EL LADO OBSCURO DE ZAPATA “UN GENERAL DE PETATE”

EL LADO OBSCURO DE ZAPATA

“UN GENERAL DE PETATE”

La verdad histórica sobre la vida y hazañas de algunos próceres y héroes nacionales, se ha venido ocultando, torciendo de acuerdo a las conveniencias políticas y de oscura índole mezquina y vergonzosa. Así, se ha elevado al pedestal de la gloria y obligado al elogio y reverencia del pueblo, a hombres cuya vida fue sanguinaria, de traición y vil engaño; de latrocinio desmedido y de una cobardía innata, además, de una inmoralidad de lo cual aún pueden atestiguar algunas personas. Tal es el caso de Emiliano Zapata, cuya vida real e histórica, sin tapujos ni consignas, se relata en este libro titulado "Un general de Tapete", en donde además se expone la realidad y motivos, la causa por la cual encontró la muerte el mal llamado mártir del agrario. Falso es llamar héroe, a quien jamás dio muestra alguna de heroísmo.

Allá, en la orilla del pueblo y bajo la rala techumbre de una escuelita rural, el maestro veía con tristeza y gran abnegación, los pupitres vacíos que él mismo había ayudado a construir con sus manos. Las miradas de esos niños iban desde la figura venerable y lastimosa del profesor hasta la puerta hacia donde veían y esperaban con espanto, la aparición de un capataz de la hacienda. El profesor Pablo Torres Burgos no podía decirse que miraba por alguna puerta o por las ventanas, porque puertas y ventanas eran los muros de la destartalada escuela mal cubierta de ahuazoles y carrizos. El profesor Torres Burgos no veía con timidez hacia todos lados en espera de algún violento y cruel sicario, la habían propinado tantas palizas y hecho tantas amenazas, que decía que ya estaba curtido.

La Revolución Maderista, que nada trataba sobre el problema agrario, sino que era un movimiento para terminar con los abusos y el eterno poder del dictador, continúa agigantándose en el norte del país. Sin embargo, a Emiliano Zapata no le importaban los movimientos revolucionarios ni el centro ni el norte de la República Mexicana, ni lo que se decía que el movimiento maderista era no solo para tumbar de la silla al entronizado dictador don Porfirio Díaz, sino para acomodarse y amamantarse las ubres gubernamentales, todos los demás generales y políticos que durante años ansiaban el poder.

Emiliano Zapata estuvo en contra de todos los gobiernos, espurios, provisionales y constituidos, empecinado en solicitar la devolución de las tierras dizque arrebatadas a su pueblo, sin entender o sin querer entender, que la Revolución no se había hecho para eso, que jamás se pensó en pelear para la defensa del campesino que debía seguir explotado para la producción de ingenios y haciendas azucareras.

Emiliano Zapata fue un cobarde. Un pusilánime, huidizo, desconfiado y pajarero. Jamás dio la cara al peligro ni se enfrentó con el valor que era propio y necesario de un jefe Revolucionario.

Al saber la muerte de su hermano a manos de uno de sus subordinados, era de esperarse una reacción violenta, un acto inmediato de castigo y de venganza; pero Emiliano Zapata siempre fue un cobarde. Hundido en la somnolencia del alcohol y las mujeres, introvertido y taimano, miraba al vacío calculando las consecuencias de una venganza inmediata por los menos. Como no era cosa de disciplina ni traición a la causa, no podía mandar fusilar o colgar a Sidronio Camacho, matador frente a frente y hombre a hombre de su hermano Eufemio, sin el riesgo de que la gente lo criticara y hasta se le voltearía como él decía y siendo la cosa personal, tendría que ir en busca de Camacho, reclamarle, retarlo y matarlo en un duelo abierto, de macho a macho, de redaños y él no era de esos.

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