Historia De Enfermeria
nefectiry17 de Agosto de 2013
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HISTORIA DE LA ENFERMERÍA OBSTÉTRICA.
Desde la época preobstétrica hasta el siglo XVI.
El feudo de las comadronas.
La ginecobstetricia es la disciplina relacionada con los procesos normales y patológicos de los órganos reproductivos de la mujer y la primera referencia que se tiene acerca del ejercicio de esa actividad se encuentra a partir de la época histórica. No es fácil determinar exactamente dónde y cuándo acaba la medicina primitiva o imaginada, y dónde y cuándo empieza la moderna o documentada.
Obstetricia etimológicamente significa “ponerse enfrente”. Pues bien, dado que el parto en aquellas épocas prehistóricas ocurría de manera solitaria, sin acompañamiento, ha de considerarse que esa fue, asimismo, la época preobstétrica. La mujer primitiva en trance de parto se alejaba de los suyos para aislarse y dar a luz sin nadie en frente, sola, en las orillas de los ríos o de las lagunas, o, según las circunstancias, en la soledad del bosque o en la oscuridad de la caverna. La posición instintiva que adoptaba tenía que ser en cuclillas, pues así le era más fácil y productivo pujar. Ella sabía, igualmente de manera instintiva, como lo saben las hembras de otras especies animales, que había que separar a su hijo de la placenta; lo hacía trozando el cordón umbilical con el filo de una piedra. El agua, que era para muchas tribus una deidad o elemento purificador, se encargaba de limpiar la sangre de los genitales externos de la recién parida y del cuerpo del recién nacido.
La práctica de la Obstetricia estuvo, desde las primeras épocas de la Humanidad, a cargo de mujeres, constituyendo pronto una profesión. En latín fueron llamadas obstetrix, en cada país recibieron peculiares denominaciones; en español, matronas, comadronas o parteras.
Antecedentes prehispánicos de la partera en México.
Desde la percepción en el ámbito socio-cultural prehispánico que de la partera tenían, a partir de la concepción del nuevo ser humano hasta que veía la luz, dejó hondas raíces, por su poder reconocido en la comunidad, pues era sustantiva su función para que la mujer en el trance de la maternidad continuara su vida cotidiana.
Función de la partera.
En la dinámica familiar prehispánica fue un factor muy participativo desde que la mujer se daba cuenta de su embarazo. Su tradición continuó ya en la época del virreinato porque la partera muy poco alteró sus actividades. Se encargaba de dar consejos a la preñada, ordenar a la familia lo que debían darle y prohibía todo aquello que pudiera hacer daño a la criatura; advertía de los cuidados en los primeros meses de embarazo y concretaba sus consejos encargando buena alimentación, reposo y moderaciones en los trabajos manuales.
Al iniciarse el parto lavaba a la embarazada, arreglaba un lugar donde debía parir y si la parturienta era mujer principal la partera se hacía acompañar de dos o tres mujeres a quienes se les daba el nombre de “tenedoras”, en función a que ayudaban a detener a la mujer en el proceso del parto y el alumbramiento. Más tarde, estas mujeres tenedoras, ya con experiencia por lo observado se convertían también en parteras.
Empezado el trabajo de parto, daba un baño a la parturienta y después de éste, le hacía beber la raíz molida con agua de una planta llamada Chihuapatli que gozaba de la propiedad de empujar el feto hacia fuera. En caso de no bastar este brebaje se le administraban otros con los mismos efectos. En cuanto a la forma en que se atendía el parto, se observaban determinadas conductas. La partera se colocaba sentada frente a la parturienta y con ambas manos, le frotaba el vientre o se lo comprimía para favorecer los dolores o la expulsión del feto. Las tenedoras se colocaban una en la espalda, en cuclillas, y con sus dos manos apoyaba y oprimía la cintura o el vientre de la parturienta, mientras que la otra tenedora, de pie, le sostenía por los codos, la cabeza o por las sienes.
Otra forma de atender a la embarazada en la última etapa del trabajo de parto era que la comadrona permanecía sentada, en cuclillas, con las manos apoyadas en los glúteos y con los dedos entreabría la vulva. Finalmente con un supremo esfuerzo ayudaba a la expulsión. Otras mujeres parían de rodillas asistidas por las partera; También daban a luz colocadas bocabajo, a cuatro patas, con las manos en el suelo y la comadre recibía a la criatura por detrás; parían también arrodilladas y asidas de una cuerda pendiente del techo; sosteniéndolas de los muslos las tenedoras y ayudantes . Estas prácticas, aún se conservan en regiones apartadas de la civilización en la república mexicana.
