Liberalismo De Mexico
lunakesi24 de Junio de 2014
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“El pastor de ovejas puede llegar a pastor de hombres”.
Andrés Henestrosa
INTRODUCCIÓN: Las ideas liberales en México durante el siglo XIX
H
ace dos siglos, el 21 de marzo del año 1806 en San Pablo Guela-tao, Oaxaca, nació Benito Pablo Juárez García, conocido también como el “Benemérito de las Américas”, por su defensa de las liber¬tades humanas, que sirvió de ejemplo a otros países latinoamericanos. También por su pensamiento y acción política llevada a cabo con tesón, constancia, firmeza y honestidad; atributos extraños en los políticos de hoy, donde las convicciones y los principios son puestos en venduta. Se trata de poner a este personaje en su justa dimensión histórica, sin ala¬banzas exageradas y sin ataques infundados, como un hombre de Estado, un político de acción firme, en un México convulsionado por la constante guerra civil, amenazado por el desmembramiento territorial y la interven¬ción extranjera.
Juárez fue un político en toda la acepción de la palabra, en su ejercicio del poder podemos hacer un balance positivo; los aciertos fueron mayores que los errores, y ambos fueron dados por las circunstancias políticas y la correlación de fuerzas de su tiempo, en un período histórico de un México
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ingobernable; hundido en el caos, en donde era necesario consolidar el poder del Estado mexicano emanado de la independencia nacional, que establece en la Constitución de 1824: una República Representativa y Federal. El conocido benemérito creía en la fuerza del derecho, y no en el derecho de la fuerza, como pensaban sus enemigos políticos, los miem¬bros del partido conservador.
Benito Juárez vivió como un hombre comprometido con el pensamiento progresista de su época, y con la situación política y económica, donde las circunstancias históricas lo ligan con la causa de la democracia, en un mundo donde el sistema democrático y capitalista liberal es mucho más que un discurso; es una realidad floreciente y dominante. Baste señalar que en ese entorno se perfiló un nuevo modelo de relaciones de reconoci¬miento a los incipientes estados nacionales de América Latina.
Una apología de Juárez, sin más, sería un equivoco de la historia, si no entendemos el contexto de una República Mexicana en consolidación, que se debate en guerra civil, para darle sentido político a la nación. En esos momentos se discutía el futuro de la nueva República, en relación con la perduración del antiguo régimen colonial. Las Leyes de Reforma por las que estalló una guerra, atentaban contra los poderes fácticos; como el de la iglesia, que constituía un dominio decimonónico de grandes proporcio¬nes.
Esta investigación es una provocación reflexiva sobre un personaje de la historia de México, sobre el cual no podemos negar que se ha convertido en un icono de la nación. Pero más allá de la historia oficial, que apren¬demos en la educación básica, Juárez fue un hombre de compromiso, convencido de los valores democráticos que se expandían en el mundo occidental. Un heredero de la ilustración francesa y española, hijo de Vol-taire, pero también de Feijó; a quienes estudió en sus años de formación. Juárez creció en un país que luchaba por definir su identidad independien¬te y libertaria.
Observaremos a un Benito Juárez como un gobernante de leyes; y cómo a 170 Rc et Ratio
partir de ellas va construyendo el cimiento del federalismo mexicano; pero también como un líder político liberal y pragmático, que dedicó su vida a establecer la libertad y la justicia como pilares de la sociedad mexicana.
Para llegar a cumplir con los cargos públicos que desempeñó, Juárez re-corrió varios caminos – parafraseando a Andrés Henestrosa – para crecer y desarrollar su vida productiva como hombre público; primero tuvo que enfrentar el sistema de injusticias hacia los indígenas heredado de la era colonial, y luchar contra caducas tradiciones parroquiales, anquilosadas en el pasado, desde lo social pasando por lo económico, para culminar con lo político. Juárez estaba convencido de que primero era fortalecer la democracia y el Estado de Derecho, creando las instituciones que cum¬plieran con la Constitución.1 Juárez va escalando niveles en el servicio público a la nación, pero sus derroteros están determinados tanto por co¬yunturas, como por su tacto y experiencia política.
Hablar de las ideas liberales en México que llegaron desde Europa y Es-tados Unidos; es explicar la concepción y la conformación de una genera¬ción de políticos liberales que hicieron posible la Reforma como la primera revolución social mexicana que posteriormente sentó la estructura del Es¬tado moderno en México.
