LA VICTORIA SOBRE SI MISMO

LA VICTORIA SOBRE SI MISMO

Se ha dicho con sobrada razón que la más difícil victoria es la victoria sobre sí mismo. A los enemigos de afuera se los evita o se los derrota escogiendo el tiempo y las circunstancia; pero a los que están dentro de nosotros y nos persiguen sin pacto no se los puede huir ni es posible postergar la lucha en la que va empeñada nuestra virtud, nuestra paz y nuestra misma vida. Enemigos implacables son, que todas las armas desafiar y a todos los medios reclamar para triunfar: y su triunfo se llama ociosidad, violencia, envidia, soborno.

A estos adversarios hay que primero combatir y dominar, a estos que son una parte de nosotros mismos, como lo que es la sangre negra vencida por el oxigeno se torna roja de vida para mover el corazón, dar vida a la celula y aparecer en la sonrisa del niño o en el sonrojo de la virgen.

¿Quién que no pueda vencer sus caprichos e intuición podrá alcanzar la meta de sus esperanzas y esfuerzos?

En todas las categorías sociales, cualquiera sea el lugar asignado a cada hombre en el taller o en el trono, en la cabaña del labrador o en el palacio del millonario siempre es preciso vencerse, luchar consigo mismo, obligar a la voluntad seguir adelante, decir como aquel famoso guerrero francés cuando en la batalla le dominaba el miedo: “¿Por qué tiemblas esqueleto?”

Esta victoria interior es tan difícil porque el instinto y la pasión son demasiado primarios y violentos; la parte de que del animal tenemos no quiere dejarse encadenar, y grita y muerde el hierro y nos desgarra con sus garras. Pero la perseverante firmeza consigue al fin su objeto y al hacernos señores de nosotros, nos hace señores del venir y quizá hasta el destino.

Al dueño de si mismo no le vulnera fracasos, ni le envenenan amarguras, ni le enloquecen traiciones. Sereno, impasible dirige el barco de su existencia por entre las mas fieras tormentas y la mas embravecidas olas.

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