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Informe Fisica


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2013  •  2.057 Palabras (9 Páginas)  •  670 Visitas

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Explicaciones sobre la caída del Imperio Inca

Por: Waldemar Espinoza Soriano

En: La destrucción del imperio de los incas. Lima: Amaru Editores, 1990. Extractos seleccionados págs. 13-18.

En 1955, cuando el autor era alumno del doctor Raúl Porras Barrenechea, historiador y maestro insigne, entre los trabajos prácticos de interpretación de textos y de investigación histórica que el gran maestro pedía, presentamos uno titulado Los auxiliares indígenas de Cajamarca en la Conquista española. Fue un estudio de cuarenta y dos páginas, escrito a base de unos informes inéditos de los siglos XVI y XVII, que pudimos encontrar en el archivo de Cajamarca. Desde entonces, nos quedó la idea de poder hallar documentos similares en distintos repositorios acerca de otros grupos étnicos del área andina. El mismo doctor Porras, en 1957, nos dio muchas pautas para su ubicación, estudio y publicación. Cuando una vez –antes de viajar a Sevilla– en setiembre de 1958, le manifestamos nuestro deseo de ver y leer las Informaciones de los curacas don Felipe Guacrapáucar y don Francisco Cusichaca, que él mencionaba en tres notas a su brillante estudio sobre Jauja, Capital mítica, Porras nos dijo: “eso y mucho más hallará usted en Sevilla”. Y así fue, porque a fines del mismo año, en noviembre, logramos ubicar las dos informaciones que, en forma patética, demuestran y aclaran cómo y por qué los españoles pudieron apoderarse de un Imperio tan vasto en un tiempo tan breve.

Son, pues, dos documentos de carácter informativo, a los cuales muy bien les podríamos llamar Las Crónicas de Jauja, o quizá mejor Las Crónicas de los Huancas. Dos Informaciones notabilísimas, porque gracias a ellas podemos ahora comprender, con gran facilidad, la compleja problemática de la caída del Imperio de los Incas.

Para el caso concreto de nuestro país, la visión de que 160 españoles y 60 caballos, sin ayuda de nadie, pudieron conquistar el Imperio Andino, compuesto de varios miles de soldados y de millones de pobladores, en un tiempo relativamente muy corto, ha hecho meditar a muchos investigadores. ¿Cómo explicarse que un puñado de invasores españoles hayan derrotado a miles de soldados andinos, y luego subyugar a millones de peruanos? ¿Cómo pudo un grupillo de aventureros aplastar a un Imperio tan poderoso? ¿Cómo explicar el avasallamiento del Tahuantinsuyu en uno o dos años a lo más?

Hasta cuatro han sido las respuestas, pero dos de ellas las más difundidas:

1) La ayuda divina derramada sobre los españoles; 2) La superioridad racial y cultural de los conquistadores, y su secuela de resultados: ventaja armamentista, estratégica, política, etc.; 3) El absolutismo exagerado del Estado Inca, que había convertido en autómatas a los tributarios andinos, al extremo de que caída la cabeza dirigente –el inca– se vino todo abajo; y 4) La situación social y política de los reinos señoriales conquistados por los emperadores del Cuzco.

Uno de los historiadores más sagaces que han estudiado este último problema es Alejandro Lipschutz. En su estudio publicado en 1963 da tanta importancia a este asunto que lo analiza casi enteramente en la Tercera Parte de su libro. Así, por primera vez, hace resaltar el colaboracionismo de los señores étnicos, quienes lo hicieron para vengarse

de antiguas rivalidades interseñoriales y también para salvaguardar el status socio-económico en que se desarrollaron dentro de las estructuras andinas, y asimismo por la oposición que reinaba dentro de las clases sociales dominantes. Dicha colaboración señorial fue muy dura –en Chile y Paraguay por ejemplo–. En éstos, “la resistencia del campesino libre contra el señorialismo intruso, en defensa de su terruño, de sus costumbres, de su lengua

y de sus dioses [fue] capaz de desarrollar en esta su lucha, [un] valor grande e inquebrantable”.

El providencialismo surgió el año mismo de la muerte de Atahualpa. Los españoles justificaron la caída del Imperio Inca con argumentos carismáticos.

En tal sentido, no algunos sino todos los conquistadores pensaron que Dios lo había determinado así, para poner fin al despotismo dictatorial de los incas. En todas las crónicas de la conquista, y también en las posteriores, se hallan dichas meditaciones.

Tal sucede en las de Jerez, Sancho, Cieza, Pedro Pizarro y hasta en la del culto Acosta. Para los conquistadores, fue la ayuda de la Virgen y de Santiago Apóstol la que determinó la caída del Imperio Inca. Acosta, por ejemplo, cree que el Imperio se desplomó víctima de sus pecados nefastos, ya que Huáscar fue el fruto del incesto entre dos hermanos,

es decir, de una unión ilícita, contra la ley natural. El Imperio acabó, pues, por orden de Dios para terminar con la idolatría e implantar la religión católica.

La superioridad racial del europeo, esgrimida como argumento para revitalizar la leyenda de la fácil conquista, brotó también en el siglo XVI. Pero fue en el XVIII y más todavía en el XIX cuando cobró verdadero valor. Morton, por ejemplo, en 1829 publicó un libro titulado Crania Americana (Filadelfia),donde sostiene que las cabezas de los indígenas comunes del Perú acusan un claro índice de estupidez, salvo las testas de los incas (!). De éstos dice: “los cráneos de la raza de los incas presentan una decidida superioridad en las facultades intelectuales con otras razas del pueblo común del Perú”.

Y lo curioso es que su criterio aún regía en 1870. Como consecuencia de esa teoría, otros explicaron el fin del Imperio negando y desvirtuando el valor del indígena. Los imaginaron como a guerreros pusilánimes y acomplejados frente al invasor armado venido de España. Pero el complejo de la superioridad racial quedó desvanecido, más tarde, con las investigaciones serias de la antropología científica.

Quedó demostrado que no pasa de ser sino una de las muchas y fútiles vanaglorias de los conquistadores y de los europeos en general. Quedó aclarado, pues, que cualquier razonamiento invocando el fetichismo, la superstición o la inferioridad racial y cultural del peruano es tan falso como las baladronadas de los españoles, quienes creían en la ayuda celestial.

Uno de los abanderados de la tesis de la inferioridad racial y cultural de los peruanos, como factor primordial para la ruina de su Imperio, es el norteamericano Ch. F. Lummis. Para este escritor, el solo hecho de haber estado el Perú poblado

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