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Lo Que El Viento Nos Trajo


Enviado por   •  16 de Marzo de 2015  •  919 Palabras (4 Páginas)  •  100 Visitas

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Un par de capítulos más adelante aparece Herbal, sentado a la mesa de un club nocturno cuya propietaria es una mujer robusta (no puede ser de otro modo) que se llama Manila. Herbal es el encargado de cuidar el lugar, de vigilar a los clientes. Herbal ha sido, años atrás, el guardia de la prisión donde estuvo encerrado Da Barca. Herbal ha sido, además, quien mató al Pintor, de un tiro en la cabeza, y se ha quedado con su lápiz. María de Visitacao es una de las chicas que trabajan en el club. A primera hora de la tarde, mientras las otras chicas duermen, ella baja al local y se sienta a la mesa de Herbal. Desde aquí, desde este punto, Herbal comienza a revelar retazos de su pasado. Retazos que mucho tienen que ver con las vidas del doctor, del Pintor y de Marisa Mallo. Desde aquí vamos saltando de un recuerdo a otro, mientras el guardia hace garabatos en una servilleta, con el mismo lápiz que ha venido usando durante años. Herbal es un personaje que, a pesar de las cosas que ha hecho, no mete miedo, no intimida (a los lectores). Herbal es, en el fondo, un cobarde, un tipo que da lástima. Y es así como nos cuenta que el sargento Landesa le ordenó vigilar al doctor Da Barca, seguirlo, y luego escribir un informe sobre sus actividades. Lo cierto es que Herbal lo venía siguiendo desde antes de que le fuera ordenado el trabajo. Y lo seguía porque “era su hombre”. En el fondo, lo admiraba y lo envidiaba a la vez.

Hay una historia muy linda insertada entre las páginas de la novela, un pequeño cuento que parece como metido a la fuerza. Me refiero a la historia de las dos hermanas, Vida y Muerte, y los acordeones varados en la arena. Pero Manuel Rivas, que evidentemente no es ningún novato, vuelve más adelante en la novela a referirse fugazmente a una de estas muchachas, la que se llama Muerte, en un sueño de Herbal. Es ahí cuando comprobamos que el cuentito no queda como un relleno, que aporta su grano de arena en el tapiz impecable de la trama.

A veces no es la voz de Herbal la que nos habla, sino la de un narrador en tercera persona que nos revela un poco más de lo que nos dice Herbal; este narrador es el que complementa los recuerdos de Herbal, para que el lector pueda tener una visión más amplia de las cosas y de los hechos.

El Pintor; mejor dicho, el fantasma del Pintor, suele visitar a su asesino Herbal a la hora melancólica del crepúsculo. Pequeño como un lápiz, se posa en la oreja del guardia con firme suavidad, y desde ahí le susurra al oído. La voz de la conciencia. Hablan como amigos, y el Pintor se refiere a su propia muerte como un hecho ajeno a ambos. Son encuentros muy ricos, muy poéticos. Veamos un fragmento:

“Cuando sentía el lápiz, cuando hablaban de esas cosas, de los colores de la nieve, de la guadaña del pincel en el silencio verde de los prados, del pintor submarino, de la linterna de un ferroviario abriéndose paso en la niebla de

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