Las atenciones del recién nacido se basaban en preparar la ropa, tanto aquella que se necesitaba en el alumbramiento, como después del mismo. El trabajo de la partera no terminaba con el nacimiento del niño, sino que se prolongaba para el bautismo, la lactancia materna y el tratamiento del puerperio; y de requerirse también atendía los abortos
EGIPTO
El papiro de Ebers refleja los conocimientos y la práctica de la Medicina en el Antiguo Egipto. Los conocimientos de salud los tenían los sacerdotes, que combinaban las prácticas sanitarias con el hipnotismo y la astrología. La mujer tenía mayor reconocimiento que en otros países orientales y quizá los cuidados de enfermería fueran su responsabilidad. A través del manuscrito se sabe que los varones no realizaban las técnicas de la obstetricia, pero existían "casas de parir", por lo que tenían que existir parteras que ayudaran en los nacimientos. Es aquí que
Hipócrates de Kos (460 – 370 a.C), el grande, llamado padre de la Medicina, funda la Obstetricia propiamente tal.
Dice la historia que el primer comadrón o partero de verdad fue Pablo de Egina (652-690), que ejerció en Egipto y Asia Menor y llegó a ser considerado como un oráculo en cuestiones atinentes a la reproducción humana. Este Pablo de Egina tuvo métodos originales: recomendaba que el parto en las mujeres obesas se atendiera acostándolas sobre su abdomen, las piernas levantadas hacia atrás. Se ocupó en uno de sus libros de la “silla obstétrica”, podemos deducir que el parto se sucedía estando la mujer en posición sentada.
LA INDIA
Es aquí donde por primera vez aparece constancia escrita de la práctica de la enfermería. La religión de Buda defendía un tratamiento humanitario a todos los hombres y esta filosofía promovió el desarrollo de instituciones sociales. Hacia el año 250 a.C. se fundaron hospitales financiados por el erario público, en los que se enseñaban prácticas médicas a jóvenes que, durante su formación, "cuidaban" a los enfermos. No se tiene constancia escrita de que las prácticas de enfermería fueran realizadas por esclavos o por un grupo profesional, pero aun así son los primeros enfermeros que menciona la historia. Éstos estaban ligados a los hospitales ya que al crearse estos centros surgió la necesidad de cuidadores. La mayoría de las veces eran varones, aunque a veces éstos eran sustituidos por mujeres ancianas. Según algunos documentos de la época, los cuidadores de enfermos debían ser personas de trato afable, fríos de mente y atentos en todo momento a las necesidades del enfermo, y debían seguir estrictamente las indicaciones del médico. Las mujeres tenían entre sus competencias los partos (eran las parteras) y el conocimiento de las hierbas medicinales.
LA GRECIA ANTIGUA
En la Grecia antigua, y a partir de la mitología, surgió el culto a Esculapio, lo que le dio a las creencias sobre la curación un carácter religioso. Se levantaron templos erigidos en honor de este personaje mitológico en los que se ofrecían tratamientos naturales y sobrenaturales. Los sacerdotes de Esculapio fueron de dos tipos, unos estrictamente médicos (que ofrecían curación a través de conocimientos objetivos sobre las enfermedades y realizaban medicina general y cirugía), y otros místicos (que ofrecían curación desde un punto de vista religioso).
Las mujeres, excepto las sacerdotisas, no debían iniciarse en ningún arte; sus funciones quedaban relegadas al hogar, sin embargo, realizaban labores de enfermeras, ya que eran habituales cuidadoras de niños, amas de cría y parteras.
En la Grecia antigua los médicos usaban sondas metálicas y dilatadoras de madera para explorar el útero. El prolapso uterino era tratado mediante la “sucusión hipocrática”, es decir, zarandeando a la mujer que se hallaba de cabeza abajo, suspendida en lo alto por los pies. El especulo vaginal para el examen, las fumigaciones y los pesarios medicamentosos ya eran también conocidos. Para evitar la maternidad no deseada, Sorano recomendaba que se taponara la boca del útero con una mecha de hilas.
El lapso transcurrido entre los siglos II y el XVI ha sido llamado “la oscura noche de la Edad Media”, en razón de su improductividad en cuestiones médicas. Aún más, no solo hubo estancamiento sino retroceso. En asuntos ginecobstétricos se volvió a la superchería y la magia, como en las épocas primitivas.
La partera en la Época Colonial
Durante la Colonia, se inició la evangelización de la población, hubo lugar para muchos cambios relacionados con el vestido, la comida, el trato social y la vida familiar, se implantaron diversas medidas y surgieron nuevas organizaciones, pero al arte de los partos, no se le prestó ningún interés.
La urgencia de atender a una mujer que va a parir, dado que es un acto que no se puede posponer, se presentaba como una inesperada oportunidad para las más hábiles parteras, lo cual continuó así en los siglos XVI, XVII y dos tercios
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