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El Genoma Har1


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  2.138 Palabras (9 Páginas)  •  219 Visitas

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Bioarqueología: lo que nos define como humanos

Lorna Tilley es una arqueóloga de la Universidad Nacional de Australia que está impulsando una rama de su ciencia bautizada como bioarqueología. La bioarqueología se centra en analizar restos humanos prehistóricos e inferir a partir de ellos enfermedades y discapacidades y, por lo tanto, conocer mejor el modo de vida de nuestros antepasados.

Así, se parte de la premisa de que muchas patologías (no todas) dejan huellas en los huesos o en órganos de los que quedan restos que podemos hallar. Por esas huellas podemos inferir una enfermedad o discapacidad concreta, que requiere acciones concretas y la acomodación de un ser incapaz de realizar las funciones normales en su sociedad. Evidentemente hay muchos aspectos que siempre desconoceremos, pues disponemos básicamente de los datos que nos aportan los huesos, pero algo sí podemos saber. Por ejemplo, la reacción fisiológica ante una tuberculosis es la misma ahora que entonces, por lo que podemos hacer una estimación razonable del impacto que podría tener en la vida de los hombres prehistóricos y cómo podía limitar su participación en las tareas básicas de la comunidad en que vivían. Aunque hay muchos aspectos que desconocemos (¿qué conocimiento tenían de los remedios herbales?), hay prácticas básicas de las que sí podemos estar ciertos: una hemorragia debe de ser cortada, una persona paralítica debe de ser alimentada, limpiada y movida con regularidad para ayudar a la circulación y evitar úlceras, una persona con fiebre alta debe de ser hidratada.

Partiendo de estas bases, limitadas, como todo lo que trata de la prehistoria, pero razonables, los arqueólogos han ido encontrando casos curiosos. Como el Neandertal Shanidar 1 que sobrevivió con una fractura craneal, la amputación del brazo derecho y osteomelitis, lo que indica que necesitó cuidados y atención especial. O Romito 2, nacido en el Mesolítico con una forma mesomélica de enanismo y que sobrevivió en la montañosa

Calabria de la época a pesar de padecer anormalidades en sus extremidades que le impedían cazar. O el reciente descubrimiento en Vietnam de un hombre del Neolítico que sobrevivió hasta la edad adulta con una parálisis total de cintura hacia abajo y severas limitaciones en la mitad superior de su cuerpo.

Estas personas, enfermas o discapacitadas, sobrevivieron por el cuidado de sus familias y comunidades, un rasgo clave y constante en la humanidad (con pruebas arqueológicas de, como mínimo, hace 100.000 años) que no encontramos en otras especies. El grupo en que vivían les mantuvo con vida, a pesar de que los enfermos e inválidos no les eran útiles, en una demostración que la compasión es inherente al ser humano. Sin dicha compasión de sus semejantes hubiesen muerto enseguida, dicen los expertos. Y es que el cuidado por aquellos que no son capaces de cuidarse por sí mismos ha sido un comportamiento constante y que, podríamos decir, nos define como humanos.

Valga esta reflexión en una sociedad que cada vez cuida menos de sus enfermos y discapacitados y que, al contrario, con cada vez mayor insistencia, les ofrece la muerte como la mejor salida. O sea, al contrario que nuestros antepasados prehistóricos, cada vez somos más inhumanos.

Explican por qué el ser humano aprende más de sus aciertos que de sus errores

Equivocarse es humano pero no nos sirve de mucho, porque de lo que aprendemos es de los aciertos. Esto es lo que sugieren los resultados de una investigación sobre el cerebro realizada por científicos del MIT, en la que se constató que dos regiones cerebrales concretas se activan sólo cuando hacemos las cosas bien, y no cuando las hacemos mal. Dado que las áreas activas están vinculadas con el aprendizaje y la memoria, los científicos afirman que sólo aprenderíamos de los aciertos. Por Yaiza Martínez.

Tropezar dos veces en la misma piedra es, al parecer, inevitable, al menos desde el punto de vista del cerebro. Esto es lo que sugieren los resultados de una investigación realizada por científicos del Picower Institute for Learning and Memory del MIT.

Earl K. Miller, profesor de dicho instituto, y sus colaboradores, Mark Histed y Anitha Pasupathy, consiguieron generar por vez primera una instantánea del proceso de aprendizaje de unos monos.

En esta imagen se pudo ver cómo las células individuales del cerebro no responden igual ante la información sobre una acción correcta que ante la información sobre una acción errónea.

Según explica el profesor Miller en un comunicado emitido por el MIT, lo que se ha demostrado es que las células del cerebro, cuando una acción genera un buen resultado, se sincronizan con lo que el animal está aprendiendo. Por el contrario, después de un error, no se produce ningún cambio en el cerebro ni se transforma en nada el comportamiento de los animales.

Esta investigación ayudaría a comprender mejor los mecanismos de plasticidad neuronal activados como respuesta al entorno, y tendría implicaciones para el entendimiento de cómo aprendemos, y también en la comprensión y el tratamiento de los trastornos de aprendizaje. La plasticidad neuronal es la capacidad del cerebro de cambiar a partir de la experiencia.

Cómo se hizo

A los monos estudiados se les asignó la tarea de mirar dos imágenes alternantes en la pantalla de un ordenador. Cuando aparecía una de ellas, los monos eran recompensados si giraban su mirada hacia la derecha; cuando aparecía la otra imagen, los monos eran recompensados si miraban a la izquierda.

Los animales fueron tanteando, por el sistema de “prueba y error”, para descubrir qué imágenes exigían mirar en qué dirección.

Gracias a las mediciones realizadas entretanto en sus cerebros, los investigadores descubrieron que, dependiendo de si las respuestas de los monos eran correctas o incorrectas, ciertas partes de sus cerebros “resonaban” con las implicaciones de sus respuestas, durante algunos segundos.

Así, la actividad neuronal que seguía a una respuesta correcta y su recompensa correspondiente ayudaban a los monos a realizar mejor la siguiente tarea.

Por tanto, explica Miller, justo después de un acierto, las neuronas procesaban la información más deprisa y más efectivamente, y el mono tendía más a acertar la siguiente respuesta.

Sin embargo, después de un error no había mejoría alguna en el desempeño de las tareas. En otras palabras, sólo después del éxito, y no de los fracasos, tanto el comportamiento de los monos como el procesamiento de información

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