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Agricultura


Enviado por   •  16 de Marzo de 2014  •  1.586 Palabras (7 Páginas)  •  167 Visitas

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Criterios de valoración agroecológica

En la actualidad, como consecuencia del dominio de un modelo de desarrollo excesivamente economicista, únicamente se utilizan variables monetarias para “medir” la viabilidad de las actividades económicas, en general, y de las rurales en particular. De esta forma, para decidir sobre la viabilidad de un sistemas de gestión se tienen en cuanta aquellos bienes y procesos que son objeto de transacción mercantil. El hecho de que los ingresos superen a los gastos y que esa diferencia suponga una tasa lucrativa respecto a la inversión realizada es suficiente para defender la persistencia de una actividad económica.

Sin embargo, desde la economía ecológica se defiende la utilización de mayor información para decidir en uno y otro sentido. Obviamente, la viabilidad económica, tal y como tradicionalmente se entiende, es una variable fundamental que condiciona la actuación de los agentes económicos. Sin embargo, no debe ser la única. Pues bien, desde la economía ecológica todo sistema productivo agrario puede y debe ser analizado a través de un conjunto de 5 propiedades. (Estas propiedades han sido, originalmente, diseñadas para estudiar sistema rurales, sin embargo, pensamos, se pueden aplicar a cualquier sistema de apropiación de recursos. Las cuatro primeras propiedades, productividad, sustentabilidad, estabilidad y equidad, han sido propuestas por Conway, G.R. (1986). Marten, G. G. (1988) añade una nueva propiedad, la autonomía de los sistemas de gestión de los recursos.)

1.- La productividad. Lo primero que debemos reseñar es que la productividad puede ser medida en diferentes unidades y que, en función de las unidades elegidas, tendremos un resultado u otro. Por ejemplo, podemos estar delante de un sistema de gestión de recursos altamente remunerador en términos monetarios pero que suponga una utilización ineficiente de los recursos energéticos o que sus rendimientos, medidos en unidades de masa, presenten tendencia decreciente. En consecuencia, dependiendo del tipo de unidades que utilicemos podremos calificar a un sistema de gestión de más o menos productivo.

En general, podemos decir que el objetivo es maximizar la productividad del factor más escaso (Esto significa que la productividad de la fuerza de trabajo, indicador más común de la eficiencia de un sistema de producción, solamente será adecuado cuando se trate de un contexto en el que la mano de obra sea escasa. Si lo escaso es la tierra fértil, por ejemplo, el productor estará interesado en maximizar la producción por unidad de superficie.).

Desde la perspectiva de la economía ecológica se defiende la utilización de unidades físicas para medir la productividad de los sistemas rurales pues ese tipo de unidades son, por definición, invariantes en el tiempo y en el espacio y no están sujetas a apreciación humana. Esto no significa que se rechacen frontalmente las unidades monetarias.

Vamos a comentar, a continuación, algunas de las iniciativas más interesantes que trataron de medir eficiencias no convencionales. Un ejemplo, ya clásico, son los balances energéticos (Pueden consultarse los dos trabajos de Naredo, J. M. y Campos, P. (1980) en el número 15 de Agricultura y Sociedad.); trasladando a unidades energéticas todos los inputs y outputs, con costo de oportunidad, y comparando sus cuantías se llega a la conclusión de que la modernización agraria estilo revolución verde conduce a la pérdida de eficiencia energética: esto es, mediante la aplicación de variedades de alto rendimiento, mediante la sustitución de métodos tradicionales de gestión por modernas tecnologías estamos, por así decirlo, comiéndonos el petróleo.

La metodología de los balances energéticos presenta un problema y es que no distingue entre la procedencia de los recursos. El coste ecológico propuesto por Punti (Puntí, A. (1988)), definido como la cantidad de recursos necesarios para obtener un producto dado nos permite tanto distinguir entre recursos renovables y no renovables como comparar la velocidad de consumo de recursos con el ritmo de los ciclos naturales de producción de esos recursos. De esta forma podremos conocer el balance de las existencias o las variaciones en la velocidad de consumo de los stocks de recursos. Punti llega a resultados patéticos: de los años 50 a los años 70 la agricultura española multiplicó por 29 la velocidad en el consumo del stock de recursos accesibles (Puntí, A. (1982), página 297.).

Podemos decir, para concluir, que el objetivo debe ser maximizar la productividad de los ecosistemas (será aquella que garantice la rentabilidad económica del sistema de producción mediante un consumo reducido de recursos no renovables, de tal forma que se cumplan las reglas 1 y 3 apuntadas en la sección anterior) no mediante la utilización de cantidades crecientes de insumos de producto (nuevos y caros recursos: abonos industriales, pesticidas, variedades de alto rendimiento, etc.) sino mediante nuevos insumos de proceso (cambios estructurales en los ecosistemas, asociación de cultivos, rotaciones, etc.) Por ejemplo, el control e plagas mediante plaguicidas (insumo de producto) exige la aplicación reiterada de los mismos para mantener los niveles de productividad. En cambio, mediante la introducción de agentes biológicos que alteren

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