El Hambre

Los problemas que plantea la tecnología transgénica y los intereses en juego es el tema de este ensayo que no se presenta como un libro contra los alimentos transgénicos, sino como una reflexión necesaria frente a uno de los grandes retos de nuestro tiempo: el debate sobre cómo nos alimentaremos en el futuro. Pese a esta declaración de intenciones, Antón Novás, economista y ex director provincial del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de Ourense, deja claro desde el principio que lo que se nos ha anunciado como una tecnología que solucionará el hambre en el mundo está en realidad impulsada por los intereses económicos de dos multinacionales muy agresivas en sus estrategias de mercado que han configurado un duopolio fácilmente identificable.

Novás nos recuerda que, hasta la fecha, no se ha demostrado que los alimentos transgénicos sean mejores o produzcan más rendimiento que los naturales, con el agravante de uno de los aspectos más controvertidos de esta tecnología y a menudo silenciado: la imposibilidad de dar marcha atrás una vez que el proceso se ha puesto en marcha. Liberado en la naturaleza, un ser vivo genéticamente modificado puede evolucionar, reproducirse, cruzarse o extinguirse. Nadie está en situación de predecir su comportamiento, pese a que algunos se empeñen en afirmar lo contrario.

Una por una, Novás desmonta las falacias más habituales de los defensores del modelo transgénico con un buen número de argumentos. Primera falacia: los transgénicos solucionarán el hambre en el mundo; el hambre es un problema de distribución de la riqueza cuya solución pasa por medidas sociales y políticas, no tecnológicas. Segunda falacia: la ingeniería genética no es nueva, sino una profundización en la reproducción selectiva; la verdad es que reproducción selectiva e ingeniería genética son mundos antagónicos y su principal diferencia radica en que la primera es un método natural probado desde el comienzo de la agricultura y la segunda traspasa las barreras de especie. Tercera falacia: los agricultores son los más beneficiados porque se aseguran sus cosechas; se oculta que una vez enganchados al paquete transgénico con la promesa de aumentar la producción, encontrarán que teniendo en cuenta los costes totales no es cierto que incrementen las cosechas y reduzcan los costes, si bien pasarán a depender de una empresa y su política comercial, que marcará los precios y tendencias del mercado.

Cuarta falacia: no hay evidencia de que los transgénicos amenacen el medio ambiente; se silencia que ponen en peligro la biodiversidad del planeta, aumentan la erosión y contaminan aguas y suelos. Quinta falacia: los trangénicos son los alimentos más seguros; semejante afirmación necesitaría estudios a más largo plazo y las administraciones carecen hoy por hoy de medios para ejercer un

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