya que se había dado vuelta), y me dedique a mantener silencio hasta que, tarde o temprano, me sacaran de aquí.
De un momento a otro, se me ocurrió revisar mis pertenencias personales. Ya sabes, billetera, cigarrillos, encendedor, etcétera. Y todo estaba en su lugar, salvo que la cajetilla de cigarrillos estaba vacía. -Supongo que lo’h paco’h te quitaron lo’ pusho’h hermano- dijo el hombre en estado de ebriedad –con la lengua traposa- al notar que miraba con menguado interés el interior de mi cajetilla. –¡Sí, desgraciados!- le contesté. Y en el fondo si pensaba eso, en mi cabeza no entraba la idea de que los carabineros podrían quitarme algo tan simple como una cajetilla de cigarrillos; entraño…
Y bueno, intenté recordar que hice anoche, porque no era normal –o por lo menos para una persona como yo- el despertar en el calabozo de una comisaría con contusiones.
Conforme pasaba el tiempo, recordé que iba camino a la casa de mi novia, estaba de cumpleaños y quería llevarla a algún lugar de comida fina y luego a algún club a bailar; pero el instante en el que íbamos en el taxi al club y mi despertar acá se borró de mi memoria. Era estresante, ya que por más esfuerzos que hacía para acordarme no lograba conectar los cabos sueltos, era todo una gran laguna mental: un par de flashbacks y voces que rondaban en mi cabeza.
Pero bueno, no podía quedarme ahí sentado recordando todo el día, tenía que buscar alguna manera de salir de donde estaba y empezar a investigar, y en ese momento recordé que tenía mi teléfono celular en el bolsillo. -¡Que soy gil’!- pensé. Metí mi mano en el bolsillo del chaquetón que tenía puesto y empecé a mirar la larga lista de contactos que este tenía.
“Gonzalo Águila”, “Eduardo Baeza”, “Pipe Gutiérrez”; la lista de conocidos seguía avanzando, pero yo buscaba un número en especial, el de mi novia, y pronto di con él. Presioné el botón de llamar, me cubrí por si llegara a aparecer algún gendarme que pudiera quitarme el teléfono y empezó a marcar el teléfono.
“…”, el teléfono marcaba, pero nadie contestaba…
Y en ese momento me empecé a percatar de que, quizás, lo que ocurrió anoche no fue algo menor como una discusión con mi novia o una pelea entre borrachos, sino algo más peligroso.
[1]
Saliendo del calabozo
-¡SOSA!-. La voz del gendarme estremeció toda la habitación en la que nos tenían. Miro hacía las rejas y veo a un uniformado con unos papeles en una mano y en la otra una linterna que tenía amarrada en la cola un manojo de llaves, entre ellas, las llaves del calabozo en el que estaba.
Me dispuse a levantarme lentamente de la esquina en la cual estaba sentado –total no tenía apuro alguno-, y con voz desafiante, mientras caminaba hacia la reja del calabozo, vociferé: “¿Qué quiere de mi ahora? ¿No le parece poco haberme quitado mis pertenencias ya? El gendarme ni se inmuto, solo se dedicó a buscar la llave del calabozo
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