El liberalismo corresponde a una nueva valoración del individuo como tal, frente al poder público, cuyos orígenes se remontan al Renacimiento y la Reforma religiosa en Europa. Esta revolución de la conciencia representa la oposición radical a los criterios de autoridad y de tradición, en las formas del pensamiento y la conducta humana imperantes en la Edad Media y que se convierten en la transición del sistema feudal al capitalista, que busca en el individuo, y no fuera de éste, la explicación del mundo y la sociedad, se divide el territorio de la expresión divina y terrenal del individuo.
Al producirse este cambio donde el sujeto se convierte en el foco de aten¬ción de los asuntos sociales, separándolo de los religiosos; se establecen los principios necesarios para el desarrollo del individualismo.
1 Nos referimos a las Constituciones Federales de 1824 y 1857.
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Para decirlo con otras palabras: no hay poder humano que pueda preten¬der autoridad sobre la conciencia del individuo. Aparece dibujada la pri¬mera libertad constitutiva del liberalismo: la libertad de conciencia, como un derecho fundamental del individuo para gobernar su propia vida sin injerencia externa, ni humana ni divina. Estos son los términos filosóficos del liberalismo.
El liberalismo en América Latina respondió a la lucha por superar el pasado colonial en toda la región. Pero sus orígenes se remontan a la ilustración francesa, sin embargo, su referente inmediato es la ilustración española y el constitucionalismo de Cádiz. Los primeros liberales en México como Valentín Gómez Farias, impulsaron una gran variedad de reformas dise¬ñadas para acabar de raíz con esa herencia. Otros liberales como el Doc¬tor José María Luis Mora o Lorenzo de Zavala consideraban este legado colonial como el mayor obstáculo para el progreso y el desarrollo.
Existe otro asunto de suma importancia en la política latinoamericana del siglo XIX, rasgo fundamental para entender las relaciones sociales pos-coloniales; se trata del localismo y la regionalización de la política, fenó¬meno que llevó “involuntariamente” al predominio del culto a la persona¬lidad o personalismo. En México su característica principal la constituyó el clientelismo en formas de redes patrón–cliente de gran alcance social. Mediante este mecanismo los caudillos adquirían poder y fortaleza en sus propias localidades. Frecuentemente estas relaciones hacían las veces de sustituto de las instituciones públicas formales. La regionalización de la cultura política, sobre todo en el período comprendido entre 1810 y 1910, realzó esta tendencia al culto de la personalidad.
En América Latina se tenía una economía urbana manufacturera donde la industria es incipiente; en este período inicia el ascenso de talleres y factorías pequeñas, pero con escalas productivas que rebasaban el auto-consumo. Esto es suficiente para ir creando una clase trabajadora y otra comercial. Este proceso fue el que generó esa disociación social que se intensificó con la división de clases propiciada por la puesta en marcha de las políticas liberales en la economía; apertura total de los mercados, más
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libertad para la inversión extranjera -claro que con sujeción a la ley. Pero el Estado es el que promueve la creación del mercado y no a la inversa como sucedió en Europa.
La presión de Estados Unidos sobre la nueva República se extendió des¬de la tercera década independiente de México. Pese al regionalismo en el siglo XIX, México tenía que arreglárselas para responder cohesiona-damente a las intervenciones constantes de su Vecino del Norte, en una forma desconocida para cualquier otro país de América Latina, durante el mismo período histórico.
Curiosamente los tres primeros cuartos del siglo XIX fueron desastrosos en términos económicos para México, y resultaron excelentes para Esta-dos Unidos; significaron el desarrollo y el ascenso necesario para conver¬tirse en una potencia industrial, una vez que la Confederación del Norte, industrial y liberal, venció a la del Sur agraria y esclavista, en la Guerra de Secesión. Es paradójico que Estados Unidos representara para los libe¬rales mexicanos una amenaza y al mismo tiempo el paradigma político y económico a seguir.
La fuerza de los liberales de tres generaciones se enfocó en la construc-ción y consolidación del Estado en México hacia la década de 1870. La Reforma fue un verdadero movimiento político que profundizó en la imple¬mentación de las medidas liberales. Una verdadera Reforma del Estado, y al mismo tiempo su afirmación como República Representativa y Fede¬ral.
El regionalismo y el caudillismo, una combinación frecuente y poderosa, frustraron los sucesivos intentos de establecer un gobierno constitucional en el país. Unos pocos años después de la consumación de la indepen¬dencia; desde la década
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