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Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  4.318 Palabras (18 Páginas)  •  285 Visitas

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Las Escrituras nos permiten descubrir características especiales de hombres y mujeres que, en la autoridad de Jesucristo, libran batallas contra el mundo de las tinieblas…

La conferencia, excelente. Ramiro mismo estaba sorprendido de su elocuencia. Se bebió un trago de agua y siguió con la exposición, haciendo acopio de la presentación que se proyectaba en tamaño gigante en la pantalla, visible para todos, con gráficos coloridos y llamativos.

Habló de Guerra Espiritual, de Intercesión, de Liberación de endemoniados. Términos contundentes. Una que otra cita bíblica. “Es un hombre muy versado en el tema”, comentó uno de los participantes. Su compañero asintió con el cabeza, totalmente identificado con su

El problema surgió dos días después cuando lo llamaron a media noche. Se encontraba sumido en un sueño profundo, con escenas paradisíacas de una playa idílica en un atardecer nostálgico. Miró el número que identificaba el celular. Definitivamente no lo conocía, así es que contestó de mala gana.

Al otro lado de la línea, un hombre desesperado quería saber qué hacer con su hija adolescente. “Grita como loca y emite chillidos horrorosos”, decía atropelladamente. Él se limitó a recomendarle que fuera donde su párroco o pastor. Terminada la comunicación, se encogió de hombros y dio vuelta en la cama para proseguir su sueño. Muy en lo íntimo, no sabía a ciencia cierta cómo responder en un caso así.

A kilómetros de allí, el pastor Rosendo estaba orando, casi al filo de la madrugada. Clamaba, postrado. La noche anterior había sido bastante intensa. Cuando iba a mitad de su charla, el demonio se manifestó en una adolescente aficionada a la música heavy metal.

El predicador se limitó a interrumpir el mensaje y, mirando fijamente a la joven, ordenó al espíritu que moraba en ella, que la dejara libre.

La chica gritó fuerte, se contorsionó y finalmente quedó en el piso, exhausta, como muerta. ¡Era libre!

No es asunto de conocimiento sino de autoridad

Con frecuencia me abordan y escriben personas con interrogantes alrededor de los secretos que encierra la liberación de una persona endemoniada. Mi respuesta es directa: “Primero, no hay tales secretos y, segundo, ministrar liberación no es asunto de gritarle al demonio ni tampoco de zapatear creyendo que así saldrá huyendo. Ante todo es cuestión de ejercer la autoridad de Cristo”.

Hace siglos nuestro amado Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Los setenta regresaron con gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y El les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado autoridad para hollar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada os hará daño. Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sometan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”(Lucas 10:17-20, La Biblia de Las Américas)

Lo invito para que lea detenidamente el texto. Los seguidores del Maestro estaban exultantes de gozo porque dominaban sobre el mundo de las tinieblas, pero el Señor Jesús les dijo que no sólo podían hacer eso, sino nada les haría daño. Es decir, aunque Satanás y sus huestes librara ataques contra ellos –y contra nosotros hoy—no podría causarles daño ni en lo material ni en lo espiritual.

En este punto es importante que nos preguntemos: ¿Estamos ejerciendo nuestra autoridad en Cristo? Ya descubrirá por qué es necesario formularnos este interrogante…

Satanás sabe quién es quien

Ante el ambiente sensacionalista que gravita en torno a los guerreros espirituales, hombres y mujeres que batallan en el poder de Jesucristo y ministran liberación espiritual y física, abundan quienes posan de ser “miembros del Ejército de Cristo”. Incluso, hay quienes buscando reconocimiento y admiración, se atreven a “alborotar avisperos”, como solemos decir en Latinoamérica, rentando el mundo de maldad.

Esa actitud un tanto irresponsable no es nueva. La Biblia relata que “Algunos judíos que andaban expulsando espíritus malignos intentaron invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús. Decían: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!»14 Esto lo hacían siete hijos de un tal Esceva, que era uno de los jefes de los sacerdotes judíos. Un día el espíritu maligno les replicó: «Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son?» Y abalanzándose sobre ellos, el hombre que tenía el espíritu maligno los dominó a todos. Los maltrató con tanta violencia que huyeron de la casa desnudos y heridos.”(Hechos 19:13-16, Nueva Versión Internacional)

Es un pasaje que siempre llama poderosamente mi atención ya que pone al descubierto que Satanás sabe quién es quien. Él más que ninguno sabe si usted ejerce autoridad en Cristo o si por el contrario, fanfarronea con un poder espiritual que no posee.

Buscando en las Escrituras encontramos por lo menos siete fundamentos que deben identificar a un Guerrero Espiritual, los cuales comparto con usted:

1. Sometimiento a Dios

Solamente cuando nos rendimos a Dios, sometiéndonos en la totalidad de nuestro ser, consagrados a Él, nos afianzamos en autoridad espiritual. El apóstol Santiago lo explicó de manera contundente al escribir: “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.”(Santiago 4.7, Nueva Versión Internacional)

¿Cómo podemos representar y obrar en nombre de Aquél a quien no estamos consagrados? Imagine por un instante a un guarda de tránsito que, en su motocicleta y justo en una intersección vial peligrosa, se pasa un semáforo en rojo. ¿Tendría autoridad? Por supuesto que no.

El evangelista internacional, Carlos Annacondia escribe: “Ninguno de nosotros puede desarrollar un ministerio eficaz si no rendimos toda nuestra vida a Él. Dios no solo busca capacidad o sabiduría, sino consagración y entrega a Él. Lograr esto no es fácil, requiere luchas y demanda de nosotros una total entrega y muchas otras cosas que nos cuesta ceder… Si no hay una entrega total en nuestra vida, Él no nos puede usar.”(Annacondia, Carlos. “Oíme bien, Satanás”. Editorial, EE.UU. 1997. Pg. 44, 45)

2. Resistir al diablo, sin temor

A Satanás hay que resistirle. Bien lo anotaba el apóstol Santiago, como acabamos de leer. Hay que echarlo fuera, sin temor. Él huye, porque sabe muy bien cuando se encuentra frente a un hombre o una mujer de Dios.

3. Consagración a la

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