Imaginacion Sociologica
p.andres25 de Junio de 2014
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El título de este trabajo pretende ser un homenaje a un par de obras que influyeron de manera notable entre los estudiantes de sociología de los ya lejanos años setentas. El libro El oficio del sociólogo escrito por los sociólogos franceses Bourdieu, Chamboredon y Passeron1, nos proponía algo que hoy puede sonar a sentido común pero que fue importante en su momento. La idea principal era que el conocimiento no consiste en descubrir una realidad que está allí y se nos muestra de manera nítida, sino que debe ser construida, o mejor aún re-construida desde la óptica de la teoría. La obra La imaginación sociológica del connotado intelectual estadounidense Wright Mills2, por su parte, desmitificaba tanto a la gran teoría como a la empiria pura, para erigir a la imaginación sociológica en una virtud indispensable entre quienes pretendían adquirir el oficio de ser sociólogos. Estas ideas continúan siendo vigentes y han sido, a mi juicio, actualizadas por nuevas vías en las últimas décadas. En el presente texto defiendo la utilidad de concebir a la sociología como un oficio cuya principal característica es la imaginación: la imaginación sociológica. Entiendo dicho oficio como la suma de capacidades intelectuales que habilitan una manera de colocarse frente a la realidad para dar cuenta de ella, que esgrimen una “mirada sociológica” sobre el mundo o, mejor aún, sobre los mundos sociales e históricos. Esta perspectiva no puede adquirirse como si fuese una suma de saberes técnicos e instrumentales, que se adicionan a un conjunto
1 Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron, El oficio de sociólogo, Buenos Aires, Siglo xxi ed., 1975. 2 Mills, Wrigth, La imaginación sociológica, México, fce , 2ª reimp., 1974.
El oficio del sociólogo: la imaginación sociológica
Guadalupe Valencia García
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mínimamente acordado de conocimientos sobre los fundamentos de la disciplina. No es suficiente, para poseer dicha visión, haber alcanzado los grados académicos que acreditan al sociólogo, ni tampoco la especialización en una temática o una larga experiencia en investigación. Aunque todos los requisitos anteriores pueden contribuir a conformar una visión sociológica acerca de las realidades sociales, el oficio se conquista a fuerza de ejercitar una mirada cargada de imaginación. Quiero proponer, aquí, que dicha mirada puede fundarse en tres imperativos interrelacionados que exploro a continuación. Estos son: a) la desfamiliarización de lo familiar; b) la construcción y re-construcción de la teoría; c) la historicidad del mundo social. Anteceden al análisis de estas exigencias algunas breves reflexiones sobre la propia disciplina y sobre lo que puede significar su entendimiento como un oficio.
La sociología
Esta fuera de los alcances de este breve escrito analizar de manera detallada el proceso de institucionalización de la sociología. Tampoco podemos abordar el debate sobre el estatuto científico de la disciplina a partir de la filosofía de la ciencia, de las diversas epistemologías sociológicas, o de la sociología de la sociología. En todo caso, podemos señalar que una de las preguntas más incómodas que se le pueden formular a un sociólogo o a un aprendiz de sociología sigue siendo: ¿qué es la sociología? Dicha pregunta suele acompañarse de otra que plantea aún mayores dificultades: ¿para qué sirve la sociología? La respuesta a las preguntas anteriores es problemática porque la sociología, ciertamente, no es susceptible de ser definida de manera rápida y mucho menos de forma definitiva. Además, dicha respuesta suele ubicarse en diferentes espacios de conflicto y de negociación sobre lo que debe entenderse por conocimiento sociológico. El primero recupera la antigua y obstinada discusión sobre el estatuto científico de la sociología; otro debate se centra en la amalgama e hibridación de métodos y teorías de las diversas disciplinas sociales y una tercera polémica alude a la posibilidad o imposibilidad de contar con teorías omnicomprensivas de validez universal.
