La Vigencia Etica Del Socratismo
escorpionfaby17 de Septiembre de 2012
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No es concebible una educación ciudadana, éticamente comprometida, sin asunción de identidad, como individuo, grupo, generación, sector o clase social a una historia común, respetada en sus raíces, así como a una cultura concebida como resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, en el decursar histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura debe ser expresión del progreso social así como suma, logro y resultado de la práctica histórico-social que trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser reflejo de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por ende ideológicas, particularmente ético-políticas y humanistas, en un contexto histórico-concreto, lo que le otorga su condición de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso, posesión y disfrute.
La cultura, contentiva de un ideal educativo inspirado en el pensamiento progresista cubano, debe manifestarse como rechazo al elitismo cultural, que rebasa la mera instrucción, en busca de su universalización como cultura general integral, portadora de una singular creatividad, adecuada a las peculiaridades de Cuba y a las complejas problemáticas del mundo actual y que percibe en el quehacer propio, un definido componente político, ético, científico y filosófico. Lo que convierte a esta en instrumento de transformación revolucionaria de la sociedad y de la conciencia de los hombres.
Calibrar la vigencia del ideario martiano, pletórico de valores y cultura, obliga a percibir su continuidad, en nuevas condiciones histórico-concretas, en el pensamiento de Fidel Castro, que lo nutre y prolonga.
"La Revolución—escribía Martí a Gómez, en fecha tan temprana como el 20 de julio de 1882, desde su exilio neoyorquino—no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento" (1).
Con tan sólo 29 años, el joven visionario iniciaba la tarea tenaz de unir, a las ya reconocidas figuras de la epopeya del 68, ante la previsión de apresuramientos fatales, con la generación de "pinos nuevos", exponentes del relevo generacional imprescindible.
A esa "obra previsora de pensamiento" exhortaba Fidel Castro, el 13 de marzo de 1962, desde la escalinata universitaria al expresar…"… ¿y qué juventud queremos? ¿queremos una juventud que simplemente se compromete a oír y repetir? ¡No! ¡Queremos una juventud que piense!... "(2).
Esta priorización del papel a desempeñar por la lucha ideológica, en un proceso revolucionario, resulta una prédica constante en ambas personalidades.
" O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con las manos y pensar por si propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás, en fin la pasión por el decoro del hombre…o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos" (3) proclama el Apóstol en su discurso en el Liceo Cubano en Tampa, el 26 de noviembre de 1891. .
A su vez, Fidel Castro exhorta al pueblo, el primero de mayo de 1961, a la perentoriedad de…"…no ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del corazón hacia adentro..." (4). O cuando proclama 37 años más tarde que…"…no basta tener una idea justa, noble, buena; la suerte es que esas ideas justas, nobles y buenas coincidan con el instante en que la humanidad no se salva si tales ideas no se aplican" (5).
La ética humanista martiana centra su interés esencial en una concepción optimista del hombre, como autor y actor del proceso histórico, condicionada a la fe inconmovible en la formación de virtudes y convicciones, forjadora de personalidad y carácter, en sus ilimitadas posibilidades de perfeccionamiento moral. Lo que le permite afirmar que…"…..a pesar de cuanto digan los pesimistas de los hombres, las apostasías son más raras que las grandes firmezas (6).
Esa aguda percepción de la inagotable espiritualidad humana, fomentadora de sacrificio y entrega, le permitió aglutinar, en medio de banales rencillas y perniciosos recelos, a los veteranos de la contienda anterior, con los pinos nuevos, que ya se empinaban en reclamo de viril protagonismo. Esa misma fe se reedita en Fidel Castro cuando expresa en el acto de inauguración del curso escolar 1997-1998, en Ciudad Escolar Libertad, en La Habana que…"no me desalientan los ejemplos negativos, por el contrario, me hacen feliz los cientos de miles y los millones de ejemplos positivos que vemos en toda partes…" (7).
Esa lúcida concepción humanista presente en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les permitió a ambos, constituirse en fervientes propugnadores de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el 23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de angustia, para todo corazón patriótico y de remordimiento, después de saber cuanto podemos, la menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e impotente, sino en el nombre de todos" (8).
Ese llamado martiano a la unidad de todos los partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y anexionistas, acerca de lo cual advertía con extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas culpables. Será nuestra la culpa" (9).
Nuevos pervertidores del espíritu revolucionario, como los denominase el Apóstol, intentan en la Cuba revolucionaria de hoy, apoyados y financiados por sus amos del Norte, el reconocimiento de sus grupúsculos anexionistas, a nombre de una supuesta democracia representativa. Abanderado de la unidad, factor esencial para la propia supervivencia histórica de la Revolución, Fidel Castro proclama el 17 de diciembre de 1960 como…"…todo lo que tienda a dividir al pueblo para hacerle el juego al imperialismo es contrarrevolucionario" (10).
La creación del Partido Revolucionario Cubano, por José Martí, en abril de 1892, significó la fundación de la organización política que permitiera la unidad de todos los cubanos patriotas, premisa imprescindible para el comienzo de la guerra necesaria. Un Partido con una definida proyección política, imbuido de una profunda ética humanista, sin odios al pueblo español, pero resuelto a enfrentar a los gobiernos corruptos y miopes que lo gobernaban.
No es de extrañar por tanto, que figuren entre sus objetivos programáticos…"…el unir en un esfuerzo continuo y común, la acción de todos los cubanos residentes en el extranjero…"…así como…"… fomentar relaciones sinceras entre los factores históricos y políticos de dentro y fuera de la isla" (11) y que se expresa asimismo en el texto del histórico Manifiesto de Montecristi, firmado el 25 de marzo de 1895, por Martí y Gómez, en Santo Domingo, donde se proclama que en el PRC encuentran…"…ejemplar congregación todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo" (12).
La vigencia de esa lúcida concepción martiana, se manifiesta, pasada más de una centuria, en las ideas expuestas por Fidel Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 13 de diciembre de 1997 al valorar que el rumbo unitario del proceso revolucionario debe guiarse…"…en las condiciones, dentro de los principios de Cuba, la tradición y experiencia de Cuba, y dentro del concepto de un solo Partido, espina dorsal de la unidad y con la tradición martiana, porque Martí hizo un Partido incluso antes que Lenin" (13).
Con esas premisas a partir de su fundación en 1965, el Partido Comunista de Cuba se proclama como martiano y marxista, a partir de la integración unitaria de la vanguardia revolucionaria, con militancia anterior en diversas organizaciones, a través de un complejo y a veces traumático proceso y que desarrolla su actividad a nombre del pueblo de Cuba, en condiciones histórico-concretas diferentes, pero muy cercanas en sus objetivos patrióticos.
Resulta igualmente interesante comprobar las singulares coincidencias de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendental de la cultura y la educación como garantes de una real independencia y soberanía. Si para el primero…"…educar es preparar al hombre para la vida…"…al…"…poner al hombre al nivel de su tiempo"(14) para el segundo…"…el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que debe hacer el país"(15).
Si para Martí…"….ser cultos es la única forma de ser libres", para Fidel Castro es válido soñar…"…con un mundo que no esté regido por una falsa monocultura, sino un mundo donde subsistan y se desarrollen todas las culturas" (16).
En su escrito acerca de la "Educación Popular", el Apóstol señala un aspecto con plena vigencia
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