CURSO DE NEUROEDUCACIÓN

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CURSO DE NEUROEDUCACIÓN

PARTICIPANTE: DIANA PAOLA HERNÁNDEZ NATARÉN

Mi experiencia de vida profesional.

Tengo cinco años y medio trabajando como docente de Español en el nivel de secundaria. Cuando ingresé al servicio profesional, entré con diez horas frente a clase, es decir, atendía únicamente a dos grupos.

La escuela era de organización completa, los grupos tenían entre 30 y 35 alumnos, un número que podría ser considerado alto, sin embargo, tener 70 alumnos no era mayor trabajo, sentía que les daba una atención personalizada a ellos. Mis actividades estaban fundamentadas en sus necesidades como individuos y como grupo, realizaba constantes evaluaciones de avance y me daba a la tarea de realizar planeaciones considerando estos detalles; incluía actividades lúdicas, fuera del salón de clases y traté siempre de procurar el interés de los jóvenes.

Si bien los aspectos de desarrollo neuronal no es algo de lo que tenía pleno conocimiento, de alguna forma, uno como docente es capaz de reconocer ciertos conceptos asociados al desarrollo del pensamiento, análisis, reflexión y aprendizaje en general de los alumnos. Los “buenos” resultados en las pruebas y evaluaciones que aplicaba eran, para mí, evidencia de la maduración/avance de aprendizaje de los jóvenes.

Después de casi un año de servicio, una de las maestras de tiempo completo se jubiló por lo que me propusieron para cubrir 30 de sus 40 horas como interinato, a lo que con muchísimo gusto acepté. Fue así que pasé de tener 10 horas a tener 40, de estar frente a 2 grupos a estar en 8, de tener 70 alumnos a tener 280. Sí que fue un cambio.

La carga horaria y laboral me tomaron por sorpresa, no contaba con el mismo tiempo de antes para diseñar las actividades, todos los grupos eran diferentes, tenían intereses y necesidades diversas. El simple hecho de revisar y corregir actividades se volvió, en un par de meses, una situación desesperante, me abrumaba la cantidad de trabajo que se me vino encima y lo que era peor, dejé de cuidar la calidad de las actividades. Empecé a guiarme únicamente de los libros de textos para avanzar en las clases y en el programa de estudios, los ejercicios y exámenes sistematizados se volvieron la orden del día, dejé de prestar tanta atención a los procesos más complejos: el análisis, la reflexión, l toma de decisiones informadas.

Un día, durante la hora del receso, mientras calificaba actividades del grupo que entraría después del desayuno, un alumno se acercó a mi escritorio. “Maestra, ¿le puedo hacer una pregunta?, entenderé si no tiene tiempo para responderla en este momento, puedo esperar para después”. Su nombre era Manuel, de 2do grado, en alguna ocasión noté que hablaba con mucha formalidad, que era, a diferencia de sus compañeros, un jovencito muy cortés y de buenos modales, del tipo de niño que retira la silla para que su compañera de a lado se siente antes que él. Le pedí que me dijera cuál era su pregunta y él respondió “En realidad es una duda que tienen todos, pero no se atreven a preguntar, ¿cuándo saldremos a hacer esas actividades que hacía con los primeros grados al patio?”

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