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En torno al primer debate, y para no entrar en una discusión que rebasa las pretensiones de este texto, me adscribo a la postura de quienes defienden la especificidad de la disciplina con respecto a la cientificidad de las ciencias de la materia y de la vida. Esto es, a la idea de que la sociología no es tanto una ciencia inmadura incapaz de postular leyes generales de lo social, cuanto una disciplina encaminada a hacer inteligible lo social (mediante su capacidad heurística) o, visto de otra manera, a dar cuenta de la historicidad de lo real. Dicha empresa se produce por muy diversas vías, en gran medida alejadas de los requerimientos de la explicación causal que se erigió, durante décadas, como el paradigma hegemónico del conocimiento científico3. La propiedad deíctica de los fenómenos sociales, esto es su obligada referencia a un determinado contexto espacio-temporal, distingue radicalmente a los fenómenos sociales de los objetos estudiados por las ciencias llamadas “duras”4. La sociología, además, “una ciencia que se piensa críticamente a sí misma todo el tiempo”, puede ser vista como una “forma de autoconciencia científica de la realidad social”, en la cual el objeto y el sujeto están, como en ninguna otra ciencia o disciplina, profundamente imbricados5. Es preciso señalar, en todo caso, que no hay una sociología. Lo que existe son tradiciones sociológicas que pueden diferenciarse a partir de los tres grandes clásicos comúnmente reconocidos, Durkheim, Weber, Marx (que fundan las tradiciones explicativa, comprensiva y dialéctica respectivamente) y de otros que han sido incorporados más recientemente: Elías, Simmel, Schutz, Gramsci, entre otros. E incluso, de autores contemporáneos que pueden distinguirse por haber constituido escuelas de pensamiento: Bourdieu, Giddens, Habermas, Berger y Luckman, Luhmann, Wallerstein, Boaventura de Sousa y muchos más. Hay, entre los sociólogos, quienes se adscriben a un enfoque particular: la fenomenología, la hermenéutica, el interaccionismo simbólico, la sociobiología, etc. Otros privilegian, en su identidad como sociólogos, perspectivas epistemológicas en pugna y se definen, así,
3 Varios autores coinciden en dicha postura. Entre los más importantes, Octavio Ianni. Cfr. Ianni, Octavio, La sociología y el mundo moderno, Siglo xxi, Buenos Aires, 2005. 4 Cfr. Passeron, Jean-Claude, “Le raisonnement sociologique: la preuve et le contexte”, citado en: Giménez, Gilberto, “Pluralidad y unidad de las ciencias sociales”, Estudios Sociológicos, mayo-agosto, año/vol. xxii, núm. 002, El Colegio de México, pp. 267-282, p. 275. 5 Cfr. Ianni, Octavio, Op.cit., p. 63 y ss., también De Sousa Boaventura, Una epistemología del sur, Siglo xxi, clacso, Buenos Aires, 2009, p.50 y ss.
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como constructivistas, relativistas, posmodernos. Hay quienes abrevan de múltiples fuentes; hay quienes retornan a los clásicos; hay quienes redescubren a otros autores que se tenían olvidados. En todo caso, estamos ante una gran variabilidad en las teorías, métodos y enfoques utilizados que han llevado a un consenso generalizado acerca del doble proceso de fragmentación y de pluralización de la sociología. Ésta se concibe como una disciplina multiparadigmática, fragmentada, plural, parcializada, especializada, cuya heterogeneidad se expresa tanto en la existencia de una buena cantidad de subdisciplinas como en amalgamas e hibridaciones por la vía de la “fusión, recombinación o cruzamiento de especialidades o fragmentos de disciplinas vecinas6”. Para algunos se trata de una deplorable fragmentación que impide lograr la deseable unidad de la sociología; para otros, expresa una pluralidad que es teórica y epistemológica y que, lejos de ser lamentable, enriquece la perspectiva sociológica. Es usual, desde este último punto de vista, la defensa de un pluralismo que se opone a un pretendido alcance universal de las teorías y perspectivas sociológicas, dado que: “Las propias variaciones de las relaciones sociales, su carácter enormemente plástico y cambiante, la gran capacidad de los seres humanos para adaptarse a nuevas situaciones, dificulta, si es que no impide totalmente, la persistencia de modelos conceptuales rígidos en la teoría sociológica7. Las fronteras entre las ciencias sociales y en especial entre sociología, historia, filosofía y antropología, son cada vez más permeables y abiertas. Los antropólogos, otrora dedicados al análisis de la cultura de sociedades “tradicionales” (étnicas, campesinas, remotas), hoy se suman al estudio de las sociedades modernas y urbanas. Los sociólogos abordan la dimensión simbólica de lo social en sus múltiples manifestaciones en ambientes rurales, urbanos, nacionales o transnacionales. Los historiadores hacen historia del presente e historia acontecimental, mientras que los sociólogos abrevamos de los métodos
6 Giménez, Gilberto, Op.cit. p. 268. 7 M. García Ferrando, “La sociología: ¿una ciencia multiparadigmática?, en J.Jiménez Blanco y C. Moya, Teoría sociológica contemporánea, Madrid, Tecnos, 1978, p. 461, citado por Manzanos Bilbao, César, “Las ciencias sociales: convergencias disciplinarias y conocimiento de fronteras. El caso de la sociología, en, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, septiembre-diciembre, año/vol. xlv, número 186, pp. 13-65, FCPyS, unam , México.
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de la interpretación histórica para dar cuenta de la naturaleza temporal, histórica e historizante, de los
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