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Paul Goodman


Enviado por   •  8 de Agosto de 2014  •  2.413 Palabras (10 Páginas)  •  230 Visitas

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Ahora que estamos viviendo una crisis sin precedentes en nuestro país, que es también una crisis educativa, no exclusivamente provocada por los recortes sociales en beneficio de la mercantilización de la educación como Derecho Humano Universal, considero necesario profundizar un poco a modo de contrapunto, sobre la confusión generalizada entre escolarización y educación, así como entre Escuela Pública en su exclusiva versión de financiación por el Estado o en su sentido más amplio de Escuela Participativa, Democrática, de Calidad y gestionada mediante el empoderamiento del Público. Y hago esto, porque ahora que reivindicamos con justicia una Escuela Pública para Todos, tal vez sea el momento, de reivindicar y construir también una Escuela Pública diferente a la que hemos tenido hasta ahora.

A estas alturas del siglo XXI, ya no es suficiente que los Estados sean el garante económico o financiador del derecho a la Educación, no es posible ya aquello de cambiar las estructuras de las que emergerá por arte de magia un ser humano nuevo que nos liberará de todas las desgracias y nos traerá el reino de la libertad. El procedimiento ya no puede consistir en cambiar el sistema de dominación y explotación, para cambiar cada uno de nosotros después como consecuencia de las transformaciones sociales, sobre todo porque el ser humano y su condición, tal y como ha mostrado la historia de todas las revoluciones siempre está ahí, afectado y caracterizado por las paradojas, complejidades y contradicciones de la condición humana. No se trata pues solamente de reivindicar una Escuela para Todos, sino también una Escuela Diferente, Otra Escuela para Todos y con Todos, más democrática, más participativa, más eficaz y comprometida con los males sociales de nuestro tiempo y más coherente con la naturaleza compleja de nuestra condición humana. Por eso considero de sumo interés recordar aquí y ahora a los grandes maestros Paul Godman (1911-1972) e Iván Illich (1926-2002), de los que seguramente ya nadie se acuerda o lo mismo no han oído hablar nunca de ellos. Dicho de otra manera: cambio externo y cambio interno no sólo son dialécticos y deben producirse al mismo tiempo, porque lio queramos o no los humanos somos el producto de nuestro propio producto y de nuestra propia manera de operar los cambios.

Gracias a la obra de Paul Goodman, «La des-educación obligatoria» publicada por vez primera en Nueva York en 1964, hemos podido descubrir y constatar que los sistemas educativos en todos los tiempos han tenido y continúan teniendo una función tremendamente selectiva, segregadora, discriminatoria y reproductora de desigualdad social. Y todo ello bajo el disfraz de que la Escuela es la gran remediadora de todos los males sociales y contradictoriamente a su vez, la causante y responsable de los mismos. Y así se ha justificado siempre la necesidad de políticas expansivas y masivas de escolarización, como si la escolarización fuese idéntica a la educación y sólo la escuela como institución pudiese garantizarla. Se trataba simplemente de garantizar la igualdad de oportunidades entendida como igualdad de acceso a los servicios escolares, olvidando la necesidad de trabajar también por la igualdad de oportunidades de proceso y de resultados. De ahí la gran falacia que oculta ese llamado principio democratizador de la igualdad de oportunidades que considera que lo único importantes es que todos vayan a la Escuela, que ya se encargará ella de cribar, seleccionar y reproducir las finalidades y objetivos del sistema social de dominación.

Sin embargo Goodman se da cuenta, hace ya medio siglo, de que ya no era suficiente con escolarizar, porque la masificación y burocratización del aparato escolar estaban provocando que la Escuela fuese perdiendo las finalidades genuinas para las que había sido creada, que no eran otras que las de proporcionar a todos los individuos los elementos funcionales y valores éticos básicos para que “aprendieran a vivir”: «El problema, desde un punto de vista educativo general, consiste más bien en aprender a vivir dentro de una elevada tecnología. El énfasis debe radicar en las virtudes morales de la ciencia misma, austeras y al mismo tiempo liberadoras; en su belleza humana; en la selectividad y racionalidad circunspectas de la ecología y la medicina psicosomática. Estos valores son muy diferentes de nuestro proceso educativo general encaminado a la consecución de un doctorado universitario como objetivo final» (GOODMAN, P.; 1973: 16).

Al mismo tiempo Goodman realiza una severa crítica de la democracia como sistema político y de convivencia, afirmando que si bien las formas democráticas se conservaban, la naturaleza y el contenido de la misma se iban perdiendo, llegando a decir que sus compatriotas estadounidenses vivían en una democracia «apática y despótica» que confundía el concepto de «ciudadano» con el de «votante», lo cual podía extenderse también al terreno escolar: aunque las formas y liturgias escolares se mantenían, las finalidades más importantes de la Escuela iban desapareciendo en la vorágine de la burocratización, llegando a poner en duda la eficacia de la misma para educar a la juventud. ¿No es acaso esta confusa dualidad entre votante y ciudadano la que se ha ido alimentando en nuestro país en los últimos cuarenta años de representacionismo bipartidista?

A este fenómeno de vaciamiento de finalidades como consecuencia del aumento burocratizado de la escolarización lo denomina Goodman, como la «trampa universal» consistente en creer que a mayor escolarización necesariamente había que obtener mayor educación o viceversa: «…dudo de que en la actualidad y a pesar de cualquier reforma que podamos imaginar bajo el presente sistema que rige las escuelas, la asistencia a ellas sea el mejor medio de emplear el tiempo por parte de la juventud…» (GOODMAN, P.: 22), problema que por otra parte planteaba por aquellos años también Iván Illich, cuando afirmaba que la Escuela opera de la misma forma que el mercado cuando transforma la necesidad de beber agua, en la necesidad de beber Coca-Cola, confundiendo por tanto la educación con la escolarización. (ILLICH, I.; 1974: 23)

Aunque han transcurrido ya casi cincuenta años, creemos que las reflexiones y aportaciones de Goodman respecto a la Escuela y a todas las instituciones educativas, adquieren hoy plena vigencia, sobre todo si observamos lo que sucede actualmente en la gran mayoría de nuestros Institutos y Universidades y no digamos si analizamos la retrógrada y rancia propuesta de ley LOMCE del ministro Wert-

La Escuela para Goodman es el lugar más efectivo para el aprendizaje de una serie de hábitos, actitudes, valores y sentimientos que constituyen el aceite para que el engranaje

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