Florence Nigthingale
krm3nxita5 de Junio de 2013
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La leyenda
La fama de heroína romántica de Florence Nightingale oscurece sus méritos como educadora.
No obstante, la leyenda de esta mujer también tuvo consecuencias educativas. En efecto,
gracias a ella se generalizó la formación de enfermeras, dando así origen a una nueva
profesión para la mujer. Esta leyenda se ha convertido en un capítulo importante de la cultura
de la asistencia sanitaria en el mundo entero, pero no ha contribuido a dar a conocer mejor a
Florence Nightingale.
Florence Nightingale se hizo célebre curando a los enfermos y a los heridos durante la
guerra de Crimea (1854-1856). Concluida ésta, pudo haber ocupado un puesto de
responsabilidad como enfermera jefe de hospital y supervisora de la formación de enfermeras,
pero prefirió retirarse de la vida pública y utilizar su prestigio para apoyar y promover
proyectos educativos. Es probable que el hecho de que prefiriese intervenir de modo indirecto,
en vez de ocupar un cargo oficial, haya hecho que su influencia fuera aún mayor. Tras la
guerra de Crimea, Nightingale escribió unos doscientos libros, informes y opúsculos que
tuvieron importantes repercusiones en la sanidad militar, la asistencia social en la India, los
hospitales civiles, las estadísticas médicas y la asistencia a los enfermos. Su mayor aportación
educativa fue la creación de nuevas instituciones para la formación tanto de médicos militares
como de enfermeras de hospital, pero algunos de sus proyectos educativos menos conocidos
están llenos de enseñanzas.
Nightingale ha sido objeto de estudio como reformadora, como estadística, como
administradora y como investigadora, pero los estudios sobre su influencia como educadora
han sido escasos. La obra que relata sus experiencias en la formación de enfermeras (Baly,
1986) silencia el contexto más general de las ideas educativas de Florence Nightingale para
centrarse en los aspectos administrativos, a menudo complicados, de los comienzos de la
“Escuela Nightingale” de enfermeras.
No es de extrañar que los diversos aspectos de la educación con los que Florence
Nightingale estuvo relacionada estuvieran vinculados por numerosos temas comunes. Hasta
los 31 años, ella no tuvo la oportunidad de aprovechar su propia educación y preparación.
Florence se sentía impulsada a hacer algún uso práctico de sus conocimientos, por lo que sus
primeras cartas, apuntes y opúsculos hacen continuas referencias a los objetivos de la
educación y critican la instrucción que recibían las mujeres de su época. Si tenemos en cuenta
estos primeros escritos, y su posterior labor como promotora de planes de formación,
podemos afirmar que Florence Nightingale fue una gran educadora, aunque no haya sido
reconocida como tal.2
Primeros años
Florence, que nació en 1820, era la segunda hija de William y Frances Nightingale, un
matrimonio acomodado adepto de la doctrina unitaria (disidentes de la Iglesia anglicana).
Florence creció en una época de intensos cambios sociales, en un entorno de ideas liberales y
reformistas. Su abuelo materno, William Smith, fue diputado durante 46 años, gran defensor
de los derechos de los disidentes en materia religiosa y militante por la abolición de la trata de
esclavos. Al participar algunos miembros de su familia en la vida política, no es de extrañar
que Florence se sintiera profundamente interesada por los grandes problemas de su época.
La educación tanto de Florence como de Parthenope, su hermana mayor, fue
supervisada por su padre, que había estudiado en la Universidad de Cambridge. Su programa
de estudios comprendía el latín, el griego, la historia, la filosofía, las matemáticas, las lenguas
modernas y la música. William Edward Nightingale fue un hombre de ideas progresistas en lo
referente a la mejora de la sociedad y a la educación de la mujer, por lo que se ocupó de la
educación de sus hijas con una seriedad que por lo general solía reservarse a la educación de
los hijos varones. Si Parthenope se interesaba sobre todo por el dibujo, Florence siempre tuvo
afición al estudio. Durante los últimos años de su vida prestó una valiosa ayuda a Benjamin
Jowett en la traducción de los Diálogos de Platón, lo que muestra la amplitud de su erudición.
Una mujer de la posición social de Florence tenía escasas oportunidades de aplicar en la
práctica sus conocimientos. Era todavía una adolescente cuando empezó a sentir un conflicto
entre su propia voluntad de acción y los placeres de la animada vida familiar social.
