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Pedro Saputo


Enviado por   •  29 de Junio de 2013  •  1.072 Palabras (5 Páginas)  •  366 Visitas

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Vida de Pedro Saputo

Braulio Foz

[Nota preliminar: edición digital a partir de la de Zaragoza, Gallifa, 1844, y cotejada con la edición crítica de Francisco Ynduráin, Zaragoza, Publicaciones de la Cátedra Zaragoza, 1959.]

Libro primero

Capítulo I

Nacimiento de Pedro Saputo

¡Bendito sea Dios, que al fin el gran Pedro Saputo ha encontrado quien recogiese sus hechos, los ordenase convenientemente, y separando lo falso de lo verdadero levantase con la historia acrisolada y pura de su vida la digna estatua que debíamos a su talento y a sus virtudes! ¿Qué me dará el mundo por este servicio, por esta deuda común que pago, no tocándome a mí más que a cualquier otro vecino? Pero ¡maldito sea el interés!, no quiero otra recompensa que saber, como lo sé desde ahora, que este libro se leerá con gusto por viejos y jóvenes, por sabios y por ignorantes, en las ciudades y en las aldeas. ¡Oh, cuántos buenos ratos en las veladas de invierno pasarán con él calentándose a la lumbre o al brasero! Pues no quiero más recompensa, como digo; esto, y esto sólo es lo que me he propuesto. Y pues lo doy por conseguido, nada más se me ofrece advertir, ni prevenir a mis lectores.

En la villa de Almudévar, tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza, nació Pedro Saputo de una virgen o doncella que vivía sola porque había quedado de quince años sin padre ni madre, y era pobre, no teniendo más bienes que una casita en la calle del Horno de afuera, y manteniéndose con el oficio de lavandera y el de cocinera de todas las bodas y de las grandes fiestas del lugar; en su juventud cantaba con mucha gracia porque tenía una voz extremada y tocaba el pandero como una gitana. Con estas habilidades nunca le faltaba lo necesario, y algún regalo y buen pasatiempo. Iba muy aseada; no envidiaba nada a pobres ni a ricos; todos la querían bien, y ella no quería mal a nadie.

Para mayor noticia de la persona diremos que era lista, redonda de cara, no fea, aunque tampoco bonita, delgada caminando a gruesa, desembozada de palabras; pecho franco y abierto, discreta lo que le bastaba, honrada de casta, recatada con buena fama en el pueblo, y al todo muy afable. Con cuyas prendas y virtudes entender se deja que tendría muchos pretendientes, y los tuvo, en efecto, no menos en línea recta que en la línea torcida, y de todos sabores y apariencias; pero no se daba por entendida de la mala intención de algunos, y tomando las palabras siempre a la derecha, a todos respondía lo mismo y los despedía sin ofenderlos diciendo que no quería casarse ni tener amores. Y eso que la recuestaron mozos muy engreídos y valientes, y algunos con ajuar y pegujar, que lo hubiera pasado como una hidalga. Y era que cuando comenzaba a ser moza le dijo una gitana que si se casaba lloraría muchas lágrimas, haciéndole una profecía en verso que decía:

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