Su “vocación”
A los 17 años, Florence, según recoge en unos apuntes personales, tuvo una experiencia
mística2
: sintió su “vocación”, una experiencia decisiva que fortaleció su convicción de que
no estaba hecha para una vida ordinaria. Entre los 20 y los 30 años, hubo frecuentes conflictos
con sus padres que proyectaban el matrimonio para ella, pero logró mantener tenazmente su
independencia. No era fácil encontrar una esfera de actividad que permitiera a Florence
Nightingale encauzar su talento y sus aptitudes. A los 30 años, recordaba su frustración:
“Siendo ya adulta, lo que más anhelaba era seguir una educación universitaria, adquirir
conocimientos; pero aquello fue provisional”. En 1848 se inauguró el Queen’s College, en el
que se ofrecía un nuevo tipo de educación superior para la mujer, pero Florence no mostró el
menor interés; estaba buscando ya un campo de acción, un modo de aprovechar unos
conocimientos que ya eran considerables. Escribía por aquel entonces:
Lo primero que recuerdo, y también lo último, es que quería trabajar como enfermera o, al menos, quería trabajar
en la enseñanza, pero en la enseñanza de los delincuentes más que en la de los jóvenes. Sin embargo, yo no había
recibido la educación necesaria para ello (Vicinus y Nergaard, 1989, pág. 30).
En 1845, Florence, decidida por cualquier medio a aprender la enfermería en la práctica, había
pedido permiso a sus padres para atender a los enfermos en la Clínica Salisbury, cuyo médico
jefe era un amigo de la familia. Pero no obtuvo el permiso, y no porque tuvieran algo en
particular contra el hospital, sino porque sus padres consideraban que no era un trabajo
adecuado para una dama de su posición social. Comentario de Florence sobre este asunto:
“para ellos era como si hubiese decidido ser ayudante de cocina”. Finalmente, llegó a la
amarga conclusión de que sólo la viudez o la pobreza podían dar una ocasión de trabajar a una
mujer con educación. Durante este triste periodo de su vida, recibió cierto estímulo del doctor
Samuel Gridley Howe, el americano pionero en la enseñanza para ciegos, quien le aconsejó
que perseverase en su vocación de enfermera a pesar de la consternación de familiares y
amigos.3
Cuando vivió en 1848 en Londres, Florence tuvo la oportunidad de enseñar durante
varios meses a los niños pobres (sus “ladronzuelos”) en la Ragged School de Westminster.
Esta experiencia le abrió los ojos ante el fenómeno de la pobreza y adquirió la certeza de que
podía ser útil pero, una vez más, no pudo hacer oídos sordos a los reparos de su familia: “Si
pudiéramos ser educados – observó Florence – dejando al margen lo que la gente piense o
deje de pensar, y teniendo en cuenta sólo lo que en principio es bueno o malo, ¡qué diferente
sería todo!” (O’Maley, 1931, pág. 151).
Un hito decisivo
En 1849, Florence se embarcó en un viaje cultural por Egipto y Grecia durante el que dedicó
algún tiempo a tomar apuntes detallados sobre la situación social y sobre los vestigios
arqueológicos. En el viaje de regreso, de paso por Alemania, el grupo visitó Kaiserswerth,
cerca de Düsseldorf, lugar en el que el pastor Theodor Fliedner había fundado en 1836 un
hospital que era además orfanato y escuela. El personal de la institución estaba formado por
“diaconisas” formadas por Fliedner y su esposa Caroline. A los treinta años, “la edad a la que
Jesucristo comenzó su misión”, Florence volvió a Kaiserswerth para recibir una formación de
enfermera, pese a la tenaz oposición de su familia.
Florence demostró ser una alumna capacitada, y al cabo de tres meses de formación el
pastor Fliedner le sugirió que publicara un relato sobre la vida en Kaiserswerth destinado a los
lectores ingleses (Nightingale, 1851). Florence, por su parte, estaba deseosa de dar a conocer
Kaiserswerth como un lugar en el que las mujeres podían recibir una educación útil. El
opúsculo, publicado anónimamente, comienza con una crítica a la educación que se impartía
entonces a las mujeres:
[…] aunque desde el punto de vista intelectual se ha dado un paso adelante, desde el punto de vista práctico no
se ha progresado. La mujer está en desequilibrio. Su educación para la ación no va al mismo ritmo que su
enriquecimiento intelectual (ibíd, pág. 3).
Este tema ya lo había desarrollado en 1846, en una carta a su padre, con respecto a la
educación en general; y
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